Noviembre de 1934 fue el mes de los desastres militares y políticos bolivianos en la aleccionadora y poco explicada guerra del Chaco, un conflicto cuyas motivaciones son difíciles de explicar incluso para quienes fueron beligerantes.
El 20 de noviembre de aquel mes, viendo la escasa voluntad de combate y el incremento de la deserción hacia la frontera Argentina a través del río Pilcomayo, lo que desintegraba sus unidades, el alto mando boliviano, desesperado, requirió tropas del coronel Toro, para frenar intentar frenar el avance paraguayo hacia Villa Montes.
El Tercer Cuerpo de Ejército paraguayo, al mando del coronel Delgado, había ocupado Ballivián el 17 de noviembre de 1934, explotando rápidamente el éxito de El Carmen. El 16 de noviembre, el presidente boliviano Daniel Salamanca se había enterado de la derrota del ejército bajo su mando, a través de los comunicados paraguayos. Los jefes militares bolivianos se encontraban muy ocupados engañándolo con partes falsos y maniobras imaginarias para esclarecer los sucesos.
Los paraguayos avanzaron en la segunda quincena de aquel noviembre de 1934, en persecución de las fuerzas bolivianas en retirada las que, totalmente desmoralizadas, no pudieron sostenerse en Guachalla ni en Estrella, posiciones que cayeron el 21 y 25 de noviembre.
El general Placek, jefe de la misión checa que asesoraba al ejército boliviano en sectores claves como instrucción de oficiales, estado mayor e ingeniería, no podía creer que las formidables fortificaciones de Ballivián, que él había visitado en septiembre de 1934, hubieran caído semanas después en poder del ejército paraguayo sin disparar un solo tiro.
En Ballivián, cien mil hombres se habían enfrentado varios meses a lo largo de 120 kilómetros, en un estancamiento que inspiró analogías con las batallas de la Primera Guerra Mundial. Para algunos periodistas, Ballivián estaba adquiriendo contornos de un Verdún chaqueño.
Dejando a un lado la importancia estratégica de ese fortín, parecía que hubiera más empecinamiento que razones militares para sostener la sangrienta lucha a su alrededor.
Pocos días después las instalaciones militares bolivianas en Cururendá y Samayhuate, esta última a más de 100 km al norte de Ballivián, después de ser abandonadas por soldados, personal hospitalario y civiles, fueron demolidas e incendiadas.
El presidente Salamanca, partió alarmado de La Paz rumbo a Villamontes, solo para ser derrocado pocos días después.
Días antes, el encargado en Paraguay Butler, informaba al Secretario de Estado que al comentar la reciente victoria paraguaya, el Presidente Ayala afirmó que ahora cualquier tratativa de paz debe tener en cuenta la situación creada por esta victoria paraguaya. Si bien la actitud paraguaya se verá endurecida por los éxitos militares, también hay factores importantes que trabajan por la paz, añadió Butler.
“Se me ha informado extraoficialmente que es posible que se haga un esfuerzo para establecer contacto entre los dos beligerantes con el fin de explorar la posibilidad de negociaciones directas’, concluía la comunicación a Washington.
En pocos días, los mismos jefes militares que con su insuficiencia habían llevado a su ejército al desastre, llevarían a cabo una de las pocas operaciones exitosas hasta entonces en aquella guerra, cercando en Villa Montes al presidente y obligándolo a renunciar. LAW
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