¿El ansioso por la comida nace o se hace? Ambos supuestos son correctos. La herencia genética puede predisponer a una persona hacia determinados problemas de salud mental, al igual que sucede con la posibilidad de padecer algunas enfermedades como la diabetes o el asma. Sin embargo, “en los casos con los que trabajamos, observamos que son los factores externos los que parecen marcar la pauta en esta cuestión”.
Lo explica la psicóloga Pilar Conde, para quien la ansiedad por la comida está más relacionada con “el estilo de aprendizaje vinculado a la regulación de las emociones, con como éste se ha asociado a la alimentación y a sus hábitos y cómo todo ello se ha mantenido a lo largo del tiempo”.
Este trastorno, que induce a una ingesta excesiva y/o continua de alimentos, en especial los más calóricos, tiene que ver con el mecanismo de recompensa, un sistema cerebral que combina el placer y la motivación. Comer es una necesidad de supervivencia, pero también una actividad que produce deleite. Así, al ingerir alimentos sabrosos, picar entre horas o darse un capricho, por ejemplo, tomar un helado, liberamos las llamadas hormonas de la felicidad, el cortisol y la serotonina.
¿Qué ocurre cuando nos sentimos mal, tristes, apagados, deprimidos? Pues que buscamos, explica la directora técnica de Clínicas Origen, neutralizar esas emociones con algo que nos produzca alivio, calma. Y ahí está la comida, sobre todo, si hemos aprendido a calmarnos con ella. Si, por ejemplo, cuando éramos pequeños nos tranquilizaban con una bolsa de chucherías o nos premiaban tomando hamburguesas, pizzas o cualquier otro plato rico en azúcares y grasas. Nos calmaban con comida y en la edad adulta, ya independientes, hacemos lo mismo, comer para recuperar la sensación de alivio emocional.
Por supuesto, explica Conde, la persona, a lo largo de su vida puede ir aprendiendo habilidades y estrategias para evitar asociar el malestar y la tristeza con la necesidad de comer y es aquí donde entra en juego la terapia. En la consulta del psicólogo se trabajan los pensamientos y herramientas para afrontar situaciones de este tipo. “Primero analizamos la situación y las respuestas de cada persona en tres niveles, pensamiento, emoción y acción. Después activamos mecanismos para cada una de ellas. Por ejemplo, y a nivel emocional, identificación de emociones, psicoeducación emocional, gestión alternativa a través de modificación de interpretación, entrenamiento en estrategias alternativas, solución de problemas, herramientas asertivas. Además, desde Clínicas Origen se aconseja seguir, en general, los siguientes consejos:
- Identificar las emociones propias para comprenderlas y contextualizarlas mejor.
- No dejarse llevar por el impulso de la sobreingesta, que surge cuando nos encontramos ansiosos. La ansiedad, explica la psicóloga, es como una ola, cuando llega parece que la única solución para no ahogarnos es comer, pero todo pasa si esperamos.
- Evitar tener en casa comida no saludable y, asesorarnos sobre la nutrición saludable personalizada.
- No hacer dietas sin seguimiento profesional, ni te saltarse comida para compensar abusos anteriores.
Según datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad, el trastorno por ansiedad es el problema más frecuente de salud mental, puede darse a cualquier edad y afecta al 6,7% de la población española, con una prevalencia mayor en mujeres que en hombres —un 8,8% frente a un 4,5%—, si bien desde Origen se aprecia una mayor afluencia de varones a las consultas en comparación con otros años, siendo todavía el porcentaje mayor de mujeres. Si nos centramos en la alimentación, Se estima que entre un 4% y un 6% de la población joven sufre algún tipo de Trastorno de la Conducta Alimentaria, siendo el de atracón, relacionado con la ansiedad por la comida, el de mayor incidencia.
En relación a las estadísticas, Pilar Conde aboga por una mayor educación de las emociones desde la infancia y en las aulas. Una educación transversal para la prevención y promoción de la salud emocional.
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