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El difícil arte de curar

​Jesús, el Médico, cura las enfermedades del alma
Octavi Pereña
lunes, 9 de octubre de 2023, 18:03 h (CET)

Se habla mucho del dolor y del sufrimiento, pero por ignorancia se silencia la causa que lo origina. 


Una sociedad mayoritariamente evolucionista enseña que el ser humano es el resultado de un azaroso acontecimiento que dura millones de años a partir de una célula que no se sabe cómo apareció y que se enseña como verdad científicamente contrastada. Galeano ha escrito algo que además de curioso es sorprendente: “El futbol es la única religión que no tiene ateos”. Para los evolucionistas el ser humano es ni más ni menos que un animal que ha evolucionado hasta llegar a ser lo que hoy es: Un animal racional que se diferencia de los irracionales. Como se considera que el cerebro humano es ni más ni menos que un cerebro animal, evolucionado, somos incapaces de entender el tema de la enfermedad y del dolor.


Dios creó al hombre “sin defecto de fabricación”. El dolor apareció más tarde debido a desobedecer Adán la prohibición de comer el fruto del árbol prohibido que de hacerlo le acarrearía la muerte (Génesis 2: 17).Adán  comió y murió.  La muerte tiene dos aspectos: la espiritual, que fue instantánea y la física que se presentó al cabo de 930 años (Génesis 5: 5). En el instante en que Adán  murió espiritualmente se inoculó el virus de la enfermedad que además del dolor avisa que la muerte acecha en la esquina.


El Dr., Fernando Martínez-Pintor, dice que se remedia el dolor “con tratamientos que no son solo farmacológicos, por ello es imprescindible saber neurociencia”. El doctor citando a Baselga, dice: “La mayoría de los cánceres tienen detrás una persona que sufre”. Sin la intención de practicar intrusismo hago caso a lo que Jesús dice. “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Marcos 2: 17). Al ver un paciente sobre la mesa de su siquiatra una Biblia le dijo: “¿Vosotros los siquiatras leéis la Biblia?” El Dr. Smiley Blanton, le respondió: “No solo la leo, la estudio. Si la gente absorbiese su mensaje, muchos siquiatras irían al paro”.


El Dr., Fernando Martínez-Pintor, le dice al periodista que le entrevista: “Lo que decía Voltaire: “He decido ser feliz porque es bueno para mi salud”, y esto requiere tener una ideación positiva y ponerle un filtro al catastrofismo imperante”. ¿Quién mejor que Jesús para ser el filtro? “Por esto” dice Jesús, “no os afanéis por vuestra vida” (Mateo 6: 23). Son muchas las situaciones que nos  agobian. Unas son privadas: la adicción a las drogas de un hijo/a, la separación del hijo/a, la muerte del padre o de la madre, de un familiar o la de un amigo íntimo…Otras afectan a la comunidad: La calidad de los gobernantes, la corrupción política, la amenaza de guerra, la inflación, las hipotecas…Ante tantas situaciones que nos secan los huesos y que nada podemos hacer, Jesús nos dice: “No os afanéis”. No os dejéis llevar por el pánico. Cuando una situación nos afane no nos dejemos atraer por ella como el imán atraer el hierro. Ensanchemos el horizonte levantando los ojos al cielo y nos daremos cuenta de que el Padre celestial alimenta a las aves y viste con espléndida belleza a los lirios del campo. El afán por el presente y el que alimenta el futuro incierto fomentan la multitud de trastornos mentales que en un principio son de carácter espiritual. Como el alma y el cuerpo están interconectados, los trastornos del alma afectan al cerebro. Esta relación los evolucionistas la ignoran y se limitan a buscar la sanidad en la neurociencia y en los fármacos. Jesús nos dice: “Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas…Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6: 25-34).  Jesús que es el Enviado del Padre para hacernos llegar su amor, nos dice: “La paz os dejo, mi paz os doy, yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14. 17).


La fe del salmista puede sernos de ayuda para cuando los afanes nos ahoguen encontremos la fuerza para salir de ellos victoriosos: “Ahora conozco que el Señor salva a su ungido. Lo oirá desde sus santos cielos con la potencia salvadora de su diestra. Estos confían en carros, y aquellos en caballos, mas nosotros del Nombre del Señor nuestro Dios tendremos memoria. Ellos flaquean y caen, mas nosotros nos levantamos y estamos en pie” (Salmo 20. 6-8).

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