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El 2 de abril es el aniversario de la muerte de Juan Pablo II. El año de su fallecimiento, esta fecha caía en la víspera de la fiesta de la Divina Misericordia, que él instauró siguiendo la devoción impulsada por Santa María Faustina Kowalska, la monja polaca que recibió esa misión de Jesús.
Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.
Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, en su escrito Semillas de solidaridad, escribe: “Dios nos llama a no perder la esperanza, nos insiste que es posible un mundo nuevo. La fe nos da fuerzas que nos interpela, transforma nuestra vida y nos ayuda a ver que todos los seres humanos de la tierra formamos una sola familia con un mismo Padre".
La historia de la vida humana es como un tapiz tejido con hilos de experiencias, desafíos y momentos de profunda reflexión. En este vasto lienzo, cada uno de nosotros forma parte de algo más grande que nosotros mismos, una tela cósmica tejida con los designios de un plan divino que a menudo escapa a nuestra comprensión.
Cuarenta días de Cuaresma, para los creyentes; cuarenta días para observar el camino de Jesús, Hijo de Dios, estandarte de la verdad y maestro de la fe que abrirá el nuevo camino de esperanza, que ayudará a justificar esta vida difícil de comprender por culpa de muchos.
Cuenta J. Bucay de un alpinista desesperado por conquistar el Aconcagua que inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria para él solo: por lo tanto, subió sin compañeros. Se le hizo tarde, no se preparó para acampar, decidido a llegar a la cima y le oscureció. La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada.
Hay en muchas tradiciones religiosas y espirituales la creencia de que los ángeles actúan como guías o mensajeros divinos, proporcionando consuelo y apoyo durante momentos cruciales como la transición hacia la muerte. En la tradición cristiana, los ángeles son mensajeros de Dios y pueden desempeñar un papel importante en momentos significativos de la vida, incluyendo la muerte: brindan acompañamiento espiritual y consuelo, y guían el alma hacia la paz.
Tamara Tenenbraum se crió en una comunidad judía ortodoxa, como dice "en un mundo de reglas muy claras en donde únicamente los hombres podían asistir a la universidad y las chicas teníamos que cubrirnos los codos y las rodillas, no llevar pantalones. Las costumbres sobre alimentos y sexualidad eran muy estrictas. Los sábados no podíamos tocar dinero ni utilizar la electricidad".
Este universo nuestro es algo maravilloso... difícil de ponerle un nombre, porque según caminas por él te encuentras con muchos “baches”, ocultos, imprevistos, motivo de frustración, de dolor, de desengaño, de desesperación... sólo mirando al cielo, muchos encuentran esperanza.
Quisiera retroceder, no ser juzgada, ¿para qué?, si quieren digo que son “grandes” y aquí no ha pasado nada, hombres que están confundidos, que saben de bacterias, de carne y huesos, de glóbulos rojos... pero no de fe.
La tercera etapa del duelo, la negociación, da a la psique el tiempo oportuno para adaptarse. Después de esos tratos, de pactos con el difunto o con Dios, por ejemplo desear haber muerto en lugar del otro, o cambiar la historia y volver atrás. Todo ello da lugar a otro paso, permite acercarse tanto a los sentimientos profundos de dolor, y el alma está ya preparada para hundirse en la tristeza, pues nos enfrentamos al presente.
Tengo amigos que confiesan que la Filosofía les ha alejado del Dios en quien creían. Tengo antiguos alumnos que admiten, sin complejos, que aquellos tiempos religiosos, casi por imposición, se han ido borrando y sus creencias actuales, simplemente, figuran escritas en el libro de la parroquia. Tengo personas a mi alrededor que lo religioso les es indiferente; indiferencia que sin querer transmiten a los niños.
Soy creyente desde mi más tierna infancia. Debo reconocer que este sentimiento no me llegó gratuitamente. Lo debo fundamentalmente al interés que tuvieron mis padres por transmitírmelo. De hecho, mis años de párvulo estuve escolarizado en el Colegio de la Presentación de María de Peñarroya-Pueblonuevo, en el que estuve hasta que hice mi primera comunión y del que tengo muy gratos recuerdos.
De la influencia hegemónica del cristianismo en el ámbito social se va pasando a una lenta pero persistente repaganación social. Tiempos ha, aun cuando solamente fuese externamente, las personas se manifestaban cristianas. Hecho que ha convertido el cristianismo vivo que ejerce influencia benéfica en la sociedad en uno de pandereta, folclórico, de barbacoa.
Eran felices, porque la vida les permitía, sonreír. Eran felices, porque la vida les regalaba caricias. Eran felices, porque las personas amadas les hablaban al oído y los dos sonreían. Eran felices, a pesar de, porque el tiempo transcurría muy lento y lo poco, para ellos era mucho. Eran felices, porque sentían la necesidad de un Dios bueno... y esperaban.
Y que saben bien quien soy. Menos mal que ellos me cuidan, aunque por mi falta de fe, "no acepto pensar en ellos, no rezo en ninguna parte, no llevo a Dios por delante, no visito las iglesias y no permito el confesarme ante un Señor de Dios".
La periodista Ima Sanchís le pregunta a la escritora Abigail Thomas: “¿Cuál es la pregunta más terrible que se ha hecho?”. La escritora que perdió a su marido en un accidente, responde: “Si pudiese volver atrás y hacer que el accidente de Rich no se hubiese producido, ¿lo haría?… Dudé y sentí que no merecía vivir”.
Los indultos generalizados no son “constitucionalmente” justos en ninguna democracia normalizada. La amnistía sigue el “camino de la ignominia”, porque hoy, con Pedro Sánchez y el silencio de todos su lacayos, no es general sino particular, detallista, concreta y personalista.
La fe nos abre a una confianza de que todo lo que pasa, también lo más terrible, tiene un sentido en una realidad más alta que la que vemos, un contexto más amplio que el que podemos abarcar con nuestra inteligencia, como un niño que no entiende que sus padres no le dejen acercarse a un peligro, o le regañan por algo que puede causarle algún mal.
Se habla mucho del dolor y del sufrimiento, pero por ignorancia se silencia la causa que lo origina. Una sociedad mayoritariamente evolucionista enseña que el ser humano es el resultado de un azaroso acontecimiento que dura millones de años a partir de una célula que no se sabe cómo apareció y que se enseña como verdad científicamente contrastada.
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