El 25 de octubre de 1934, el embajador de Estados Unidos en Brasil Simon Gibson escribe desde Río de Janeiro al Departamento de Estado, para informar que Saavedra Lamas ordenó suspender la reunión del embajador argentino con sus pares de Bolivia y Paraguay.
Si bien el Gobierno argentino primero dio su aprobación y autorización al Embajador argentino para participar, informa Gibson, ahora ha llamado con un largo telegrama de Saavedra Lamas en el que replantea toda la cuestión. Alega el peligro de que la reunión reciba eventualmente publicidad, como una acción fuera de la Sociedad de las Naciones, y que dadas estas circunstancias Argentina no puede participar.
El Ministro boliviano también habló de la dificultad de la aceptación boliviana por la necesidad de adherirse al procedimiento de la Liga.
Bajo instrucciones del Ministro de Relaciones Exteriores, se comunicó finalmente al Ministro boliviano que el Gobierno brasileño se lava las manos en todo el tema; que si en algún momento futuro quiere volver a plantear el asunto debe hacerlo por escrito y con garantía definitiva de su participación.
Todo había empezado cuando a mediados de 1933, Saavedra Lamas había enviado un mensaje al departamento de estado norteamericano donde aconsejaba disolver la Comisión de Neutrales de Washington, transmitido por el embajador Felipe Aja Espil al subsecretario William Phillips.
Phillips a su vez escribió al presidente Franklin Delano Roosevelt aconsejando que Estados Unidos se haga a un lado en la cuestión de la guerra del Chaco, pues no tenía intereses en el territorio. Se trataba de una falsedad, dado que existía un fallo pronunciado por Estados Unidos a fines del siglo XIX concerniente al territorio, y además estaban involucradas empresas petroleras que se habían apropiado del subsuelo boliviano, vendedores de armas el fabricante de aeroplanos de Guerra Curtis, y banqueros de Wall Street que habían concedido créditos garantizados por importantes capitalistas norteamericanos.
La cuestión volvió a llamar la atención en Estados Unidos cuando en mayo de 1934 el senador Huey Long responsabilizó al contubernio de banqueros, petroleros y traficantes de armas de haber incitado a la guerra entre Paraguay y Bolivia.
La necesidad de una salida hacia aguas navegables del petróleo boliviano era una necesidad conocida por el presidente paraguayo Eusebio Ayala, según testimonió el escritor Meredith Nicholson, ministro en Paraguay entre 1933 y 1934. Pero esta necesidad chocaba con los intereses de empresas argentinas como Casado, Mihanovich y Sastre, que ante la amenaza de un bombardeo por parte de la aviación boliviana, enviaron una carta a Saavedra Lamas pidiendo su ayuda.
Eran tiempos del Pacto Roca – Runciman, acuerdo de comercio internacional celebrado el 1 de mayo de 1933 entre la República Argentina y el entonces Imperio Británico. Las mismas autoridades argentinas habían proclamado en Londres que su país era parte integrante del imperio británico, generándose una duradera polémica que enfrentó a liberales y nacionalistas.
Saavedra Lamas participó de un doble juego, mientras su país profundizaba relaciones comerciales con Inglaterra, coqueteando con Estados Unidos a quien el embajador Aja Espil intentaba febrilmente arrancar acuerdos comerciales.
Finalmente, Saavedra Lamas recibiría el Nobel de la Paz a pesar de su conducta sinuosa en la cuestión del Chaco, alejando las posibilidades de negociar un alto el fuego cuando no se ubicaba en el centro de la escena, como ocurrió a fines de Octubre de 1934. El ego de Saavedra Lamas fue enemigo de su ascenso político, pues lo enemistó con personajes que se dedicaron a frustrar su posterior ascenso político.
Se difundió que la guerra acabó sin vencedores ni vencidos, es decir todo quedó supuestamente como empezó dejando a un lado los grandes éxitos militares de uno de los beligerantes.
Los mismos norteamericanos a los que Saavedra se encomendó durante la guerra del Chaco, lo dejaron fuera de juego en 1938, cuando las fronteras entre Bolivia y Paraguay se trazaron a cartabón de acuerdo a la ubicación marcada por los títulos de propiedad.
La política de la buena vecindad, que crió dictadores como Somoza, Trujillo o Batista, acabó gestando uno más de la misma especie en Paraguay. LAW
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