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El acoso, ¿casualidad?, al vicepresidente del gobierno y varios ministros del Gobierno, todos ellos de UP, al que son sometidos por elementos de reprobable catadura moral, por calificarlo de alguna manera, es intolerante e incomprensible, no solo para la ciudadanía española, pero mucho menos para los países democráticos de nuestro entorno y del mundo, incluso los dictatoriales.
Solo uno de cada ocho habitantes de los EAU tiene derecho a la ciudadanía, y el resto no. Más de 2/3 de sus casi 10 millones de residentes proviene del subcontinente indio o del sudeste asiático. Si bien ellos, que no son árabes, son ampliamente la mayoría de la población, no tienen mayores derechos. Dubái puede ser la urbe con más construcciones en el planeta, varias de ellas de las más sofisticadas y lujosas, pero su mano de obra (que es fundamentalmente emigrante) carece de derecho a sindicalizar, protestar o hacer huelgas, además de poder tener acceso a la ciudadanía; en tanto que muchos de ellos viven en pocilgas hacinados. Mientras los súper-ricos viven en las residencias que esos trabajadores erigen, dichos obreros inmigrantes trabajan más de 8 horas diarias y son muy mal pagados.
El 19 de junio de 2014 el rey emérito, don Juan Carlos I, abdicó del trono de España en favor de su hijo el entonces príncipe don Felipe de Borbón y de Grecia. Dos días después juró la Constitución y se hizo cargo de la Jefatura del Estado dando así continuidad a la monarquía española. Una continuidad muy accidentada porque todos los monarcas españoles desde el año 1808, en que reinaba en nuestro país Carlos IV, han tenido que salir de España camino del exilio.
El señor Sánchez ha sido capaz de asustar a toda Europa al permitirse la alianza con los comunistas de Unidas Podemos y, en especial, con este personajillo de la coleta, que ha resultado ser la más nefasta influencia para una España que, hasta su llegada, había ido trampeando con bastante solvencia las dificultades derivadas de la crisis del 2008, una etapa a la que fue incapaz de enfrentarse el presidente Rodríguez Zapatero.
El rey heredero, Felipe VI, sabia, oficialmente desde hace más de un año, que figuraba como segundo destinatario de los millones que figuraban en la cuenta de una Fundación creada expresamente para distraerlos del ojo fiscal de Hacienda, ese ente que, dicen, somos todos.
¿Qué es lo que han conseguido? Que Juan Carlos, nuestro Rey Emérito haya decidido ausentarse por un tiempo, que no exiliarse, como proclaman todos los medios de comunicación que sobreviven gracias a las suculentas donaciones que esta jauría que nos rige les concede.
Pero que nadie caiga en la candidez de creer que con esto se ha cerrado un capítulo perturbador de nuestro acontecer político actual. Por el contrario, esto no ha hecho más que empezar, porque eliminada la histórica figura del Rey Juan Carlos, ahora el punto de mira señala la figura de su hijo, el Rey Felipe VI
La Ley 62/1969, de 22 de julio, por la que se provee lo concerniente a la sucesión en la Jefatura del Estado, designa al príncipe Don Juan Carlos de Borbón y Borbón sucesor de Franco como jefe del Estado español. Este nombramiento otorga a Don Juan Carlos, tras la publicación de dicha ley en el Boletín Oficial del Estado (BOE), el título de Príncipe de Asturias y el tratamiento de Alteza Real.
Hace cincuenta años Francisco Franco como Jefe del Estado español, y con la autoridad que le otorgaba la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, propone a Don Juan Carlos de Borbón y Borbón como su sucesor ante las Cortes españolas y cuya posibilidad ya recogía dicha Ley de 1945 en su artículo sexto.
Desde la abdicación del Rey Juan Carlos I hasta nuestros días, la realidad sociopolítica de España es distinta. La ruptura del bipartidismo, la cuestión monárquica, la violencia de género, la corrupción, las políticas de austeridad, la irrupción de nuevos partidos y, la cuestión catalana son hechos - entre otros - que nos sirven para comprender y vehicular el presente.
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