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Hasta que España no resuelva o al menos encauce adecuadamente su en verdad harto complicado expediente de litigios territoriales, no volverá a ocupar en el concierto de las naciones el lugar que corresponde a la que fue primera potencia a escala planetaria y cofundadora del derecho internacional al más noble de los títulos, la introducción del humanismo en el derecho de gentes.
Marruecos recibió 346 millones en el marco del presupuesto comunitario anterior. La necesidad de incrementar los fondos europeos para conseguir una migración "ordenada y justa" desde los países de África fue expresada por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.
La reivindicación marroquí sobre los territorios hispánicos en el norte de Africa forma parte perenne y programática del ideario alauita. Es histórica e imprescriptible. No va a extinguirse nunca en horizontes contemplables. Esa es la certeza de técnica diplomática bilateral en el contencioso más complicado que tiene España.
Mientras en nuestro país perdemos el tiempo con temas segundones, la prensa francesa no deja de sacar los abultados chanchullos de la consorte del presidente del Gobierno sociocomunista; unos gatuperios que afectan a nuestra seguridad nacional, a nuestra economía y a la convivencia diaria.
Con sorpresa no exenta de indignación, estoy siguiendo, como la mayoría de los españoles, los graves acontecimientos que están aconteciendo y distorsionando las relaciones diplomáticas, políticas o económicas de España con nuestros vecinos del Magreb.
En democracia, la situación ‘pato cojo’ es la del político que, con sucesor conocido, debe abandonar el cargo. La expresión en política se utilizó por primera vez en 1926 para el presidente USA Calvin Coolidge al que un periódico de Wisconsin, Appleton Post-Crescent, le dedicó el articulo ‘Hacer un pato cojo de Coolidge’ (Making a lame duck of Coolidge).
Se dice que cuando un toro es más peligroso es cuando se siente acorralado. No sabemos si esta circunstancia se puede aplicar igualmente en el caso de un político que está viendo que su suelo electoral se está desplomando y que, cada día que pasa, su situación el frente de la nación se hace más inestable.
El Madrid otanista entre Rabat y Moscú… Washington mediante. Una oligarquía española que -entregada y sumisa- ha apostado todo por una España más dependiente-en realidad, menos segura- de la superpotencia estadounidense. España no ganará influencia en el Norte de África practicando el seguidismo hacia Estados Unidos, sino adoptando una posición autónoma.
Cuando me invitan a conferenciar sobre el Estrecho y puntos aledaños, “por mi reconocida competencia en esa y en otras zonas calientes”, se me aloja en Algeciras, más de una vez en el Reina Cristina, siempre señorial e histórico, marco de la Conferencia de 1906 como atestiguan las fotos en sus salones con la firma del acta entre once plenipotenciarios europeos, más Estados Unidos, Rusia y Turquía y el embajador marroquí en Madrid, El Mokri.
“Caminemos juntos y establezcamos ya un relación para el siglo XXI sobre pilares más justos y sólidos”, termina de proclamar Felipe VI en su alocución anual al cuerpo diplomático, al tiempo de enfatizar, junto al “ya”, la asimismo apremiante necesidad de contribuir a la consolidación de un espacio común euromediterráneo, en el norte de África, de paz y prosperidad.
El desafortunado episodio del No Summit Sánchez/Biden, que abochornaría en su inocultable comicidad no ya a la triada de maestros Metternich, Talleyrand, y Castlereagh -siguiendo a Rojas Pazlos menciono con frecuencia como modelos, por lo que se ve sin mucho éxito por estas latitudes- sino hasta el más probo y si se quiere semiprobo funcionario, amén de certificar de nuevo la discreta relevancia, la a veces levedad (Araceli Mangas escribe que “los fracasos exteriores de España son múltiples”) y todo lo que se quiera de la sufrida diplomacia hispánica.
La escalada de los precios del gas y la electricidad habría sorprendido a Europa con las reservas de gas en mínimos históricos (70% ) y habría escenificado el fracaso rotundo de las políticas energéticas de una Unión Europea incapaz de lograr la utópica autosuficiencia energética y que en el caso español se verá agravada por el recorte de suministros del gas argelino.
No solamente es en Ceuta la ciudad española donde se le ha permitido acceder a diputada de la Asamblea a una señora, Fátima Hamed, residente y de origen marroquí a la que, se le ha dado un protagonismo absurdo e inexplicable, cuando el grupo que preside se abstuvo en una votación en la que la señora concejala pedía que se declarase personas non gratas a los que “fomentaban el odio contra el pueblo marroquí”.
El diccionario de la RAE define tertulia como reunión de personas que se juntan para conversar o recrearse. En la práctica, ajena a los ejemplos que conocemos en radio y televisión, hay una forma de tertulia, la dialógica, basada en el interés de conversar y aprender en un clima afectivo que es instructiva y divierte.
Cuesta creer cómo, a día de hoy, se lleve a cabo un ataque a la democracia de este calibre que provoque la huída desesperada de americanos y occidentales. Una imagen que multiplica la victoria, poder y perspicacia talibán. Chinos y rusos, exentos de pecado, se acomodan. Vaya paradoja. Los tiros, una vez más, constatan la continuidad política por otros medios.
Un 18 de noviembre de 1933, el Sultán de Marruecos Mohammed Yusuf (Rey Mohammed V) decidió oficializar la celebración conocida como Fiesta del Trono, a instancias de un sector de la prensa magrebí que lo instaba a declarar día festivo la fecha en que fue entronizado. Con notorio disgusto de las potencias colonialistas y segregacionistas que ocupaban por la fuerza el Magreb, ese día la conmemoración tuvo un éxito inesperado.
El error de uno es la exageración en sus términos y formas. El otro hierra por su soberbia de “camisa y pañuelo” de señuelo elitista.
Ceuta es una realidad, mezcla de sentimientos enfrentados: uno, la españolidad histórica debilitada. Otro, el islamismo protegido y teledirigido desde Marruecos.
Lo peor de las guerras no es que solo los muertos vean su final, sino que a veces el odio al inventado enemigo subsiste por generaciones, solo para encubrir las propias culpas. El rencor sobrevuela la memoria y conspira contra las verdades, recluyéndolas en una penumbra creada a veces por los mismos responsables de un enfrentamiento armado.
He de confesar que cuando escribí el primer acto de La Parodia Nacional, mi propósito era concluir no más allá de un tercero en el que pondría punto y final a este género literario que solo pretende hacer una sátira o imitación burlesca de una persona, de un discurso o como es el caso, de todo lo que rodea a la vida política de nuestra querida y maltratada España.
Sabido es que el Tarajal es una playa que ha protagonizado la noticia de la invasión marroquí estos días pasados, por estar situada en la Ciudad Autónoma de Ceuta, territorio español. Es más, se encuentra al lado de la aduana del mismo nombre, que separa España de Marruecos. El carajal es otra cuestión bien distinta: el DRAE nos dice que es una voz coloquial con el significado de embrollo, enredo y confusión.
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