Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Humanismo | Comunicación | Lenguaje | Reflexiones

¿Somos aún 'seres lingüísticos'?

Ignoro si la inteligencia artificial nos va a superar debido únicamente al ingenio de sus diseñadores y científicos. En alguna ocasión deberíamos hacernos responsables de nuestras sombras
Paula Winkler
martes, 19 de noviembre de 2024, 09:29 h (CET)

Según Aristóteles, Martin Heidegger, Hans- Georg Gadamer y otros pensadores, somos seres hermenéuticos, sociales, lingüísticos. Para Santo Tomás de Aquino, no somos por nosotros mismos pero sí, por el otro, los otros. Sin embargo, no puede negarse que nos estamos olvidando bastante de ello. Se han impuesto, salvo contadas excepciones de Occidente, paradigmas de exagerada competitividad e individualismo, ajenos a la especie.


Y como dijera la conocida psicoanalista y semióloga Julia Kristeva, la queja, los balbuceos, el sufrimiento (malestar) de sus pacientes, a juzgar por su aquilatada experiencia profesional, tienen análogo origen: la falta de amor, presente o pasada. Nacemos del lenguaje y en el lenguaje; también, por amor, en el amor o en busca de amor. Esta falta que revela Kristeva puede ser imaginaria o real en cada analizado. Y en el siglo que transitamos, tal carencia (real o imaginaria), además, se encuentra transformándose lentamente, en simbólica: se aplaude a los melómanos y egoístas con inusitada crueldad. “Tenés prestigio, sos exitoso, algo malo habrás hecho contra alguien”, dicho naturalizado hasta por los jóvenes.


Debido a la expansión de razonamientos compartidos, silogísticos y metonímicos, exhibidos a diario en los medios y en las redes como etiquetas, con más un adicional apego a protocolos que sustituyen los rituales y relatos (de la tradición cultural y subjetiva), protocolos que explican al detalle lo que cualquier ser racional podría deducir por sí mismo, el sujeto del siglo delega, feliz, sus pensamiento e ideas al resto de los mortales. Y ejecuta, a lo sumo divulga (sin filtro alguno). Incluso los hace propios o los repite al infinito e ignora, exprofeso, su origen. “Se viralizó”, el gran hallazgo, resultado de eficaces metonimias que circulan a troche y moche en las redes entre familiares, círculo de amigos, foros, grupos, instituciones y medios...


Idealizaciones infantiles, estremecimientos emotivos, exaltaciones descontroladas, fanatismos y odio, mucho odio, si bien, subjetivos, terminan por provocar una atmósfera de convivencia en la que no sólo se obvia lo evidente, negándolo, sino que se estimulan en colectivo verdaderas anomias sociales. Por no agregar, el uso indiscriminado de fármacos y la desvalorización tácita de la dignidad y la ética. Me refiero, claro, a las conductas (particulares de cada uno) que se suponían reemplazarían a partir de fines del siglo XIX y principios del XX, la moral religiosa impuesta desde la Edad Media y Moderna por las iglesias tradicionales. El “sálvese quien pueda”, a la orden del día, genera, así, una de las enfermedades sociales más evitadas, quizá por resultar incómoda y por ello, eludible: la soledad no elegida, la soledad-abandono, la soledad identificada con los de una vulnerabilidad no diagnosticada a tiempo o abiertamente desatendida por los gobiernos y el otro.


Todas las formas del arte constituyen simbolizaciones culturales de lo que no ha sido escuchado ni por gobiernos, ni en sociedad por los demás, y continúa en las sombras de los usuarios del arte, que al consumir el arte y no crearlo, a menudo se resienten, “subliman” con su imaginario como pueden, arrojándose a las fauces de diversas formas de fanatismos, se enferman o adquieren adicciones, no logran superar, evidente, su vida “narrada”. Algunos, lamentablemente, hasta cometen delitos, sea porque por estructura no alcanzaron a comprender la ley ni a respetarla, sea que porque su historia no le permitió tener herramientas para enfrentar y modificar un poco su destino. Ninguno, empero, ni la que escribe, es capaz (cuando menos en Occidente) de tener en mira, a diario, aquella soledad más silente: la muerte. Si fabricar un planeta inmortal es un desafío difícil para crear personajes tales en la ficción, en lo real es preferible olvidar nuestra finitud comprobada como buena defensa pulsional a fin de seguir existiendo con el menor malestar posible. Así parece y lo demuestra la historia, que está hecha de próceres y valientes y sufrida por temerosos y cobardes traidores, por muchos inocentes.


Sin embargo, lo que se suele desconocer con obcecada prolijidad, es la alta exposición contemporánea (hoy, sinónimo de “transparencia”), ya no más privativa de ídolos, líderes, “famosos” y de consagrados. La exhibición es pan de cada día, es cierto. Aunque, bueno sería saberlo, produce una demanda permanente (de logro, ascenso y éxito, de lo que fuere…) y termina haciendo creer al sujeto, que su imagen, su alias, su prefabricado perfil, lejos de ser una síntesis pueril de sí mismo, a veces prótesis siniestra, lo zambulle en una soledad no elegida, más irresoluta todavía que la que transita de por sí a diario.


¿Somos “zoon politikon”, seres hermenéuticos, “animales lingüísticos”, “seres en sí con relación al otro”, como pensaron San Agustín y Santo Tomás de Aquino, Sigmund Freud y Jacques Lacan, somos a lo sumo seres racionales en la época? Observo que nos vestimos de teflón ante las catástrofes mundiales. A lo sumo lagrimeamos en casa o en misa y enseguida, nos metemos en nuestras baticuevas como si la única unidad social fuera “la familia”. Y nos mantuvieran “conectados” los cientos de mensajes promiscuos, de mal gusto y odiosos que circulan por las redes.


¿No nos estaremos convirtiendo en seres lingüísticos de baja intensidad y de sospechada humanidad? Parece que es preferible delegar las cosas del amor a las pantallas del cine y las plataformas, al arte en general. Total, al vecino no se le conoce, para qué intentar vincularse con él. El espectáculo de las noticias y en las redes, por lo demás, ayuda a descargar rabias ancestrales, confundir interés con principios y convicción. A hacerse el hábil comentarista, de teflón y siempre, a animada distancia...


Ignoro si la inteligencia artificial nos va a superar debido únicamente al ingenio de sus diseñadores y científicos. En alguna ocasión deberíamos hacernos responsables de nuestras sombras: nos han hecho creer que continuamos siendo “animales políticos y lingüísticos” cuando, en verdad, nos creemos exitosos a pura dimensión interna y a franca prótesis de imagen visual. Trovadores de una esperanza y trascendencia bastante inalcanzables... Si la exagerada fe en lo colectivo produjo estragos históricos, la mirada singular despojada del amor que nos nutre como personas tampoco nos va a garantizar el arribo a un futuro mejor.


Tal vez, mi escepticismo se deba a mi edad. Siempre habrá jóvenes que tomen la posta de esta inquietud y que nos sorprendan. Por y para ello, escribo, leo (y todavía, vivo). 

Noticias relacionadas

El profe me tiene manía. Cuando dices eso, el mundo empieza a torcerse. Ahí está el germen de todo lo que viene después. Y si tus padres lo toleran y aceptan esa visión de los hechos, ya te habrán convertido en un narrador excepcional de tu propia vida y tendrás lectores que te seguirán y que, más allá de la verosimilitud que esgrimas, aceptarán las causas de tus contratiempos sin ningún problema.

Noviembre de 1934 fue el mes de los desastres militares y políticos bolivianos en la aleccionadora y poco explicada guerra del Chaco, un conflicto cuyas motivaciones son difíciles de explicar incluso para quienes fueron beligerantes.

Mientras nos deslizamos por el prolongado y resbaladizo proceso de transferencia presidencial en la única superpotencia realmente existente, mientras seguimos sufriendo sus sacudidas, las dolorosas sacudidas de un imperio en su ocaso, no sabemos todavía las decisiones que nos van a golpear a los demás países y pueblos del mundo, pero podemos atisbar algo de lo que nos espera.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2024 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2024 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto