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El opio de Cañamero

El caladero de votos de la izquierda más trasnochada
Manuel Villegas
domingo, 7 de agosto de 2016, 11:21 h (CET)
La estrategia para tener entretenido al pueblo para que esté amodorrado y su vivir sea un dejar pasar los días sin realizar ninguna tarea útil es muy antigua. Tanto que ya se utilizaba en la época de la República romana en la que la más alta magistratura de la misma eran dos cónsules a los que había que elegir cada año.

Los pretendientes, para ganarse el favor del pueblo y conseguir que los votasen, repartían trigo entre la plebe y los entretenían con los espectáculos de circo. Los famosos “panem et circenses”. Con ello lograban su propósito: la plebe no pensaba en otra cosa mientras duraba el tiempo señalado para los comicios, vivían comiendo y divirtiéndose y entregaban su voto al que más trigo hubiese repartido y mejores espectáculos les hubiera ofrecido, por lo que la rivalidad era despiadada y el despilfarro, por parte de los candidatos, ingente, pero ya se resarcirían cuando llegasen al poder (algo de esta inmoralidad nos suena).

Otro ejemplo lo tenemos con la famosa anécdota que se cuenta sobre el Conde de Romanones.

Éste salio siempre elegido diputado por la provincia de Guadalajara desde 1891 a 1923 y, según comentaban, era porque tenía al pueblo cautivo mediante la compra de votos de los campesinos y de todo aquél que de dejase sobornar.

Antonio Maura, presidente de los Conservadores, quiso darle una lección y trasladó su candidatura a aquella provincia, ofreciendo tres pesetas por voto a los electores, mientras Romanones, antes sólo había dado dos.

Éste, al enterarse, le pedía al comprado las tres pesetas recibidas a cambio de cinco (el famoso duro) que él le entregaba. Casi todos cayeron en la trampa, perdieron las tres pesetas a cambio de las dos, pero las mayoría, lo votaron.

Pero el inefable Cañamero acaba de protagonizar dos hechos que ensombrecen los narrados.

Ha querido dar un golpe de efecto renunciando a su aforamiento, cosa que es un brindis al sol, ya que este derecho es irrenunciable.

El otro acto, ya de más calado, lo llevó a cabo cuando en una de las salas del Congreso, manifestó en una en una rueda de prensa, al parecer amañada, dos, según dicen, falsos periodistas, le realizaron algunas preguntas y manifestó, sin rubor alguno (¿lo tiene?) que la primera iniciativa que propondría al Congreso sería que se pudiese cobrar el subsidio agrario en Andalucía (PER) sin tener que trabajar, eliminando el requisito de las peonadas para poder percibirlo. También, parece ser, que quiere extender esta proposición a Extremadura.

"Los subsidios no son desempleos contributivos y no hay por qué trabajar para tener derecho a recibirlo", ha dicho textualmente, o sea, ¡Todos al pesebre a comer que es gratis!

Cañamero, el trabajo dignifica al hombre. La persona que no se gana lo que come es un parásito de la sociedad a la que explota sin ofrecer nada a cambio.

El ser que sabe que lo que posee es gracias a su esfuerzo y sacrificio diario, se siente satisfecho y orgulloso de estar contribuyendo el engrandecimiento de su Patria, con su pequeño o gran esfuerzo. Tiene la satisfacción de sentirse útil y no una garrapata que está chupando la sangre a los demás.

A muchos españoles nos cuesta mucho trabajo agenciarnos nuestro sustento diario. ¡No cree Vd. más vividores!

En España, hay muchas ocupaciones que podrían llevar a cabo, como la limpieza de bosques, cosa que si se realizase impediría muchos de los incendios que padecemos.

Ayudar en centros de personas mayores, cuidar de ellas, y otras labores más que, puestos a buscar, darían ocupación a los que viven, como reza el dicho castizo “sin dar palo al agua” y viviendo de la sopa boba, costumbre tan antigua que se remonta a la Edad Media y se les aplicaba a los pobres que eran alimentados por los conventos y a los gorrones que, sin contraprestación alguna, vivían de esta manera.

Cañamero, no degrade a las personas hasta este extremo, teniéndolas adormecidas con este opio de vivir a costa de los demás, asegurándose así sus votos.

Con razón las malas lenguas dicen que los mejores jugadores de cartas y de dominó se encuentran en Andalucía y Extremadura.

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