Cuando nos encontramos en época de elecciones, los políticos aparecen totalmente sonrientes ante sus seguidores. Se trata de una tónica general. En el momento en que entran al lugar donde se celebra el mitin, todos comienzan a aplaudir como si no hubiera un mañana. Los ponentes y los asistentes exhiben una amplia sonrisa “profidén”. Se instala detrás del estrado una galería de jóvenes (lo más granado del lugar) que también aplauden a la orden del organizador del evento, que utiliza la técnica del regidor de televisión, para pedir aplausos en el momento oportuno. Esta situación es bastante chocante. ¿Se alegran por los “brillantes” resultados de su gestión o por los fracasos del contrario, al que van a pasar a crucificar minuciosamente a continuación? ¿Van a volver a repetir una serie de promesas que saben que no van a cumplir? ¿No deberían aparecer compungidos y arrepentidos por sus pobres resultados y, a continuación, declarar su propósito de enmienda? Nada de eso. Volverán a abrazarse entre sí y a felicitarse de haberse conocido. Todo esto, hasta que no cambie la tortilla y donde dijeron digo quisieron decir diego. Seguirán visitando mercados, besando ancianos y acunando niños en sus brazos. Hasta las próximas elecciones. Después si te vi… no me acuerdo. Creo que ya no engañan a nadie. Solo van a escucharlos los que son seguidores acérrimos ciegos y sordos para las nuevas ideas. Se echan en falta aquellas primeras elecciones democráticas. Cuando acudíamos a prestar atención a todos los ponentes a fin de conocer los distintos mensajes y obrar en consecuencia. Desgraciadamente acabamos votando al menos malo. O en blanco. Para intentar no ser cómplices de aquellos que nos están mintiendo descaradamente. Porque no dicen lo que piensan, ni hacen lo que dicen. En estos momentos recuerdo como, en el siglo pasado, en una especie de photoshop, desaparecía misteriosamente de las fotografías la imagen de alguno de los que asistían a los mítines políticos. A lo largo de los tiempos muchos de los aplaudidores sonrientes, van a cambiar de idea a lo largo de los años y van a desear que nadie les conozca. Cuestión de chaquetas. Hasta que pasen las elecciones los telediarios se abrirán con sonrisas, abrazos y aplausos. ¡Mientras no sea con puñaladas! Iremos bien. Pero que me expliquen cual es el motivo de sus risas.
|