I
La cena de fin de año es ocasión para hacer recuento de las bajas cercanas.
Jorge, el más añoso de la familia, enumera una a una las personas que partieron al más allá durante el año que concluye.
Primero empieza mencionando a los más viejos y concluye con los jóvenes.
El listado llama la atención, porque son más los mozos fallecidos que los veteranos.
Mientras enumera una a una a las personas muertas, entre los presentes las lágrimas arriban.
No es fácil una cena en treinta y uno de diciembre cuando ha habido tantas partidas.
Concluida la parte más triste de la noche, Jorge enfoca su brindis en torno al amor, a la amistad, a las bendiciones que trae consigo la familia, al amor propio, a la esencia de la vida.
Todos brindan, ríen, se abrazan.
Afuera un frío gélido trae aparejada aguanieve.
II Seis de la mañana y el sol no tarda en aparecer.
Un leve calor empieza a sentirse en la vereda que parte en dos el maizal.
Es verano, la naturaleza es pródiga con todos.
Jorge enfundado en su chamarra de pana empieza a sudar, él no quería cubrirse tanto, pero no pudo contrariar a su madre que le insistió a tope se abrigara.
Montado en su inseparable bicicleta, Coque, como le decían de cariño, continúa con el reparto de leche. Tiene que apurarse hoy es día de exámenes e indefectiblemente debe llegar a clases a tiempo. Pedalea y pedalea mientras piensa que falta poco para concluir el ciclo escolar y den inicio las vacaciones.
Ese año es especial, porque dará el brinco de la primaria a la secundaria y con ello de la infancia a la pubertad.
Todo será diferente, piensa para sí, debido a que tendrá menos tiempo para realizar el reparto de leche, pero debe hacerlo, porque definitivamente es imposible que su anciana abuela lo haga.
III Parece que fue ayer cuando por las mañanas piloteando su bicicleta repartía leche y quesos elaborados por la abuela.
Los años pasan sin que uno se dé cuenta, aunque la toma de conciencia viene por los efectos del transcurrir.
Jorge se ha convertido en el segundo profesionista de la familia, el tío Emeterio fue el primero y con ello se transformó en el referente del grupo, porque supo capitalizar muy bien sus conocimientos y acrecentar su pequeña fortuna.
Frente a la tumba de la abuela Jorge reza un poco, saca de su portafolio el título universitario que lo acredita como abogado, se lo muestra al sepulcro, como si con ello lo viera Maty, su abuela; remata diciendo: —misión cumplida.
IV No fue fácil, pero al fin lo hizo.
Cumplidos los setenta años Jorge decidió retirarse del ejercicio profesional.
En poco más de cuarenta años de trabajo logró amasar un patrimonio considerable, diversificar sus ingresos y consolidar una serie de actividades que le dan para vivir muy bien.
Atrás quedaron los días en que tuvo que salvar la integridad debido al enojo de alguna contraparte furiosa o las recriminaciones de algún representado inconforme con la sentencia de su caso.
— ¡Ya no más!, dijo para sí poniéndose el saco gris colocado en el viejo perchero que le regalara el tío Emeterio.
Guardó en su cartera de piel cierta suma de dinero y cerró la puerta que comunicaba la sección de oficinas con el estacionamiento.
Enfundado en su automóvil último modelo tuvo una especie de recuerdo de aquellos días, cuando repartía productos lácteos en su pesada bicicleta Schwinn.
V Esa primera mañana de año nuevo es diferente a todas. Al menos así le parece.
La casa familiar está completamente sola, como bien se dice: “ni una alma en pena”.
Todos seguramente están durmiendo, unos intentando reponerse de los estragos del vino y otros simplemente por el cansancio del trajín de los últimos días.
Jorge fue el primero en despertar y en hacer algo, lo que fuere, pero que se viera que la vida sigue.
Su abuela Maty le toca el hombro, le sonríe y le da un beso, entiende, hasta ese momento, porque esa mañana es diferente a todas.
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