El poeta Cristóbal López de la Manzanara, poeta sensorial por excelencia, se alió un día de un modo total con los sentidos, que para eso están, a veces agazapados, a veces reprimidos y de un salto, los saludó y los hizo suyos, porque llegó el momento en que debían salir a modo de palabra y colorido de su persona.
Primero le llegaron los aromas con el Premio de Poesía Nicolás del Hierro en 2021, en Piedrabuena, y publicó su “Libro de los Olores”, y así fueron clasificados, expresados poéticamente, incluidos los olores más variopintos de la sinestesia como el olor al frío, a la paz, a una ciudad determinada, ya fuera Getafe, Membrilla, Manzanares…, pero también olor a domingo, a alegría, a farmacia, a despacho, etc.
Luego llegó el gusto más endulzado con la “Poesía Dulce”, porque “solamente nos queda el dulce en la memoria” y endulzados quedamos 47 poetas en grupo, mezclando versos clásicos de rima antigua con la mejor masa de los dulces de ferias y Semana Santa. A su ciudad de Getafe nos fuimos a presentarlo con la poeta Davina Pazos y a Ciudad Real, con el poeta Alfredo Sánchez, ambos nos introdujeron en lo mejor de la poesía y de los dulces, luego la mistela seguiría endulzando, a su manera alegre y provocativa, el sentir de los poetas.
Sonetos sensoriales, seguidillas, romances, madrigales, coplas, canciones, tercetos, redondillas, soleares, décimas, haikus, zéjeles y liras se amasaban con las ricas yemas y flores manchegas, arroz con leche y tarta de manzana, medias lunas, pestiños, pan de higo, rosquillos, flanes, rellenos, merengues, fartons, mantecados, bizcochos y miguelitos, sin olvidar el mostillo, las torrijas, el mazapán, los bartolillos y tantos dulces como un país fuera capaz de elaborar para el gusto tan variopinto de nuestro Cristóbal y para su editor de la Isla de Delos.
El dulce volumen, exquisitamente editado, cuenta con un estudio de 17 páginas donde Federico García Lorca se hace presente, ya sea recorriendo España con el grupo de teatro La Barraca, donde miren por dónde el teatro y la poesía se hermanaron con los dulces. Lugar donde Lorca dormía, lugar donde se preguntaba por el dulce más famoso del pueblo. Federico García Lorca era un galgo de cuidado, un goloso tan grande como el mismo coordinador del dulce libro que incluso va más allá al relacionar el azúcar con los boticarios y las farmacias, pues era un ingrediente de botica. El interesante estudio acaba con “El canto a la miel”, de Lorca. “La miel es la epopeya del amor,/ la materialidad de lo infinito…/ Pero serán también otros autores los que harán historia en la galguería: Rubén Darío, Samaniego, Storni, Iriarte, Miguel Hernández…, golosos ellos.
Y para acabar con los sentidos de Cristóbal, nos quedan el tacto, el oído, y la vista. De momento, ya le dio un guiño a la vista en unos haikus corales, donde una imagen y tres versos lo dicen casi todo. Esperamos ser sorprendidos por Cristóbal en cualquier momento.
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