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Luces entre la trama

Entre las controversias y desdichas, la implicación personal comprometida es decisiva
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 14 de abril de 2023, 10:11 h (CET)

También yo quisiera escribir las mejores líneas este día, pero las letras se alborotan, se dispersan por las hojas o se las lleva el viento, las frases se resquebrajan y el pensamiento se ablanda, se dispersa en distracciones inexplicables. Estamos inmersos en una densa RETÍCULA donde se encuentran elementos variopintos. Los vectores rectilíneos, por su claridad, permiten aproximaciones sugestivas; suelen configurarse bajo expresiones intelectuales, tecnológicas, actuaciones e incluso en formas azarosas. Nadie dispone de los recursos necesarios para captar ese mundo de brotes funcionales y conexiones en su totalidad; apenas estamos presentes en pequeños chispazos vitales y bastante despistados.


Y eso que en los colegios aprendimos un buen porcentaje de cabos, ríos y cordilleras de amplios mapas; verbos y fraseologías encumbradas. Ante la inmensidad de las incógnitas, sin saber por qué, predominaron las opciones recortadas sobre sí mismas, con la actitud medrosa de no abrir las entendederas. Al menos, esos APRENDIZAJES evocaban la existencia de otros trasfondos, cuyas vibraciones notábamos, pero desconocíamos sus orígenes. Con la potencia comunicadora de estos tiempos, aunque no sepamos en realidad lo que comunica, se han multiplicado las reverberaciones alrededor, pero aquel trasfondo se hizo más inaccesible y por ello nos sentimos zarandeados.


Solemos adherirnos a las impresiones relacionadas con las estaciones a lo largo del año. Aunque no las reflejemos al pie de la letra, la primavera nos despertaba con luminarias insólita. El verano nos acogotaba, sobre todo en la intensidad y alargue de los recientes cambios climáticos. El frescor del otoño y la subsiguiente frialdad del invierno nos hablan de impulsos aplacados hasta de forma preocupante. Las vidas también se amoldan a esas CONTROVERSIAS con parecidos términos, el rango de sus acuciantes maneras incordia con graves complicaciones y entorpece los posibles discursos resolutivos. Más que bandazos, se muestran como azarosos oleajes continuados.


En estas tesituras un tanto atropelladas no sirven las soluciones simplistas de quienes alardean de conocer las soluciones; bien está que se las crean, pero pocas veces les vemos ponerlas en práctica con la eficacia proclamada, incrementan la sensación de mareo por su rotundidad. Necesitamos con urgencia un buen principio rector para no hundirnos antes de empezar la natación. Pudiéramos denominarlo como una introducción a la SOSPECHA razonada, esa duda dispuesta a los planteamientos centrados en lo que somos, menesterosos en cuanto a la sapiencia, ilusionados con respecto a la esperanza de vivir mejor, con el coraje suficiente y la tenacidad, pero conocedores también de las innumerables carencias.


La sensibilidad poética es inigualable para expresar como nos afectan los intríngulis de la vida, por encima de las rotundas declaraciones y las potentes estructuras con que nos achuchan. La genialidad de Ángel González logró condensar estas ideas en sus breves versos, apenas unas cuantas palabras, lo expresa como nadie. “Si quieres saber lo que es el agua…”, es toda una invitación al despertar de las personas frente a las numerosas tramas instauradas. Si con la inspiración de sus letras conseguimos abrir los ojos un poco más, los efectos redundarán en beneficio de todos. La intuición, la perspicacia, la vitalidad, el pensamiento y la buena voluntad, han de asociarse en estas tareas decisivas.


El solipsismo de no querer depender de nadie está fuera de lugar, por la misma multiplicidad de las presencias en este mundo; desde las minerales a los seres vivos en general, estamos involucrados entre sí. Lo cual no impide las actitudes discordantes de no aceptar esa buena correlación, con la falta de colaboración e incluso actuaciones disgregadoras. En esto incide la invitación poética, porque al dirigirnos a los demás en busca de alguna respuesta, abundan las gentes FLUVIALES, que como el río se alejarán con la excusa de los más variados rumores, parloteos y jerigonzas; pero desdeñando las preguntas de sus prójimos, sin pronunciarse, en una actitud escapista sin contenidos.


Aturdidos por tantas carencias y limitaciones, somos frágiles hasta extremos angustiosos. Si hacemos uso de esa supuesta inteligencia tan mencionada por todas partes, parece elemental que nos dediquemos a la búsqueda de los saberes allá donde sean accesibles; aún así, no parece tarea para personas aisladas con diversas cualidades. Para aunar esas posibles aportaciones también hemos de recurrir a los demás. Y aquí topamos con gentes INVERNALES, de fríos potentes, que nos responden, pero con una respuesta helada, hosca y despreciativa. El poeta nos recalca estas actitudes lamentables; siguen sin darnos aportaciones colaborativas, con el añadido de su tono desabrido.


Cuando ya nos encontramos un tanto desanimados, chasqueados por los intentos frustrados, sin mejores alientos por nuestras carencias; ya desistimos de buscar remedios de carácter general, no abundan o no conseguimos hacerlos aparecer. Conscientes de la precariedad en cuanto al hallazgo de buenas colaboraciones, solemos decidirnos por actitudes de auténticos zahoríes para encontrar tesoros escondidos. Y al fin encontramos gentes LUMINOSAS, que al menos resplandecen, pero tienden a dibujarnos atrayentes arco iris, absorbentes, aunque distanciados de la menesterosa realidad; con frecuencia con ese tonillo de superioridad irresponsable, dadas sus carencias muy patentes.


Habrá que considerar como colofón los innumerables topetazos recibidos y los previsibles, no para unas renuncias que tampoco conducen a nada satisfactorio, sino para continuar en la tarea investigadora. En las relaciones cotidianas también surgen experiencias con orientaciones fascinantes, si no reflejadas como tesoros abundantes, sí como auténticos HALLAZGOS memorables, que nunca podremos olvidar. Suelen tener un carácter jánico, presentan una cara personal, cuando el buscador encuentra la ubicación de su identidad entre compañías saludables y cuando descubre los elementos valiosos a los que también debe cuidar. El encuentro no puede permitirse distracciones. Cultivar las buenas aportaciones propias es la tarea.


Como centro de la invitación, escribe el poeta, “Si quieres saber lo que es el agua…, bebe”. Pues en eso estamos, en la necesidad de la IMPLICACIÓN personal, si queremos algún esclarecimiento de las tramas tan extendidas. El trayecto personal accede a diferentes niveles, con variados acompañamientos circunstanciales, que requerirán las consiguientes adaptaciones creativas.


Al fin, la SENCILLEZ llama a la puerta, apreciando la buena sintonía si nos pilla aliviando pesadumbres, con la mano en los interruptores ilusionantes y entre los reveses del camino, haciendo gala de un acompañamiento franco y afectuoso. Como vemos, los descartes cobran un especial relieve, sin perdernos en disquisiciones inútiles, tampoco en imposiciones fuera de todo fundamento.

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