La actitud ante la muerte es muy diversa, según las personas. Hay quien piensa que desaparecemos con nuestras células, y que hay que aferrarse a la vida mientras uno esté bien, y otros pensamos que nuestra alma es inmortal y sigue su camino después de esta experiencia. Incluso que la vida más allá de esta vida está llena de cosas mejores que aquí, que venimos a aprender una lección y luego pasar a mejor vida.
La muerte, un amanecer es un libro de Elisabeth Kübler-Ross, psiquiatra suizo-estadounidense conocida por su trabajo en el campo de los cuidados paliativos y por desarrollar la teoría de las cinco etapas del duelo. Allí sostiene que la muerte es solo una transición a otra forma de existencia mejor. Hemos visto ya alguna de las experiencias que comparte, de personas que han tenido experiencias ECM. Siendo una transición hacia un estado mejor de existencia, la muerte no nos debería dar miedo: la comprensión espiritual nos ayuda en esos momentos y da consuelo [1] en los procesos de duelo.
Ella reconoce que “extrañamos terriblemente a los seres queridos; extrañamos su presencia; extrañamos su risa; extrañamos mil momentos. Pero también sabemos que si realmente hemos amado -con amor no condicionado- volveremos a estar juntos por más tiempo que en este plano físico. Y esto nos ayudara un poco más a superar el más grande temor o el más grande dolor. Perder a alguien a quien se quiere es una experiencia dolorosa”. Desde pequeños, hemos aprendido a superar traumas, las lagrimas y el tiempo nos han ayudado a curar las heridas, hemos ido madurando. No hemos de tener miedo a llorar cuando perdemos un ser querido, no caer en la educación estoica de que “los hombres no lloran” por ejemplo, o cualquier otra tontería. De manera que si sabemos que la muerte no es mala, nuestra alma albergará esta comprensión de no sufrir, pero la mente y el corazón sufren. Si hay esta comprensión de la que hablamos, se sufre menos porque se integra todo en esa parte interior nuestra, el alma, desde donde hay una aceptación de ese proceso al que llamamos muerte, viéndolo como algo que abre las puertas a algo mejor. La tristeza es por la nostalgia de cómo era estar con esa persona en la Tierra, pero seguramente atemperada por el hecho de que lo que está pasando es mucho más positivo de lo que, por ejemplo, nos hicieron creer en muchas explicaciones (en un contexto por desgracia negativo) de algunas iglesias. Entre los primeros cristianos, se celebra el “diesnatalis”, el día que han nacido a la vida eterna, dejando este cuerpo. Es una graduación, hemos terminado la lección y comienza algo mejor. Los santos se siguen celebrando, cuando es posible (no está “ocupado” ese día por otros santos, el día en que fallecen, pues es un nuevo nacimiento. Seguía Elisabeth: “Para mí, la muerte es una graduación. Significa que ya sabemos lo que vinimos a aprender y enseñado lo que vinimos a enseñar. Y entonces podemos graduarnos”.Terminado el curso donde hemos venido a aprender, este ciclo de vida, hay una transición a una etapa superior, después de la lección aprendida aquí. Sugiere que la vida es una escuela, y la muerte es el momento en que "graduamos" después de haber aprendido las lecciones que la vida tenía para ofrecer. Cada experiencia, ya sea positiva o negativa, contribuiría al crecimiento personal.
En la nueva etapa que estrenaremos, no tendremos las limitaciones que aquí nos incordian, es una liberación de esas limitaciones.
[1] Elisabeth Kübler-Ross habla sobre la vida, la muerte, y la vida después de la muerte, por ejemplo en su libro La muerte: un amanecer, con una visión optimista con respecto a lo que tenga que pasar.
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