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Ante los nuevos signos del momento

“Humanamente todos estamos llamados a descubrir la lírica, que no suele estar en el poder ni en la riqueza, sino en la pequeñez de una flor acariciada por unos labios inocentes de niño”
Víctor Corcoba
lunes, 6 de enero de 2025, 10:44 h (CET)

Hay que volver a lo auténtico y destronar de nosotros el territorio de lo incierto. Hacen falta gentes de verbo y de bien, personas que alienten y alimenten una gran esperanza y posean, por ello, un fuerte valor y una gran valentía. No caigamos, pues, en la desilusión. Ha llegado el momento del afán y del desvelo, de aprender de lo vivido y de emprender un largo viaje siguiendo el sueño de la contemplativa mística, el don precioso de iluminar nuestra existencia de reencuentros y hallazgos, fusionando cultos y culturas, antes de que nos arruinemos a nosotros mismos con todo lo que nos rodea. Quizás tengamos que recogernos, requerir clemencia, ofrecernos a formar y a conformar familia aquí en la tierra, pero con la mirada puesta siempre en el horizonte del verso.

 

Hemos de volver a ser poesía de verdad, revolviéndonos hacia sí, para conseguir cambiar estrofas vivientes. No podemos continuar con este espíritu egoísta, endiosado a más no poder, precisamos de otro ánimo cooperante más humilde y de servicio. Sin duda, el modelo colaborativo y cooperativo es una solución crucial para abordar los desafíos globales. Por consiguiente, será benefactor que las instituciones y agencias de desarrollo promuevan este solidarizado anhelo, centrado en los humanos, lo que requiere juntar voluntades para revivir el entusiasmo, a través del hálito formativo, fortaleciendo capacidades y facilitando además la colaboración internacional. Se trata de armonizar entre todos el progreso económico, social y anímico de la ciudadanía.

 

Nuestro destino, se ha de sustentar en usar no sólo las fuerzas físicas, sino también el ingenio y la perseverancia, como tuvieron los Magos de Oriente emprendiendo un largo viaje siguiendo una estrella, y que supieron arrodillarse ante un niño y ofrecerle sus dones preciosos. Esta lección de unos corazones postrados en exaltación, no la podemos olvidar. Pasan los años, pasa el tiempo, pero el valor de mirar y de vernos por los senderos del mundo está ahí, iluminándonos de inspiración y alumbrándonos de afecto verídico. A todo hay que ponerle corazón, también a la ciencia y a la tecnología cuántica, que inunda todos los ámbitos de la vida de la sociedad humana, incluyendo el clima, la energía, la seguridad alimentaria y el agua limpia.

 

Ahora bien, tampoco nos desorientemos. Un poder incontrolado, cualquiera que sea, procrea monstruosidades y se torna en contra nuestra. En consecuencia, ninguna máquina debería jamás dominar a un ser humano, hasta el extremo de poner fin a su vida. Quizás tengamos que poner de nuevo en el centro, la dignidad de la persona y batallar porque esa dimensión dominadora deje de existir. Sin embargo, ojalá que esos cauces nuevos que están ahí, para todos, como esa química cuántica que está apoyando el desarrollo de nuestras vacunas y medicamentos o esa ciencia cuántica fundamental para el desarrollo de nuevos materiales que impulsan la innovación tecnológica, que además son parte integral de muchas industrias, sean accesibles para todos.

 

Son multitud los nuevos signos que  se nos acercan, o las nuevas llamadas sumergiéndonos en la realidad. Porque cada aurora lleva consigo una ruta vivencial, un quehacer en la innata misión del ser. Lo importante es saber discernir los caminos y tomar el andar adecuado. Desde luego, no es nada fácil renunciar a lo que seduce. Los Magos no se dejaron engañar por Herodes. Supieron abrazar el horizonte propicio. Humanamente todos estamos llamados a descubrir la lírica, que no suele estar en el poder ni en la riqueza, sino en la pequeñez de una flor acariciada por unos labios inocentes de niño. Es, precisamente, esta belleza espiritual la que nos carga las pilas del  buen deseo, que no es otro que el cultivo del amor de amar amor; eso sí, poniendo el alma en el cielo y los pies en la tierra.

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Inventamos a nuestros enemigos cuando procede, que suele ser casi siempre, tal vez porque ideamos asimismo todo lo referido a nuestras vidas. Ocurre ello a escala individual y subjetiva, pero también a escala colectiva, sea en el nivel familiar, grupal, tribal o político.

Dos rasgos peculiares han favorecido la gestión del comentario de hoy y su contenido. La relectura de un libro que mantengo entre mis preferidos y el acercamiento a la situación real de la presencia humana en el mundo. El libro es “El quinto día”, de Frank Schätzing; nos viene de perlas, para enlazar con una serie de consideraciones relacionadas con las andanzas de los seres vivos en mares y tierras, unas de lo más patentes y otras poco o nada conocidas.

Recuerdo aquellas noches, después de las sencillas cenas de un colegio religioso, cuando salíamos a los patios del Colegio, en realidad las partes traseras del edificio. No olvidaré los paseos en grupo, rodeando a alguno de nuestros profesores. Se hicieron famosos los que presidía un sencillo sacerdote venido de Japón.

 
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