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Lo espiritual y lo sagrado, un ingrediente importante en nuestra vida

La conexión con lo absoluto y la práctica de la religiosidad no solo dan significado a la existencia, sino que también proporcionan consuelo y motivación para vivir de manera significativa
Llucià Pou Sabaté
viernes, 23 de febrero de 2024, 11:50 h (CET)

En Estados Unidos, la gran mayoría de sus habitantes creen en la espiritualidad, aunque son menos los que creen en las religiones, pues se van distanciando de las instituciones, que son menos populares. Independientemente de las afiliaciones, lo sagrado y la religión son cosas importantes. En nuestro tiempo, a veces nos conformamos con cosas comunes y no pensamos mucho en lo sagrado. Pero lo sagrado nos conecta con algo más grande, nos hace mirar más allá de lo ordinario.


No estamos rechazando la importancia de lo sagrado, sino que no nos gustan las reglas estrictas sin razón. Creemos que las personas son sagradas, y que la conexión entre ellas también lo es.

Cuando pasamos por momentos difíciles que pueden dañar nuestra mente, a veces necesitamos algo especial para ayudarnos. Aquí es donde entra nuestro sentido espiritual, que nos ayuda a abrirnos a algo más grande, algo que llamamos Dios, Absoluto, misterioso creador o como queramos llamarlo. Yo entiendo que en ese diseño de todo lo que vemos hay unas leyes universales, y la que rige todo es la ley del amor, aunque haya cosas que no entendamos. Esto no hace que el sufrimiento desaparezca, pero le da un significado. Nos hace sentir menos dolor y nos da razones para tener esperanza. Sin esa esperanza de algo más allá, la vida puede sentirse sin sentido y caer en lo absurdo.


Jean Guitton decía algo interesante: "Entre lo absurdo y el misterio, elijo el misterio". ¿Por qué? Porque piensa que es mejor creer en algo misterioso que no encontrar sentido a la vida. ¿No te parece extraño pensar que una persona simplemente desaparezca y todo lo bueno que tenía se pierda para siempre? ¿No es mejor elegir creer en algo misterioso que da sentido a lo que no entendemos? Guitton y muchos creyentes eligen creer en el misterio porque les da esperanza y sentido a lo desconocido.

   

Pierre Chaunu como historiador decía que "se puede pronunciar el discurso de la muerte-caída en el vacío, que es el discurso de la absurdidad total, pero ningún grupo humano no lo puede asumir durante mucho tiempo y sobrevivir”. El homo sapiens "vive la muerte de los seres amados en un horizonte de inmortalidad.

   

El mismo Freud habló de la imposibilidad de no sentir esa inmortalidad, abordó la cuestión de la inmortalidad en su obra. Por ejemplo, en su obra "El Malestar en la Cultura" (1930), habla de cómo la religión, a pesar de ser una ilusión según sus ideas, satisface las necesidades emocionales y psicológicas de las personas, sugiriendo que los seres humanos anhelan la permanencia más allá de sus vidas individuales, las personas tienen una tendencia innata a buscar una conexión más allá de su existencia temporal. Es decir, la idea de la inmortalidad o algo eterno puede ser difícil de ignorar o no sentir, incluso desde un punto de vista psicológico.

   

En este sentido, Alexis Carrel destaca la intersección de la ciencia y la espiritualidad basado en su propia experiencia de vida.Fue un cirujano y biólogo francés que ganó el Premio Nobel de Medicina en 1912. Conocido por sus contribuciones a la cirugía vascular y por su obra "El hombre, este desconocido" (1935), donde exploró temas más amplios, incluidos los aspectos espirituales y filosóficos de la existencia humana. Tuvo en Lourdes una experiencia espiritual, y si antes fue agnóstico allí se convirtió al catolicismo. Él propugna que tenemos un "instinto de superación espiritual": existe en los seres humanos una inclinación innata hacia la búsqueda de significado y trascendencia espiritual. Y dice que si un instinto no desaparece, es que está basado en la realidad; pues otras formas instintivas que ya no son útiles, han desaparecido de nuestro organismo; esto sugiere quela persistencia de este instinto espiritual indicaría una verdad subyacente en la conexión con lo trascendente.

   

Si bien Freud reconoce dentro de la complejidad de las creencias humanas esa búsqueda de significado y la manera en que las cuestiones existenciales pueden seguir siendo poderosas a pesar de explicaciones psicoanalíticas o científicas, Carrel nos da una explicación de que está en lo más íntimo de la persona ese afán de trascendencia, lo llevamos “de serie”, porque es algo nuestro y real.

   

Para el cristiano, este misterio tiene un rostro, y un rostro humano. Es Jesucristo, que además permanece en espíritu en nosotros, lo que llamamos Iglesia (tanto la visible como la invisible, la que abarca tantos que ni siquiera saben qué es la iglesia o quién es Jesús) que es el cuerpo místico de Jesús, comunión en este Cuerpo del que Jesús es cabeza, y todos unidos, inter conexionados en el espacio y tiempo…

   

Morir, para quien sabe de esa trascendencia, es sólo cambiar de casa, es una fiesta de paso de una vida a la Vida. No anhelamos más, pues no nos bastaría pedir un deseo mágico de 90 años más de vida a un mago, y un segundo deseo de otros 90, porque en realidad no queremos años, lo que ansiamos es la eternidad, mirar hacia el cielo, "el mediodía, que es la eternidad" (S. Juan de la Cruz). No una sala de aburrimiento que a veces nos han pintado donde estamos escuchando música clásica por parte de los ángeles celestiales, sino un instante mágico, fuera de las coordenadas vitales de espacio y tiempo, donde hay todo lo que nos llena en esta vida y aquello que nos gustaría gozar según lo que ahora vemos que son nuestras mejores aficiones. Y cuando se imagina la muerte como la puerta de escape a la eternidad, se entrevé algo espléndido a la luz de la esperanza.

Estoy seguro de que el ser humano tiene una conexión innata con lo absoluto. La religiosidad no es solo algo que se piensa, sino algo que se practica. Los gestos simbólicos en la religión, como arrodillarse para adorar o enterrar a los muertos con la creencia en la inmortalidad, son expresiones de encuentro con lo divino.


Recientemente, un amigo que se considera ateo, pero al responder a la pregunta de un hijo sobre su destino después de la muerte, le mandó a un sacerdote. Sus palabras no coincidían con lo que realmente pensaba, pues probablemente lo que de verdad pensaba es lo que quería para su hijo, no lo que él mismo decía; eso es muestra de que tal vez no era tan ateo como afirmaba. Se han escrito últimamente libros sobre “Qué creen los que dicen que no creen” (por ejemplo el del cardenal Martini & Umberto Eco). Para quienes creen en algo más allá de esta vida, la muerte puede ser vista como una victoria al completar una carrera.

   

En este contexto, la relación con los difuntos que están en otra dimensión, que ya no vemos físicamente, nos impulsa a actuar mejor. Entonces, el sufrimiento cobra sentido si está imbuido de amor. El amor que lleva al sacrificio da valor al dolor, convirtiéndolo en una forma de mantener viva la conexión con aquellos que han fallecido. Cuando entendemos el "por qué" de nuestras acciones, se facilita el "cómo" llevarlas a cabo. Y la memoria de los difuntos nos impulsa a comportarnos mejor, recordando sus deseos y llevando a cabo acciones significativas en su honor.


Existe una comunicación entre nosotros y aquellos que han fallecido. Podemos ayudarles con nuestros esfuerzos y sacrificios, y ellos nos animan como espectadores alentando a nuestro equipo en el campo de la vida. Alrededor de la fiesta de todos los santos y los difuntos (1 y 2 de noviembre) en mi tierra hay una preparación de dulces sabrosos (por ejemplo, los “panellets” a base de almendra) y pienso que esas celebraciones no solo constan de ingredientes tangibles, sino también ingredientes que no se ven, como son los actos de amor y servicio que enriquecen esa experiencia.


En resumen, la conexión con lo absoluto y la práctica de la religiosidad no solo dan significado a la vida, sino que también proporcionan consuelo y motivación para vivir de manera significativa, recordando y honrando a aquellos que ya no están físicamente presentes.

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