Todos estamos en la barca de la vida, pero muy pocos nos atrevemos a navegar. La existencia del ser humano es un misterio infinito que se da desde su concepción: el niño, el joven, el adulto y el anciano no han llegado a comprender la grandeza y la inmensidad de su existir. Es menester encontrar dentro de nosotros esa gallardía que nos ayude a descubrir lo que en verdad somos y lo que habita en las profundidades de nuestro ser.
Nuestra vida no debe ser solo superficial, hay un mundo, una sublimidad que es mucho más inmensa de lo que pensamos, lamentablemente hoy en día la mayoría de las personas dejan escapar este precioso regalo, negándose a encontrar en ellos y los demás su gran naturaleza, puede llevarte el afán y la rutina de lo cotidiano, alejarte de tu propio conocimiento y volverte un feroz enemigo de ti mismo o puedes perder el verdadero sentido de tu peregrinar en este universo. Cuando descubrimos cuán grandes y complejos somos, sorprendentemente surge en nosotros el deseo de ver hasta el mínimo detalle de nuestro cuerpo, nuestra mirada se consume con los anhelos del alma y nuestros pies se dirigen hacia donde le dicta el corazón y la razón espera y aguarda.
Es sumamente difícil abarcar dicho conocimiento por lo complejísimo que suele ser la comprensión del alma y cuerpo. ¡Gran misterio! Sin embargo, vivimos sin darle la mínima importancia, somos muy indiferentes a nosotros mismos. Si se nos vuelve una carga comprender y conocer nuestro cuerpo, ¿cuándo estaremos preparados para descubrir los secretos del alma? Si es más profunda que los mares y más oscura que la noche de invierno. Si pudiéramos abrazar la calma, amarnos con amor puro y cultivar la armonía, estaríamos más dispuesto a recorrer este lejano viaje, a pesar de todo no nos quedemos en el confort, cultivemos la reflexión, no dejemos que lo superfluo nos invada, escucha y conoce la voz de tu alma.
Todas las personas necesitamos ser escuchadas y reconocidas por la sociedad, pero no hacemos nada por reconocer la voz de nuestra conciencia, luchemos por descubrir nuestra verdadera verdad en lo alto y el abismo de nuestra complejidad y así seremos atletas de nuestro viaje. Intentemos navegar en este océano sin fin, ahora que tenemos la oportunidad para que el último momento de nuestra vida no llevemos las manos vacías, ni descendamos en la sombra de la muerte, sin conocernos y amarnos.
Que la incomprensión no nos límite, antes bien, se convierta en un deseo inagotable del descubrimiento de la persona humana, aprendamos a vivir con abundancias de lealtad, amor y respeto, así el misterio de nuestro existir se enaltecerá en las cumbres de su creación.
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