| ||||||||||||||||||||||
Nos encontramos en período de normalización pospandémica, en un Estado, como el nuestro, aconfesional. La actividad social vuelve a su ritmo, de forma progresiva, en todas las áreas que la convivencia y el desarrollo van exigiendo: economía, educación, cultura, deportes, sanidad, turismo… Me pregunto si el hecho de la “aconfesionalidad del Estado español” frena la normalización de la religión en todas sus facetas.
Que no sea obligatoria la mascarilla en interiores a partir del día 20 de abril es una medida prematura, porque sigue habiendo muchos contagios en muchas partes de nuestro país, por ejemplo, en Asturias. Ya no se están haciendo las pruebas para detectar el Covid-19 y, por tanto, no se sabe si las personas están infectadas o no. No se cuentan ya los casos.
No debemos cantar victoria todavía. Los nuevos aumentos en Asia, los repuntes en Europa y el riesgo de nuevas variantes nos avisan para que seamos prudentes. No se puede saber actualmente si se producirá a una séptima ola en España. Hay tendencias que deben preocuparnos.
Cuando pensé que el gobierno español había entrado en su fase de coherencia moderada, resulta que me vuelven a sorprender con la nueva estrategia de vigilancia y control frente a la covid, aprobada por la Comisión de Salud Pública. Que bien queda eso de Comisión de Salud Pública, ¿verdad? A saber quiénes la forman, pero esta vez no voy a decir que son estúpidos o que no piensan; no, esta vez lo han pensado muy bien, sobre todo para los empresarios y para la economía del país.
Los dos años de pandemia han debilitado la capacidad comercial de las empresas para abrir mercados. El 91% de las empresas españolas opera solo en el mercado doméstico, sin prospectar fuera de nuestras fronteras. Solo el 9% de las empresas españolas afronta los desafíos de esta pandemia vendiendo sus productos y servicios en el mercado global.
La Biblia recoge en el Éxodo como Moisés advirtió a los dirigentes egipcios de la serie de calamidades que les infligiría Dios si no redimían al pueblo judío de su esclavitud. Al no hacer caso de sus advertencias, las distintas plagas se fueron sucediendo hasta que llegó la liberación del pueblo judío que había permanecido cautivo durante muchos años.
El mundo está en transición. Siempre lo ha estado, pero no siempre para marcar el rumbo del futuro a corto y mediano plazo. En relación con los cambios inesperados, hace poco lo acabamos de corroborar con una situación que nos explotó frene a todos. De un solo golpe y mediante un brutal choque de realidad casi toda la población mundial entró a la llamada “nueva normalidad”, la del covid-19.
Hace ilusión ver cómo los deportes van recuperando la asistencia masiva de todo tipo de personas interesadas. Hace ilusión volver a oír desde la calle los gritos de los aficionados. Hace ilusión contemplar la salida de los campos y escuchar las animadas conversaciones. Hace ilusión poder volver a la convivencia humana en todo tipo de actividades. Sólo hay un lugar en el que parece que la pandemia no ha decaído.
La industria de la moda, como muchas otras, se ha visto gravemente afectada por los efectos provocados por la pandemia desde comienzos de 2020, y más recientemente por el encarecimiento del precio de la luz, de las materias primas y el transporte. Se registra un importante descenso desde el inicio del primer confinamiento (marzo de 2020) con una caída del -29% en las búsquedas en la categoría de moda. Ahora, el sector arranca 2022 con datos positivos.
La difícil situación atravesada durante la pandemia tiene también su lado positivo en el que muchas personas han decidido emplear esas horas que se pasan en casa en realizar manualidades para las que antes se excusaban con falta de tiempo.
Ayer celebramos el cumpleaños de uno de mis nietos. Quique. Cumplió dos años. Este niño tan solo ha visto a sus semejantes con mascarillas. Nació en los días en que nos llegaron las primeras noticias de la aparición de una “especie rara de gripe” en la lejana China. No nos podíamos esperar lo que se nos estaba viniendo encima.
La organización Oxfam informó esta semana que los diez hombres más ricos del mundo duplicaron su riqueza durante la pandemia —de 700 mil millones a 1,5 billones de dólares—, mientras que los ingresos del 99% de la población mundial disminuyeron. La organización declaró al respecto: “Las crecientes desigualdades económicas, de género y raciales, así como la inequidad que existe entre países, están destrozando nuestro mundo”.
No podemos caer en la desolación, por muy oscuro que tengamos el horizonte, necesitamos el entusiasmo existencial, para reabrir nuevos espacios y sostener con esperanza el propósito del cambio, tanto en nuestras actuaciones, como en nuestros modos de ser con las gentes que nos acompañan y el orbe que nos circunda. El mejor equilibrio de fuerzas parte de un espíritu de moderación y de un aura que nos aliente a la concurrencia.
La mayoría de las personas con discapacidad quieren estar informadas sobre la pandemia, pero se sienten “saturadas y sobrepasadas” con la cantidad de información que les llega acerca del coronavirus, una sobrecarga que trae consigo “una gran desinformación”, lo que supone “un riesgo” a muchos niveles, como la vulnerabilidad de ciertos colectivos que no diferencian la información veraz de la que no lo es.
La experiencia que vamos cogiendo día a día en pandemia, pese a no ser científica ni especialista en nada, en lo concerniente a sus múltiples aspectos de epidemia, me hace reflexionar de nuevo, me hace volver al tema del que todos hablan, del que he hablado en mi último año escribiendo aquí, en cada quincena, al tema que no debía haber dejado, porque el contagio nos va moldeando, va sacando lo peor de nosotros mismos, nos lleva a la preocupación que se hace perenne.
Ya ha empezado el 2022 y nos estrenamos con una nueva variante del virus, no, no me refiero a Ómicron, que esa ya está pasada de moda, me refiero a una variante que acaban de descubrir que es una fiesta entre la gripe y el covid. ¡Yujuuuu! ¡Empezamos de estreno! Y aún hay gente que no se quiere poner la vacuna, yo no lo entiendo, pero tampoco entiendo a los que huyen de esa gente, ¡si los que deberían huir son ellos!
Todos esperábamos que el año 2021 iba a ser el de la liberación de la pandemia. El grupo de inexpertos que nos han estado machacando con sus falsos augurios desde marzo del 2020, ha conseguido ilusionarnos y defraudarnos a partes iguales ante su incapacidad de trazarnos un futuro esperanzador y con datos fidedignos. No han acertado ni una.
Es probable que se declare una cuarentena en Inglaterra, como acontece en otros países europeos. En la semana previa a navidad una de cada 25 personas en Inglaterra contrajeron el coronavirus y se dieron más de 2,3 millones de casos de COVID en todo UK, un alza de más del 50% más con respecto a la semana anterior.
En la presente nota intentaremos ofrecer una reflexión en torno a un absurdo garrafal que atraviesa nuestra cotidianidad desde tantos puntos de vista que es ridículamente tosco siquiera escuchar en nuestro tiempo algo que tenga que ver con un anclaje empírico con una realidad tácita que nos interpela completamente.
Bueno, pues ya se va el 2021, un año en el que la pandemia de la Covid19 nos ha acompañado de manera intermitente pero siempre presente, hasta el extremo de que cerramos el ciclo anual con la mayor tasa de contagios desde el inicio de esta crisis sanitaria y de salud que ya ha supuesto la muerte conocida de más de 85.000 personas en nuestro país.
|