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Amor de conveniencia

​Por si todavía alguien da crédito al contenido de la “Primera epístola de Sánchez a la ciudadanía”, voy a sacarle de dudas
Gabriel Muñoz Cascos
lunes, 10 de junio de 2024, 09:23 h (CET)

Por si todavía alguien da crédito al contenido de la “Primera epístola de Sánchez a la Ciudadanía”, voy a sacarle de dudas. Como saben, la susodicha carta, de fecha 25 de abril, que parece estar escrita por un torpe tuitero, el habitante de La Moncloa se queja de que, tanto el pueblo español, como la oposición, en uso de su libertad y legitimidad, critiquen las torpes decisiones de él y su gobierno, apoyados por los enemigos de España. Y, para tratar de sensibilizar a los suyos, expresaba que él estaba profundamente enamorado de su mujer. Una afirmación totalmente fuera de lugar, porque Begoña (teóricamente) no forma parte del Gobierno. 


Con posterioridad (el día 4 de junio) nos obsequió con la ”Segunda epístola de Sánchez a la Ciudadanía” con peor estilo aún, que se inicia con el siguiente párrafo: “Mi esposa y yo hemos tenido conocimiento hoy mismo, a través de los medios de comunicación, de la citación a Begoña como investigada el próximo día 5 de julio”. Aquí ya no aparece (¿por olvido?) el amor profundo ni tampoco el amor somero. Algo más duro: Begoña, a secas. Pero hay más todavía. 


Ayer, en los mítines ¡atentos los observadores! había que salvar a Begoña (Free Begoña). Congestos y gritos de las bienpagás marisues y los insultantes bolañeros. El ya no tan enamorado, quería quedar, como siempre, -a la hora de las culpas- en segundo plano (o último, ¿verdad Ávalos?); mientras se dictaban consignas en favor de la investigada Begoña: ¡qué buena!, ¡qué honrada!, ¡qué lista! Y después, el puto amo, sin citar enamoramiento alguno, decía: “vamos a ser los zurdos y las zurdas (¿ya no son rojos?; ¿ya no son la ultraizquierda?) los que vamos a ganar a la internacional ultraderechista. Y hasta exhibieron ridículas camisetas y pulseras como los hooligans. ¡Vivir, para ver!

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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