Con la actualidad en la mano, convendría templar el ambiente y evitar dejarse llevar por el siempre tentador camino de las emociones, con sus “pásalo” y sus típicas espontaneidades. Nadie tiene la obligación de sentir simpatías por éste o por cualquier otro Gobierno, pero la justicia y la verdad, grandes palabras que ahora son ingredientes de todas las salsas, no tienen nada que ver con los afectos y desafectos. Y da la sensación de que en función de la antipatía que nos merezca quien sea apuntado por algunos medios de comunicación, no son necesarios ni válidos los controles, ni las normas, ni las garantías, ni los propios tiempos.
¿Existe la presunción de inocencia en España? Resulta difícil mantener que sí después de lo que leemos y escuchamos en estos últimos tiempos, en los que se dicta sentencia antes incluso de que se formulen los cargos. Son muchos los que dan por reales documentos filtrados a algún periódico, y que luego debe admitir con bochorno un error de portada... ¡Y en teoría es una exclusiva presuntamente contrastada! Y no estoy hablando de delitos y culpas que eventualmente merezcan castigo, sino de la urgencia por convertir una sospecha en evidencia, sin más respaldo que la tirria que se le pueda tener a unas siglas.
Todo el mundo ha pensado alguna vez, o es lo que yo creo, en el escenario al que puede conducir la veracidad de esos papeles que se publican hoy en portadas de prensa escrita exigiendo dimisiones y encendiendo ya la hoguera.
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