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Causas invisibles de una guerra cruel

La idea de la participación norteamericana en el conflicto del Chaco cobraría fuerza el 22 de abril de 1934
Luis Agüero Wagner
martes, 2 de abril de 2024, 09:26 h (CET)

El 2 de abril de 1935, el diario La Nación de Buenos Aires, informaba que el secretario de estado norteamericano había expresado en Washington vivo interés por participar del esfuerzo diplomático para lograr la paz en el Chaco. También mencionaba el optimismo del embajador argentino en La Paz, en declaraciones realizadas al enviado especial de La Nación a la capital boliviana.


En los círculos diplomáticos argentinos existía plena confianza en las gestiones del Canciller Saavedra Lamas, puntualiza en la misma edición el diario porteño. La percepción generalizada era que Bolivia había perdido la guerra, pero a Paraguay le faltaban medios para consumar una total

victoria.


La obstinada defensa boliviana de los sitios geográficos que se interponen entre los paraguayos y la zona petrolífera parecían confirmar el papel del petróleo en la disputa, señalado un año antes por el senador Long en el congreso norteamericano.


La administración del presidente Franklin Delano Roosevelt había intentado minimizar el papel de los intereses estadounidenses en la guerra del Chaco, contradiciendo a Long, pero al no poder sofocar el escándalo, el mismo Cordell Hull pedía finalmente garantías para participar de las negociaciones de paz.


Ya el 6 de abril de 1933, el diario Crítica de Buenos Aires reproducía en su página siete una declaración de la empresa petrolera Standard Oil relacionada con la guerra del Chaco. Se trataba de una circular publicada en The New York Times, el 26 de enero de 1933, en un espacio reservado pagado por la empresa.


En el comunicado, la Standard Oil negaba apoyar a Bolivia, y señalaba que no había hecho donaciones ni ayudado de ninguna forma a ese país.


La participación de empresas petroleras en la guerra aparecía diariamente en la prensa latinoamericana, europea e incluso en Rusia.


En enero de 1934, La Vanguardia de Buenos Aires enfatiza lo llamativo del estallido de una guerra por una controversia que por un siglo no había sobrepasado la diplomacia. Interesante tema para una reflexión sobre los verdaderos detonantes de la. Conflagración.


En una audiencia de la comisión del Senado norteamericano que investigaba actividades de las fábricas de armamentos, se leyó en plena guerra una carta del vicepresidente de la fabricante de aviones caza Curtiss Wright, justificando haber vendido sus más modernos aeroplanos a Bolivia. En la misiva, esta autoridad de la empresa alegaba que Argentina había dado apoyo moral y financiero a Paraguay, y que Bolivia había buscado un apoyo análogo por parte de empresas norteamericanas.


La idea de la participación norteamericana en el conflicto del Chaco cobraría fuerza el 22 de abril de 1934, cuando el presidente Franklin Delano Rooselvet envió al Senado norteamericano un documento sobre una factible solución a la guerra entre Bolivia y Paraguay. En el documento, Roosevelt consideraba indispensable la participación de Estados Unidos para lograr la supresión de las agresiones armadas en el Chaco, y hablaba de conversaciones promisorias que maduraban los frutos de una reflexión profunda.


El senador de Louisiana Huey Long ironiza al respecto afirmando en el Senado que era poco creíble el amor por la paz en América Latina, de una administración con sede en Washington que promovía golpes de estado en Centroamérica y era responsable de las condiciones prevalecientes en Cuba y otros países del Caribe.


Demás está puntualizar que de estos dichos y hechos se habla muy poco en los centros educativos de Paraguay, y mucho menos en los medios de difusión, donde la cultura tributaria está muy bien representada. LAW

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