En las viejas radios de capilla, de finales de los 40, resonaba esta canción interpretada por Jorge Sepúlveda. Pero para mí se hizo más cercana siendo interpretada por un violinista que ejercía su oficio en el arcaico tren de humo que se encaminaba alegremente hacia el Rincón de la Victoria. Eran los primeros años de la década de los 50 y aquel buhonero rifaba alguna cosa y tocaba el violín para ganarse la vida. Desde entonces me enamore de Barcelona y del Barcelona. Apenas pude “volar” me encaminé, en un famoso viaje de estudios de la Escuela de Comercio, a Barcelona. Tendría unos 17 años y pese a las casi 20 horas que tardó “el catalán” en llegar, me quede admirado apenas puse pié en las tierras catalanas. Después a lo largo de la vida, viaje de novios incluido, he disfrutado de una interminable sucesión de desplazamientos a aquella zona; cuatro o cinco veces al año por motivos profesionales. ¡Qué ambiente más maravilloso vivíamos! ¡Qué ciudad más hermosa y que gente más cercana! Todo eso se está acabando. La última vez que he estado ¡un cartero! se molestó porque le hice una pregunta en castellano. Se habla más inglés que español y uno, sin quererlo, se siente como “gallina en corral ajeno”. Si escuchas a los políticos catalanes, estos te hablan de una forma agresiva y amenazante. Parece ser que te entienden mejor en inglés que en castellano y te dicen en la cara que somos unos ladrones que les robamos. Supongo que quedarán muchos catalanes que no piensan así, pero el miedo les hace pertenecer a esa mayoría silenciosa a la que les están amenazando y tomando el pelo desde los estamentos políticos “progresistas”. (Supongo que progreso consiste en volver al “Viva Cartagena”). En fin, me quedaré con mis recuerdos. Las Ramblas, el Alta de San Pedro, el Palacio de ferias, el Tibidabo, el Pueblo Español y la Sagrada Familia. (Volveré a Barcelona cuando esta esté terminada); (largo me lo fiáis). Lo bueno que tiene el “segmento de plata” es que podemos vivir de los recuerdos gratos.
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