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Vicente Manjón Guinea
Vicente Manjón Guinea
Cerca de 150 fotografías del fotógrafo sudafricano pueden verse en la exposición “Sin segundas intenciones”, instalada en Fundación Mapfre (Madrid)

A principios de los años 70, el fotógrafo David Goldblatt publicó un anuncio por palabras donde decía «Me gustaría fotografiar gratis a personas en sus casas… Sin segundas intenciones». Sin duda alguna mentía porque el fotógrafo hizo testigo al mundo, que miraba para otro lado, de la denigrante política de Sudáfrica: de un apartheid y de brutales políticas segregacionistas a finales del siglo XX y principios del siglo XXI.

Es el momento de dejar de envolverse por piruetas propagandistas y de poner fin a una política de artificio y fuegos artificiales

Decía Muñoz Molina en su libro 'Todo lo que era sólido' «que los nacionalistas vivan subyugados por las mitologías patrióticas de origen y por la obsesión de la pureza es comprensible. Que la izquierda no solo las apoye, en cuanto se le presenta la ocasión, sino que además los imite en cada uno de sus devaneos y se esfuerce en ir todavía más lejos es un enigma que, por cansancio, ya he renunciado a explicarme».

Reseña literaria del libro de Roberto Saviano, aguerrido periodista de origen napolitano. El libro nos adentra en aquella época negra y perversa de la Italia de la Camorra y de la Cosa Nostra

Hay literatura que pasa por nuestras vidas como un cuerpo sin alma. Es ese tipo de literatura cuyo único fin ha sido el talar unos cuántos árboles para alimentar de papel esos libros estériles. Son los típicos libros del fogonazo, del flash, de las cenas y las galas, de los premiados y los del rostro televisivo. Son libros que en modo alguno remueven las conciencias y que después de leer alguno de sus capítulos puedes dormir placenteramente, sin que nada turbe el sueño.

Impresiones sobre la exposición fotográfica que puede verse en el Palacio de Abrantes de Madrid (Istituto Italiano di Cultura)

Decía Susan Sontang que «la fotografía es un documento social. Un instrumento propio de la clase media, a la vez celosa y meramente tolerante, curiosa e indiferente, llamado humanismo, para el cual los barrios bajos eran el decorado más seductor». El fotógrafo y su cámara son notarios de una época y de un tiempo donde en cada instantánea quedan grabadas las heridas del tiempo.

Hace unos días recibí de la editorial Anagrama el libro de Roberto Saviano titulado Los valientes están solos. Libro apasionante que he comenzado a devorar por la forma directa de contar una historia de coraje e integridad que terminó con los restos del juez Falcone volando por los aires a consecuencia del atentado perpetrado por la Cosa Nostra, al mando de ese tipo con cara de paleto bobo, Salvatore Totò Riina.

Las instantáneas de Gasparini muestran las realidades de dos mundos en apariencia opuestos, el primer mundo y el mundo subdesarrollado. Cada una de sus fotografías es el juego de matices de sus abismales diferencias. Cada pulsación en el botón de disparo de la cámara es como agrandar la vena ya abierta para que nos adentremos en un río de grandezas y de miserias.

Recuerdo con nostalgia la época en la que uno terminaba sus estudios universitarios y metía de lleno la cabeza en el mundo laboral. Ya no había marchas atrás. Se terminaron para siempre esos años de universitario, nunca más ya repetibles. Las conversaciones sobre cultura, sobre política, sobre música. Los exámenes, los espacios de relajamiento en la pradera de césped recién cortado que rodeaba la Facultad, los vinos en Argüelles, las copas en Malasaña...

Un pequeño jardín interior donde brotan diversas flores y plantas, e incluso algún que otro árbol tropical, es el patio que da acceso a la sala donde se organiza el acto. Es la noche de los libros y la Asociación Colegial de Escritores, de la mano de la Fundación de Ferrocarriles Españoles, ha organizado un pequeño evento, que no es otra cosa que un tributo a nuestro poeta Vicente Aleixandre.

Hay ocasiones en las que uno, casualmente, consigue leer un texto con cierta enjundia política e incluso filosófica. Algún que otro artículo, que pasa desapercibido de entre tanta morralla acumulada en la escollera del periodismo mamporrero, nos enciende una pequeña luz en el pensamiento y la razón. Uno de esos escasos artículos a los que me refiero es La política contra los pueblos de Ramón Jáuregui, exministro de la Presidencia y exeurodiputado.

Veo en pantalla aparecer su rostro, de barba poblada y canosa, pelo fosco y duro en raíz, el cuello de la camisa desabrochado que deja entrever la frondosa pelambrera de hombre, de pelo en pecho, de los de antes, muy distante a la moda metrosexual; y es entonces, cuando me viene al recuerdo la imagen de esos pistoleros de taberna del oeste que entraban a la cantina, en un día de lluvia torrencial, acompañado de varios de sus secuaces.

No hay camino peor que el aburrimiento para terminar encontrando hechos inusitados. Llevado por mi hastío frente al televisor comienzo a hacer 'zapping', ese deporte sedentario tan típico de los entrados en años. Y en una de esas expediciones indolentes termino por arribar en un programa que se emite en La 1 de Radio Televisión Española.

Pienso, y esto no deja de ser una opinión exclusivamente personal, que la literatura debe estar escrita siempre desde el foco de la ilusión y la esperanza. Son los esenciales avituallamientos para la creatividad. No digo ya que las novelas deban tener un matiz rosa y de amores platónicos que nos alejan de la realidad. Porque ante todo hay que tener presente el punto de unión entre la ficción y la realidad.

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