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Francisco J. Caparrós
Comunicación positiva
Francisco J. Caparrós, nacido en Palma de Mallorca en 1960, es diplomado en Educación Social y experto universitario en Autoconocimiento, Comunicación y Diálogo. Miembro fundador del Movimiento Socioeducativo Elauvo, organización que dirige su interés hacia la intervención socioeducativa en sus diferentes ámbitos, forma parte del equipo de orientadores desde su creación. Como teórico de la educación, ha presentado diferentes comunicaciones en congresos, así como artículos en revistas de pedagogía social. Tiene publicados cerca de un centenar de artículos de opinión en diarios de ámbito regional, así como una treintena de relatos breves en publicaciones periódicas.
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La noticia que más me ha impresionado de este calurosísimo verano, aburrido como pocos en mi humilde opinión, ha sido la del descubrimiento de varios cientos de féretros que permanecían ocultos bajo llave en una nave del cementerio de Manacor, ciudad que se encuentra entre las cinco o seis de mayor importancia de las Islas Baleares.
No resulta sencillo dar pábulo, así como así y por las buenas, a un titular de supina extravagancia como el que subtitula estas líneas, máxime aun cuando la tribuna desde la cual su original ve la luz por vez primera resulta ser, cómo no, Internet.
No soy adivino, ni tengo un oráculo de confianza al que acudir para consultarle por el estado de ánimo de los arcanos que mueven a discreción los finos hilos de la política, pero me da a mí que nuestro presidente en funciones está decidido a tensar tanto la cuerda, aquella que en teoría les une virtualmente a Unidas Podemos, los únicos socios con quien por el pelaje de ambos comparten los mismos anhelos, que llegará el mes de septiembre y con él una nueva convocatoria de elecciones generales.
Me preocupa sobremanera que el discurso peligrosamente misógino que esgrimen determinados responsables políticos para negar, no ya el incuestionable menoscabo que ha sufrido la mujer secularmente a lo largo de la Historia frente al hombre, sino que en la actualidad continúen padeciéndolo, cale como lluvia ácida en el pensamiento de los intelectualmente vulnerables. Es en ese caldo de cultivo, justamente, donde proliferan los sofismas.
No alcanzo a imaginar qué pueden enseñarle sobre sexualidad al abusador de un niño de apenas 8 años, que el pederasta no sepa ya más que de sobra. No soy psicólogo, pero sí capaz de elaborar un somero diagnóstico, de ahí que se me antoje como de flaco favor el que se le está prestando no ya al menor que padeció en carne propia tamañas iniquidades, sino a las potenciales victimas del desviado de marras a las que la justicia parece abandonar a su albur.
Por fortuna, las prisiones japonesas no se encuentran entre las más severas del mundo civilizado, aunque tampoco deben representar ninguna bicoca para quienes están condenados a cumplir en ellas sus condenas. Aun así, el número de ancianos residentes en aquel país que cometen fechorías lo suficientemente graves como para acabar hospedados entre rejas una larga temporada.
La Justicia es más lenta que ciega. Lo es, sobre todo, porque cualquier ciudadano sensato, sintiéndose mínimamente agraviado en su amor propio, acude instintivamente a ella. Ciega, también, al menos desde mi particular punto de vista, si bien este postremo epíteto no sea el adjetivo más adecuado con el que calificarla de iure.
Para la derecha más recalcitrante, Sánchez no es más que un advenedizo usurpador de tronos, un príncipe del averno que con habilidades propias de trilero se hizo con las riendas de este país un aciago día de infausto recuerdo, sumiéndonos en las tinieblas.
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