Lo fácil es atacar al contrario, ridiculizarlo y desvestirlo de dignidad, lo difícil es construir algo útil con los que piensan diferente. La ciudadanía echa de menos una corriente de opinión fundamentada y contrastada por la que puedan transitar la convivencia, la tolerancia y el buen talante.
Viene esto a cuento de lo ocurrido este fin de semana en Madrid, Málaga y Barcelona, pero que se extiende a lo que sucede en Oriente Medio, la guerra de nunca acabar y que siempre vuelve, siempre vuelve, siempre.
En Madrid el sábado habló Pedro Sánchez ante el máximo órgano del PSOE sobre la necesidad de aprobar una amnistía. En la Plaza de Colón, al día siguiente, habló Santiago Abascal encolerizado contra esa amnistía. Y, casi al mismo tiempo, en Málaga, lo hacía Núñez Feijóo en el mismo tono. La amnistía no es por España, es por Pedro Sánchez, la amnistía no es por la convivencia, es por la conveniencia. Algo así argumentó.
Si quitamos el sonido al televisor, vemos un dirigente en mangas de camisa blanca en Málaga amenazando, gesticulando seriamente contra algo que le indigna. Vemos a un abrigado Abascal en Madrid con las manos izquierda y derecha cerrando el volanteo en el atril, como limitando el vuelo del pensamiento contrario, al que acusa de destruir España. Su idea, lo dice él, es el pensamiento único y verdadero.
Pero en Barcelona habló el domingo Salvador Illa para poner un poco de sentido común a la situación política. Sus gestos eran comedidos, su tono susurrante y su mensaje claro. Dice que están en Cataluña por la amnistía para pasar página a una etapa nefasta para la convivencia entre catalanes y entre catalanes y el resto de españoles.
Desde 2017 España encontró un solo momento de oro para la gobernabilidad con los 180 diputados que daban el PSOE y Ciudadanos. No fue posible formar gobierno. Por tanto, la estabilidad hay que buscarla donde se pueda dar. La idea de un partido de centro como lo fue Ciudadanos, que diera estabilidad y eliminara la polarización, sigue siendo una necesidad. De la necesidad sale la virtud. Y ante eso estamos, haciendo de la necesidad virtud.
El enfrentamiento y la confrontación generan violencia. Las derechas no saben hacer otra cosa que llamar a la revuelta política cuando el gobierno no es suyo. Y eso no es bueno.
Lo vemos en lo que sucede con Israel y Palestina. Tendrían que buscar a mediadores de ambos lados que no fueran a despellejar al contrario como si se tratara de un cordero sacrificado. Pero antes de negociar la paz hay que parar esa guerra del más fuerte contra el más débil. La guerra de hoy es la causa de otra guerra el día de mañana.
Si un país como Israel, que tiene permiso previo para todo, que está representado en la ONU como una potencia, y no hace caso de las órdenes que de la organización internacional emanan, ¿qué se puede esperar de este país? Nada bueno para la paz.
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