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Reunión de falsos alfareros, hace días, llenaron todos los medios. Presidentes de reinados comprados con votos serviles, trajeados con ropa pagada por todo el gremio laboral, plantaron cara para la foto de familia unida antes de la herencia. El pueblo murmuraba porque, la verdad, no podía hacer otra cosa; alguien vendría a callarle. Los disfraces suelen ocultar burdas situaciones, físicas, cívicas o morales.
El error de uno es la exageración en sus términos y formas. El otro hierra por su soberbia de “camisa y pañuelo” de señuelo elitista.
Ceuta es una realidad, mezcla de sentimientos enfrentados: uno, la españolidad histórica debilitada. Otro, el islamismo protegido y teledirigido desde Marruecos.
Supongo que a la mayoría de nosotros no nos gustan las discusiones. Y mucho menos cuando las mismas descienden a lo personal. Se tiene muy poco en cuenta el dicho popular que sentencia: “Cuando uno no quiere… dos no discuten”. Estas reflexiones han venido a mi mente durante mi asistencia a una reunión de una comunidad de vecinos.
La falta de acogida para sentirse integrados en una comunidad, es otro de los grandes males del mundo actual. No pasamos del sueño de la política inclusiva. Hagamos realidad la inclusión de una vez y para siempre. Por desgracia, cada día se concentra el poder en manos de unos pocos que lo único que defienden son sus intereses privados, distorsionando las políticas sociales, cuando nuestro principal deber es el de ayudarnos recíprocamente.
A estas alturas resultan ridículas las afirmaciones de una justicia igual para todos, de una honestidad proclamada por los propios interesados; en definitiva, de ciertos pronunciamientos caprichosos, con la ligereza como único acompañante. Aunque llegara a estructurarse en instituciones fastuosas o se pretenda legislar en defensa exclusiva de las honestidades propias, queda comprobada por cualquier observador la palabrería huera.
Cada cual es muy libre de crear una asociación, fundación o partido, como, igualmente, cada ciudadanos es muy libre de vincularse al organigrama que desee. Importante en este razonamiento es saber, conocer y aceptar que cuando estos principios se elevan al concepto de 'Nación', entonces hablamos sencilla y llanamente de 'Constitución', en la que las “normas, mojones, arcenes y linderos” funcionan, mutatis mutandis, como en cualquier organigrama social.
Llama la atención la ambivalencia cultural en sus diversos órdenes. Las sesudas teorías no garantizan resultados óptimos, las lecturas no determinan la condición personal, el cultivo de las artes induce variadas actuaciones contradictorias y el abanico ideológico es demasiado amplio. Cualquiera de estas actividades puede orientarse de muy diferentes maneras, porque el desarrollo de sus funciones permite ramificaciones insospechadas.
En líneas generales, engloba reglas referentes a la cortesía, a la educación, a los modales, a los tratamientos y, también, a la mesa. Este conjunto de normas recibe el nombre de usos sociales que, a su vez, se engloba dentro del grupo de reglas convencionales cuyo objetivo es lograr la convivencia entre las personas de una comunidad.
Resulta asombroso que la humanidad aún no sepa vivir en paz y tampoco tenga conciencia de la justicia. Por desgracia, continúan los intereses económicos y comerciales, el abecedario de la desconfianza entre nosotros y los estilos tramposos del odio y la venganza, también se han convertido en agentes dominadores.
Parecía que íbamos por un camino más o menos aceptable, pero, como aquellos cocidos de pueblo que se hacían lentamente, al calor de la cocina de paja, la sociedad ha ido generando determinadas ideologías (esas que llaman “interesadas”), que al igual que aquel cocido, sin darnos cuenta, han ido penetrando en la esfera social.
El confinamiento que hemos vivido y que aún vivimos, en algunos casos, ha supuesto para la gran mayoría de personas un nuevo contexto de aprendizaje. Esta situación ha puesto en jaque nuestra forma de vida. Durante estos días, en muchos casos hemos ido adoptando estrategias a priori adaptativas para la situación, pero ahora llega el momento de hacer frente a la “nueva normalidad”.
De naturaleza psicológica han sido principalmente los obstáculos que he tenido que sortear para llegar al punto de tomar mi primera ducha con agua helada, no ha sido fácil, tampoco ha sido extremadamente difícil, pero eso sí, ha sido en extremo aleccionadora la experiencia.
El pasado verano hablaba de mi amigo Juan Caparrós, el último marengo del Rincón de la Victoria, con el que enhebro largas conversaciones a lo largo de la mañana mientras jugamos al dominó. En esta partida nos enfrentamos a otros “indígenas” cuya forma de pensar, de actuar y de vivir es completamente diferente.
Más de 19 millones de españoles usan la bicicleta y más de la mitad lo hace a diario, según los últimos datos del Barómetro de la bicicleta en España de 2017.
Los diccionarios recogen el significado de la palabra “crispación” como gran irritación. Las actitudes que observo en la actualidad en mis coetáneos están llenas de esas situaciones. Se identifican con aquel personaje de los tebeos de mi infancia: “Don Pacontraria”. Se sigue utilizando el “de que se trata que me opongo” y la crispación nace de momento.
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