Hay tres enemigos que ya están votando contra Europa. Tres extraños que están votando antes de las elecciones europeas, y seguirán votando después de las elecciones. Dos de los tres encarnan la aguda bicefalia de la clase dominante de la superpotencia estadounidense en su camino hacia el ocaso, y el tercero es la momia reencarnada del viejo imperio ruso disfrazada de nueva potencia emergente. Son un trío de trileros que juegan su siniestra partida geopolítica -antes y después del 9 de junio- con las vidas y los sufrimientos de los pueblos europeos como fichas.
Biden y Trump, la bicefalia estadounidense
Estados Unidos votará en las elecciones europeas. En realidad, la superpotencia estadounidense vota habitualmente en las elecciones europeas y en las de todos los países de la Unión Europea. Pero, en estos tiempos acelerados, ya se ha adelantado la doble intervención de Washington/Mar-a-Lago, previamente preelectoral y esquizofrénica. Las dos fracciones de la clase dominante estadounidense, en última instancia, defienden los mismos intereses fundamentales. Las dos líneas persiguen mantener a toda costa la hegemonía norteamericana. Las dos tienen como objetivo principal la contención del ascenso de China. Y las dos explotan y oprimen a los pueblos del mundo, perpetrando un sinfín de agresiones.
Sin embargo, ambas líneas difieren seriamente. Cuanto más avanza el ocaso imperial, cuanto más crece el ascenso de las potencias emergentes -BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica)- y la lucha de los países y pueblos del mundo, y sin que ninguna de las dos líneas sea capaz de impedirlo, más se agudiza la honda división en la burguesía monopolista estadounidense.
Dominar cada vez más a Europa
La constante intervención política -al servicio del dominio económico y control militar que une a las dos líneas- del “amigo americano” en los “países aliados europeos” se está acelerando de manera esquizofrénica. Antes fue Bush contra Clinton; después Obama contra Bush, pero ahora, con Trump contra Biden, el choque está alcanzado cotas nunca vistas. Y su enfrentamiento se traslada a la intervención en Europa. Y las dos fracciones están ejerciendo virulentamente el voto. Porque ambas líneas practican la intromisión en toda la Unión Europea y la disputa entre ellas es, también en tierras europeas, cada vez más antagónica.
Los dos caminos antieuropeos de Biden y Trump
La descarga sobre Europa -del retroceso económico de EEUU a nivel mundial- va a elevarse dolorosamente, y las sumisas clases dominantes europeas -encabezadas por la burguesía monopolista alemana, cuya economía está en recesión- van a empobrecer a sus pueblos mediante la inflación, las tasas de interés, los recortes sociales y las medidas fiscales. Un informe económico reciente concluye que el crecimiento de la productividad en Europa es “bajo, desigual y en desaceleración” y que la distancia en productividad entre la Unión Europea y Estados Unidos sigue aumentando.
Trump vota política y económicamente a las fuerzas de ultraderecha, y a la derecha partidaria de formar gobiernos con la ultraderecha. Biden vota por la izquierda sumisa en lo fundamental y por la derecha partidaria de acuerdos con la izquierda sumisa -que impide el crecimiento y la influencia del viento popular- que no lucha por la redistribución de la riqueza y la autonomía europea frente al dominio de la superpotencia estadounidense.
La guerra antieuropea de Putin
La burguesía monopolista rusa lleva décadas tratando de recuperar un espacio de dominio exclusivo -un área de influencia vedada, más o menos equivalente al antiguo territorio soviético- que le permita multiplicar su influencia global, como una de las potencias determinantes en el mundo multipolar que se está gestando. La invasión de Ucrania es el pivote -la clave de bóveda- para ese proyecto, y es el motivo de la agresión, largo tiempo preparada. Putin busca debilitar y dividir a la Unión Europea. Y Putin vota a la extrema derecha, y también a la izquierda que no condena la invasión de Ucrania ni apoya al pueblo y al país invadido.
Redistribuir la riqueza y defender la soberanía nacional
Redistribuir la riqueza y defender la soberanía nacional son dos patas inseparables. Cada medida de redistribución de la riqueza -por pequeña que sea- exige un paso adelante en la conquista de más soberanía nacional -aunque sea en pequeña medida- ya que están íntimamente unidas.
Frente al saqueo y ante el ascenso ultraderechista, hay que redistribuir la riqueza. Y redistribuir la riqueza no es dar algunas ayudas sociales, a costa de hipotecar el país aumentando la deuda pública. Redistribuir la riqueza es recortar las inmensas ganancias de los bancos, grandes oligopolios y fondos extranjeros para invertirlos en reindustrializar el país y elevar las condiciones de vida de la mayoría.
Hace falta una España soberana en una Europa entre iguales, independiente de Estados Unidos, de las imposiciones alemanas y de las amenazas rusas. Hace falta otra España que pueda desplegar todo el potencial productivo, profesional e histórico, y que pueda aportar al mundo riqueza económica, humana y cultural.
“No queremos emperadores buenos -ni blancos ni negros ni de cualquier otro color- porque no queremos emperadores sobre la faz de la Tierra.”
|