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En declaraciones al programa ”PBS NewsHour”, el Dr. Anthony Fauci, principal asesor médico del presidente Biden, afirmó esta semana: “EEUU se encuentra actualmente fuera de la fase de pandemia”. Sin embargo, no todos los expertos coinciden al respecto. El doctor Jonathan Reiner, de la Facultad de Medicina de la Universidad George Washington, dijo a la cadena de noticias CNN: “Con el debido respeto al doctor Fauci, creo que este país aún está en plena pandemia.
Sin querer ensombrecer la figura de Patrick Moore, quien fuera presidente de Greenpeace, y que ahora se percata de la falsedad de no pocos mantras medioambientales asumidos durante años, entre ellos el que concierne al cambio climático [antropogénico y devastador], al que él mismo etiqueta como “la mayor estafa de la historia”, me permitiré mantener mi título, refiriéndome a la ubicua «pandemia» que todo lo fagocita.
Esta semana muchos españoles tendrán la posibilidad de entrar a muchos establecimientos sin mascarilla por primera vez desde que comenzó la pandemia. Con todo, la Covid-19 ha dejado secuelas en el comportamiento de los consumidores nacionales que vieron como de un momento para otro su mundo cambió. De hecho, según un estudio, la búsqueda de libros sobre salud y psicología se ha multiplicado por tres desde que comenzó la pandemia.
El fin de la obligatoriedad de las mascarillas en interiores marca un antes y un después en una crisis sanitaria que ha tenido un gran impacto no solo a nivel de salud física, sino también psicológica. En este sentido, la salud mental ha cobrado especial protagonismo a lo largo de los dos últimos años a raíz del aumento de patologías derivadas de las restricciones de movilidad, el confinamiento o los protocolos sanitarios.
Hemos terminado con la COVID-19, pero la COVID-19 no ha terminado con nosotros. La subvariante de ómicron denominada BA.2 está provocando picos de contagios, hospitalizaciones, muertes y confinamientos en diversas partes del mundo.
Nos encontramos en período de normalización pospandémica, en un Estado, como el nuestro, aconfesional. La actividad social vuelve a su ritmo, de forma progresiva, en todas las áreas que la convivencia y el desarrollo van exigiendo: economía, educación, cultura, deportes, sanidad, turismo… Me pregunto si el hecho de la “aconfesionalidad del Estado español” frena la normalización de la religión en todas sus facetas.
Que no sea obligatoria la mascarilla en interiores a partir del día 20 de abril es una medida prematura, porque sigue habiendo muchos contagios en muchas partes de nuestro país, por ejemplo, en Asturias. Ya no se están haciendo las pruebas para detectar el Covid-19 y, por tanto, no se sabe si las personas están infectadas o no. No se cuentan ya los casos.
No debemos cantar victoria todavía. Los nuevos aumentos en Asia, los repuntes en Europa y el riesgo de nuevas variantes nos avisan para que seamos prudentes. No se puede saber actualmente si se producirá a una séptima ola en España. Hay tendencias que deben preocuparnos.
Cuando pensé que el gobierno español había entrado en su fase de coherencia moderada, resulta que me vuelven a sorprender con la nueva estrategia de vigilancia y control frente a la covid, aprobada por la Comisión de Salud Pública. Que bien queda eso de Comisión de Salud Pública, ¿verdad? A saber quiénes la forman, pero esta vez no voy a decir que son estúpidos o que no piensan; no, esta vez lo han pensado muy bien, sobre todo para los empresarios y para la economía del país.
Los dos años de pandemia han debilitado la capacidad comercial de las empresas para abrir mercados. El 91% de las empresas españolas opera solo en el mercado doméstico, sin prospectar fuera de nuestras fronteras. Solo el 9% de las empresas españolas afronta los desafíos de esta pandemia vendiendo sus productos y servicios en el mercado global.
La Biblia recoge en el Éxodo como Moisés advirtió a los dirigentes egipcios de la serie de calamidades que les infligiría Dios si no redimían al pueblo judío de su esclavitud. Al no hacer caso de sus advertencias, las distintas plagas se fueron sucediendo hasta que llegó la liberación del pueblo judío que había permanecido cautivo durante muchos años.
El mundo está en transición. Siempre lo ha estado, pero no siempre para marcar el rumbo del futuro a corto y mediano plazo. En relación con los cambios inesperados, hace poco lo acabamos de corroborar con una situación que nos explotó frene a todos. De un solo golpe y mediante un brutal choque de realidad casi toda la población mundial entró a la llamada “nueva normalidad”, la del covid-19.
Hace ilusión ver cómo los deportes van recuperando la asistencia masiva de todo tipo de personas interesadas. Hace ilusión volver a oír desde la calle los gritos de los aficionados. Hace ilusión contemplar la salida de los campos y escuchar las animadas conversaciones. Hace ilusión poder volver a la convivencia humana en todo tipo de actividades. Sólo hay un lugar en el que parece que la pandemia no ha decaído.
La industria de la moda, como muchas otras, se ha visto gravemente afectada por los efectos provocados por la pandemia desde comienzos de 2020, y más recientemente por el encarecimiento del precio de la luz, de las materias primas y el transporte. Se registra un importante descenso desde el inicio del primer confinamiento (marzo de 2020) con una caída del -29% en las búsquedas en la categoría de moda. Ahora, el sector arranca 2022 con datos positivos.
La difícil situación atravesada durante la pandemia tiene también su lado positivo en el que muchas personas han decidido emplear esas horas que se pasan en casa en realizar manualidades para las que antes se excusaban con falta de tiempo.
Ayer celebramos el cumpleaños de uno de mis nietos. Quique. Cumplió dos años. Este niño tan solo ha visto a sus semejantes con mascarillas. Nació en los días en que nos llegaron las primeras noticias de la aparición de una “especie rara de gripe” en la lejana China. No nos podíamos esperar lo que se nos estaba viniendo encima.
La organización Oxfam informó esta semana que los diez hombres más ricos del mundo duplicaron su riqueza durante la pandemia —de 700 mil millones a 1,5 billones de dólares—, mientras que los ingresos del 99% de la población mundial disminuyeron. La organización declaró al respecto: “Las crecientes desigualdades económicas, de género y raciales, así como la inequidad que existe entre países, están destrozando nuestro mundo”.
No podemos caer en la desolación, por muy oscuro que tengamos el horizonte, necesitamos el entusiasmo existencial, para reabrir nuevos espacios y sostener con esperanza el propósito del cambio, tanto en nuestras actuaciones, como en nuestros modos de ser con las gentes que nos acompañan y el orbe que nos circunda. El mejor equilibrio de fuerzas parte de un espíritu de moderación y de un aura que nos aliente a la concurrencia.
La mayoría de las personas con discapacidad quieren estar informadas sobre la pandemia, pero se sienten “saturadas y sobrepasadas” con la cantidad de información que les llega acerca del coronavirus, una sobrecarga que trae consigo “una gran desinformación”, lo que supone “un riesgo” a muchos niveles, como la vulnerabilidad de ciertos colectivos que no diferencian la información veraz de la que no lo es.
La experiencia que vamos cogiendo día a día en pandemia, pese a no ser científica ni especialista en nada, en lo concerniente a sus múltiples aspectos de epidemia, me hace reflexionar de nuevo, me hace volver al tema del que todos hablan, del que he hablado en mi último año escribiendo aquí, en cada quincena, al tema que no debía haber dejado, porque el contagio nos va moldeando, va sacando lo peor de nosotros mismos, nos lleva a la preocupación que se hace perenne.
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