La inteligencia artificial ha crecido tanto y en tan poco tiempo que ha conseguido que firmas prestigiosas le hayan dedicado un artículo. Se dan motivos de preocupación. Por más que se pida que se regule su actividad éticamente, ¿qué tipo de ética será la encargada de ponerle límite?
Pienso que el periodista Jordi Juan resume todo lo que he leído sobre la IA y lo hace de manera muy entendedora para los profanos en la materia. Expone qué es lo que hay detrás de la IA: “El gran salto hacia delante de la inteligencia artificial con el GPT-4 va por el camino de convertirse más en un riesgo que no un progreso para la sociedad. En las últimas semanas se ha pasado de la sorpresa agradable que apuntan las grandes ventajas de la nueva tecnología a un creciente temor por la pérdida de empleo, la desinformación, la utilización armamentista o la facilidad para fomentar la ciberdelincuencia. Gobiernos y grandes corporaciones se han lanzado en bloque a experimentar con el nuevo juguete, pero también lo hacen toda clase de organizaciones con finalidades espurias”.
Detrás de la IA se encuentran personas que diseñan tecnología para sacar provecho. La finalidad no es el bienestar de las personas sino obtener más beneficios con el mínimo de tiempo. El temor que genera la IA ha conseguido alarmar. Ya se han levantado voces exigiendo el control de la nueva tecnología y que la ética se encargue de regularla. Me pregunto: ¿qué ética se tiene que utilizar? ¿La ética que actualmente se emplea en la política, la economía y en las diversas esferas sociales? ¿Ha conseguido eliminar el supremacismo blanco, la violencia machista y doméstica, la corrupción política…? Las personas que nos parecían más estimables de súbito nos decepcionan con el descubrimiento de graves fechorías.
La inteligencia humana es muy buena para diseñar tecnología para controlar a la población. Dicen que un control más estricto de la ciudadanía servirá para frenar la delincuencia que tantos estragos realiza. La verdad es que los delitos se multiplican con el agravante de que se comienza a realizarlos en edades más tiernas. Los expertos dicen que la pornografía que ven los niños en las redes sociales es la causante que niños de 10 años cometan delitos sexuales. ¿Por qué no se prohíbe la pornografía que fomenta la maldad? Los intereses económicos de los grandes lobbies lo impiden. Si somos incapaces de extirpar de raíz actividades claramente dañinas que hace siglos que se han afincado entre nosotros, ¿tan ingenuos somos que vamos a ser capaces de frenar la maldad de las nuevas tecnologías, entre ellas la IA?
¿Nos hemos preguntado qué se esconde detrás de la IA? Si no lo hemos hecho, con urgencia tenemos que hacerlo. De ello depende nuestro futuro.
La Biblia nos habla de dos sabidurías: la divina y la satánica. En los humanos dicha dualidad se presentó en el momento en que Eva prestó atención a la mentira del diablo: “¿Con que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? (Génesis 3: 1). La mujer cometió el error de dialogar con el diablo: Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín, “pero el fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios, no comeréis de él ni lo tocaréis para que no muráis. Entonces la serpiente (el diablo) dijo: No moriréis, sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (vv. 3-5). Eva comió el fruto prohibido y sedujo a Adán a seguir su ejemplo. Ahora la sabiduría divina y la satánica operan en paralelo. La desgracia es que la divina es minoritaria.
“Feliz el hombre que encuentra la sabiduría, y que obtiene la inteligencia” (Proverbios 3: 13). Santiago, el autor de la epístola que lleva su nombre trata de las dos sabidurías que se mueven entre los hombres en paralelo (3: 13-18). El concepto que el mundo tiene de sabio es el de una persona espabilada que gana dinero sin importarle cómo lo hace. “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amagos y rivalidades en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad, porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y rivalidades, allí hay perturbación y toda obra perversa” (vv, 13-16). ¿Qué se ve entre bastidores? A Satanás disfrazado de ángel de luz que se acerca a Eva y la engaña haciéndole creer que Dios es un mentiroso que no desea su bien. La consecuencia de su incredulidad: en el acto murió espiritualmente al apartarse de su Creador, a la vez sembró el virus de la muerte física que en el momento determinado por Dios, se ejecutará la sentencia divina. Acierta Jesús cuando considera al diablo “homicida desde el principio y padre de la mentira” (Juan 8: 44). El texto transcrito del periodista Jordi Juan describe las características de la “sabiduría terrenal, natural, diabólica”.
“Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de la justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (vv. 17, 18). La sabiduría “terrenal, natural, demoníaca” construye un infierno en la Tierra. En cambio “la sabiduría que desciende de lo alto” hace de la Tierra en un paraíso. ¿Cuál de las dos es la que prevalece?
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