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Raúl Galache
Raúl Galache (Madrid, 1972) es profesor de Enseñanza Secundaria en la especialidad de Lengua castellana y Literatura, labor que compagina con la docencia en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid. Como escritor, se ha dedicado principalmente a la narrativa. Ha publicado el libro de relatos Torres sobre la arena y la novela de enseñanza de español como lengua extranjera Las tinieblas de Salamanca. Sus cuentos han sido reconocidos en varios certámenes literarios. Además, colabora en diversos medios digitales como crítico teatral y literario. Copresenta los podcast El canto del dodo (espacio de humor y literatura) y Consultorio didáctico, el podcast para profesores inquietos. |
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Mi niño es superdotado. No veas lo listo que es. Siempre hemos sabido que tiene un cerebro privilegiado. Antes sacaba todo sobresalientes. Con lo que oía a los profesores le valía para sacar notazas. Ahora, en el instituto… no te lo vas a creer… suspende.
El manto que arropaba la espalda ha caído como un pliegue de hielo derretido; la cabeza ladeada, como si anhelara un mundo que fue el suyo. Nada es natural en la foto y, sin embargo, todo es cierto, tan cierto como que la modelo está muerta.
Como cada año, cuando llega el invierno a la urbanización, Ana ve las bellotas sobre al asfalto del aparcamiento. Caen al suelo en un intento estúpido y ridículo de perpetuar el árbol que las ha enviado, duras y henchidas, a germinar en tierra fértil.
Marina habla desde el fondo de sus nueve años. Su voz es tan sensible como descarnada, tan decidida como acobardada, tan ingenua como irónica. Marina sabe lo que pasa y lo que le pasa. Marina sabe que su madre está muy enferma, sabe que le ocultan cosas.
Desde que Antonio se fue, Conchi tiene el suelo de la casa más limpio que nunca. Cada mañana, cuando Roomba acaba su tarea, se complace en caminar descalza sobre el parqué por el mero gusto de sentir inmaculada la lámina de barniz bajo sus plantas, sin una sola partícula que se le pegue a la carne blanca, ni el mínimo grano de arena de playa, como si anduviera sobre el suelo de una nube; sobre el pavimento del mismísimo cielo, se dice Conchi.
El pasado jueves 27 de junio tuvo lugar en la Casa de Aragón, en Madrid, la presentación del libro de Diego Vadillo López “Francisco Umbral y la desquiciada eufonía” (Manuscritos).
Resulta que Sergio Ramos, futbolista de profesión, se casó el otro día en Sevilla. Los fastos han sido babilónicos, al parecer.
Sabrina es una obra que desasosiega y distancia al lector, como si quiera atarlo a las páginas y a un tiempo librarse de él. Su estilo seco y minimalista recuerda a la prosa de Carver, a esas frases desdeñosas con el lector, al que parece decirle “esto es lo que hay; a mí no mires”.
En lo referente a los robots, este es el gran miedo al que nos enfrentamos y, por ello, ha sido tratado de manera recurrente en la ciencia ficción.En Blade Runner, los replicantes Nexus 6 son “retirados” porque se han rebelado contra sus dueños; “más humanos que los humanos” es el lema de la Tyrell Corporation, empresa que los fabrica.
Me pareció, por tanto, más sencillo juntar trozos de vidas, como si de un monstruo de Frankenstein se tratara, y así alumbrar un arquetipo despojado de matices atenuadores, un hijo de puta modélico, la idea platónica que encuentra su reflejo imperfecto en nuestro mundo sensible.En la primera infancia, el sujeto quita objetos a sus congéneres por el mero hecho de ver cómo reaccionan; muestra interés, al parecer, en el sufrimiento ajeno.
Es un suspiro, un parpadeo, una brizna de tiempo el instante que separa el pensamiento de la acción, y, sin embargo, en tan breve espacio, caben mil vidas. Porque a veces da miedo decidir. Decidir supone descartar vidas que ya nunca serán pero que quedarán ahí, abortos de existencias que tal vez nos pedirán cuentas en nuestras pesadillas.
Garcilaso de la Vega tuvo un paso efímero por el mundo; poco más de treinta años, muchos de ellos entregados al amor desaforado a una mujer que nunca le correspondió. Lo mismo el bueno de Garcilaso, a pesar de su pena amorosa, fue un tipo alegre, dado a la algarabía y al despiporre, y se lo pasó como un gorrino en su charco de barro. Puede ser. Pero lo que le ha hecho inmortal es el sufrimiento, su lamento de amor frustrado, o más bien, el modo en que lo expresó.
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