En su fábula Historia de una ballena blanca, Luis Sepúlveda escribió: “Cuando me desplazo casi a ras de la superficie, uno de mis ojos observa la costa y sus detalles. El otro se llena de horizonte”. En un nuevo libro que aparecerá el próximo mes de mayo trato de mostrar que eso es justo lo contrario de lo que, a mi juicio, viene haciendo la izquierda llamémosle «organizada en partidos» de nuestro tiempo: no contempla el horizonte.
Las diferentes corrientes de la izquierda llevan varios decenios operando arrastradas por la coyuntura, sin haber elaborado con detenimiento, concreción y rigor un modelo socioeconómico alternativo al del capitalismo que les sirva de guía de actuación. Y por eso no han podido ni pueden frenar el avance del neoliberalismo.
Como señalo en mi libro, el PSOE utiliza el término socialismo como indentificativo ideológico, pero no como un tipo de nueva sociedad a la que aspire. En la Ponencia Marco de su 40 Congreso, por ejemplo, reconoce que lo que busca no son alternativas al capitalismo, sino a “un tipo de capitalismo”, sin avanzar principios de organización social y económica diferentes o que resulten incompatibles con este sistema. El PCE mantiene su aspiración de llegar a la sociedad comunista, pero basta con leer sus documentos para comprobar que no ofrece una descripción de esta que permita saber exactamente cómo funcionaría y cómo sería posible llegar a ella. En la Ponencia Política y Estratégica que acaba de presentar Sumar tampoco hay una propuesta de modelo socioeconómico alternativo al capitalismo de nuestros días. Es decir, que vaya más allá de aplicarle mejoras, como en los casos anteriores y como también ocurrió con Podemos. No basta con decir que se aspira a mejorar la condición de vida de las personas. Hay que descubrir y señalar cómo se va a conseguir eso en el largo plazo y de forma sostenida, en qué modelo de economía y sociedad, y cómo se van a modificar las relaciones de poder actualmente existentes para que sea posible alcanzarlo.
Si la izquierda del siglo XXI no quiere desaparecer o condenarse ella misma a la irrelevancia como motor del cambio social debe elaborar y ofrecer estrategias que lleven a la transformación gradual del capitalismo porque solo con una lógica diferente a la del máximo beneficio que lo mueve puede hacerse frente realmente a los grandes problemas de nuestro tiempo. Desde la amenaza letal que supone el cambio climático, a la crisis de la democracia cuando esta ha empezado a ser cada día más incompatible con la desigualdad gigantesca y la inmensa concentración del poder en pocas manos que se vienen dando.
Sin poner luces largas, sin concretar el futuro al que se aspira y sin anticiparlo, sin generar un relato sobre el modelo de sociedad al que se quiere llegar y sin actuar en la coyuntura en coherencia con el horizonte que se tiene por delante, es muy difícil evitar el presentismo. Sobre todo, cuando enfrente se tiene un poder tan grande y cruel como el que ha surgido de la extraordinaria concentración de la riqueza. Cuando se actúa y gobierna teniendo en cuenta tan sólo el día a día, sin llenarse de horizonte, como dice Luis Sepúlveda, y sin llenar de él a la gente, el peligro de caer en el oportunismo y en la inoperancia es tan grande que se termina cayendo inevitablemente.
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