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Quisiera retroceder, no ser juzgada, ¿para qué?, si quieren digo que son “grandes” y aquí no ha pasado nada, hombres que están confundidos, que saben de bacterias, de carne y huesos, de glóbulos rojos... pero no de fe.
La tercera etapa del duelo, la negociación, da a la psique el tiempo oportuno para adaptarse. Después de esos tratos, de pactos con el difunto o con Dios, por ejemplo desear haber muerto en lugar del otro, o cambiar la historia y volver atrás. Todo ello da lugar a otro paso, permite acercarse tanto a los sentimientos profundos de dolor, y el alma está ya preparada para hundirse en la tristeza, pues nos enfrentamos al presente.
Tengo amigos que confiesan que la Filosofía les ha alejado del Dios en quien creían. Tengo antiguos alumnos que admiten, sin complejos, que aquellos tiempos religiosos, casi por imposición, se han ido borrando y sus creencias actuales, simplemente, figuran escritas en el libro de la parroquia. Tengo personas a mi alrededor que lo religioso les es indiferente; indiferencia que sin querer transmiten a los niños.
Soy creyente desde mi más tierna infancia. Debo reconocer que este sentimiento no me llegó gratuitamente. Lo debo fundamentalmente al interés que tuvieron mis padres por transmitírmelo. De hecho, mis años de párvulo estuve escolarizado en el Colegio de la Presentación de María de Peñarroya-Pueblonuevo, en el que estuve hasta que hice mi primera comunión y del que tengo muy gratos recuerdos.
De la influencia hegemónica del cristianismo en el ámbito social se va pasando a una lenta pero persistente repaganación social. Tiempos ha, aun cuando solamente fuese externamente, las personas se manifestaban cristianas. Hecho que ha convertido el cristianismo vivo que ejerce influencia benéfica en la sociedad en uno de pandereta, folclórico, de barbacoa.
Eran felices, porque la vida les permitía, sonreír. Eran felices, porque la vida les regalaba caricias. Eran felices, porque las personas amadas les hablaban al oído y los dos sonreían. Eran felices, a pesar de, porque el tiempo transcurría muy lento y lo poco, para ellos era mucho. Eran felices, porque sentían la necesidad de un Dios bueno... y esperaban.
Y que saben bien quien soy. Menos mal que ellos me cuidan, aunque por mi falta de fe, "no acepto pensar en ellos, no rezo en ninguna parte, no llevo a Dios por delante, no visito las iglesias y no permito el confesarme ante un Señor de Dios".
La periodista Ima Sanchís le pregunta a la escritora Abigail Thomas: “¿Cuál es la pregunta más terrible que se ha hecho?”. La escritora que perdió a su marido en un accidente, responde: “Si pudiese volver atrás y hacer que el accidente de Rich no se hubiese producido, ¿lo haría?… Dudé y sentí que no merecía vivir”.
Los indultos generalizados no son “constitucionalmente” justos en ninguna democracia normalizada. La amnistía sigue el “camino de la ignominia”, porque hoy, con Pedro Sánchez y el silencio de todos su lacayos, no es general sino particular, detallista, concreta y personalista.
La fe nos abre a una confianza de que todo lo que pasa, también lo más terrible, tiene un sentido en una realidad más alta que la que vemos, un contexto más amplio que el que podemos abarcar con nuestra inteligencia, como un niño que no entiende que sus padres no le dejen acercarse a un peligro, o le regañan por algo que puede causarle algún mal.
Se habla mucho del dolor y del sufrimiento, pero por ignorancia se silencia la causa que lo origina. Una sociedad mayoritariamente evolucionista enseña que el ser humano es el resultado de un azaroso acontecimiento que dura millones de años a partir de una célula que no se sabe cómo apareció y que se enseña como verdad científicamente contrastada.
Señores miembros de la Jerarquía Eclesiástica, superada la “Pandemia”, hace ilusión ver cómo los deportes van recuperando la asistencia masiva de todo tipo de personas interesadas. Hace ilusión poder volver a la convivencia humana en todo tipo de actividades.
Cuando vemos a un recién nacido durmiendo en la cama o en el cochecito, espontáneamente exclamamos: ¡qué mono que es! Nos fijamos en el aspecto externo pero nos olvidamos de aquello en que puede convertirse con el paso del tiempo. Albert Siegel nos despierta del ensueño y nos transporta a la realidad.
Un escrito sobre bienestar emocional se titula: “La mitad de la población opina que su bienestar emocional tiene que mejorar”. Enrique Freire inicia su escrito diciendo: “Una de las consecuencias más reveladoras de la pandemia es que ha aflorado problemas de bienestar emocional, sicológico y social que ya existían en nuestra sociedad”.
Aquel joven, nacido en Burgos en 1911, llamado Rafael Arnaiz Barón, señalado por ese Dios al que estuvo abrazado durante toda su vida, fue guiado hacia el císter. Enfermo, tuvo que abandonar el monasterio varias veces. El Señor, sin embargo, le guiaba por la senda que Él había elegido.
El sacerdote Benhard Piendl predicó en la catedral alemana de Ratisbona. Al finalizar el sermón, reveló a los feligreses que parte de la homilía la había redactado la inteligencia artificial (IA). Con posteridad, en una entrevista a la televisión pública bávara, explicó: “La IA aclaró estas frases del Evangelio, que no son sencillas, con relativa claridad. La IA no puede sustituir el mensaje que contiene el Evangelio, la relación personal con Dios y la fe”.
La inteligencia artificial ha crecido tanto y en tan poco tiempo que ha conseguido que firmas prestigiosas le hayan dedicado un artículo. Se dan motivos de preocupación. Por más que se pida que se regule su actividad éticamente, ¿qué tipo de ética será la encargada de ponerle límite?
Desde los más remotos orígenes conocidos de este universo, que acoge a todo ser vivo o inerte, la mente humana se ha hecho las mismas preguntas: ¿Qué soy?, ¿quiénes son?, ¿dónde está el origen?, ¿dioses o casualidades?, ¿por qué un final?... La vida, para un ser racional, está invadida de interrogantes; éstas motivaran el progreso, la humildad y el respeto a todo ser con vida.
“Damos gracias a las grietas para que entre la luz”, lo ha dicho Leonard Cohen, cantante y poeta, refiriéndose a su estancia en el monasterio Mount Bodly Zen Center, en donde se sometió a una durísima disciplina que le ayudo a salir de la esclavitud de los excesos de alcohol y sexo.
No puedo hablar por experiencia pero sí mencionar la de la actriz Carme Elías: “Lo más terrible es que veo los pasos que va haciendo la enfermedad. El Alzheimer es como un ratón que cada día se come un trocito de tu cerebro. De momento solo para comer, pero pronto querrá comer, almorzar y desayunar hasta que haya acabado mi cerebro”.
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