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Yo suponía que el adjetivo no estaba oficialmente registrado por la Real Academia, que es quien se encarga de tan necesaria y sin embargo poco reconocida labor. Me equivocaba. Según la regia institución, es lo guay algo bueno, atractivo, sugerente, y se reserva a cosas o situaciones. Sin más. El diccionario no se ocupa sin embargo de la acepción aplicada a personas, y es este el terreno que a mí me interesa. Seguro que ustedes ya intuyen por dónde voy.
Ya lo sabía, pero últimamente lo he confirmado, todos tenemos un precio, y yo no voy a ser menos. Esta idea surgió de una conversación que tuve anoche con un amigo, también escritor, al que le comenté la locura en que se había metido al aceptar escribir una biografía. Yo jamás acepto biografías, él lo sabe, y todo el que me conoce lo sabe, o eso creo, y si no lo saben, ya se lo digo.
A la luz de esta realidad que vivimos actualmente, donde hay una falta de avances en liderazgo, gobernanza y financiación a los más desvalidos, quiero agradecer la labor de esas gentes comprometidas con la verdad, totalmente entregadas a los ojos de la vida, con la energía necesaria para embellecer los instantes, lo que contribuye al sosiego, que es lo que nos hace repensar y ver los frutos de renovación interior que necesitamos.
Evoca el nombre a una de esas niñas repipis de serie de televisión setentera. Pero Mary Ellen (nacida Wilson) no tuvo ocasión precisamente para ser repipi. Y seguro que sus progenitores no eran versados en literatura clásica griega; lo digo porque hasta pudieran así haber apelado a la sentencia aristotélica, esa según la cual “siendo un hijo propiedad de los padres, nada de lo que se hace con una propiedad es injusto”.
Facebook se ha convertido en una empresa de alcance mundial cuyo valor de mercado supera el billón de dólares. Sus plataformas permiten que las personas de todo el mundo se conecten en línea con familiares y amigos, compartan fotos y den “me gusta” a las publicaciones de los demás. Pero detrás de esta fachada benévola e inofensiva se encuentra una vasta red de información de la que obtiene ganancias al promover la discordia, la violencia y la trata de personas.
Interesante concepto este por el que pasamos a diario sin darnos cuenta, o mucho peor despreciando sus repercusiones sobre la existencia particular y social. Accedemos a una playa, entramos en la oficina, llegamos al domicilio particular, deambulamos por plazas o avenidas; como meras piezas mecánicas o como entes pensantes sabedores del posible sentido de dichas acciones.
Ser extraño, exagerado, raro, especial, rechazado, ser diferente o normal, culto o vulgar, amoroso, irascible, melancólico al tiempo que eufórico; da igual el calificativo que usen al etiquetarte, así como da lo mismo el calificativo que tu expongas en contra o a favor de ti mismo. Las opiniones son inevitables, incluso necesarias, sin embargo, no son más que eso, opiniones y puntos de vista.
Podemos ser dueños de nuestras propias ideas y creencias o formar parte de un rebaño que otros dirigen. Tengo la impresión de que hemos pasado sin darnos cuenta de personas a individuos. Muchos pensarán que es lo mismo, pero opino que no. El individuo se asemeja más al integrante de un rebaño mientras que la persona es alguien único, distinto a todos lo demás.
Tenemos que reconducirnos, buscar tiempo y espacio para la restauración física y mental, si en verdad queremos posibilitar el encuentro y salir de este caos en el que nos movemos con espíritu comercial, más que humano, que es lo que favorece el acercamiento con la naturaleza y con nosotros mismos. Sin duda, lo trascendente es brotar cuanto antes con otras energías renovadas para poder salir de este mercado egoísta.
Ciertamente el hombre, como ser humano, poco tiene que desvelarnos sobre su condición, sus apetencias y sus propósitos. Esopo, escritor cuya existencia se inscribe entre la realidad y la tradición de la Grecia clásica del siglo V a. C., entre otras de las muchas enseñanzas que nos legó nos dejó una que podemos considerar como el paradigma de lo que somos las personas. Se trata de la fábula de la rana y el buey.
Amo a los animales, pero mucho más a las personas. Echo de menos titulares por la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte. De cantos al amor a los niños. Aunque nos cueste tiempo, dinero y esfuerzo criarlos. Siempre compensa holgadamente. Pienso horrorizado que mis padres se hubieran conformado con tener un gato de angora en vez de traerme al mundo.
Por un lado, impiden la contundencia, y por otro, permiten las percepciones imprecisas un tanto acomodaticias; en una adaptación ventajosa o perjudicial, según las intenciones de quienes se aproximen a los recuerdos.La mente nos conduce por trochas insospechadas, con el morbo del grado de voluntariedad, las actitudes espontáneas o el arrastre involuntario por esos andurriales enigmáticos de las neuronas.
El mismo libro resume en pocas palabras Quien es la sabiduría: “El principio de la sabiduría es el temor del Señor, los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza” (1:7).Las personas tocadas por la sabiduría divina no pueden comportarse como lo hace keisuke Matsumoto que sigue en el convento porque “pretende liberar a los líderes religiosos de las ataduras de la religión institucional”.
Sin embargo, en ocasiones la blasfemia se pronuncia sin plena intención de ofender a Dios, cuando una determinada persona está movida por la ira o por el mal hábito culpablemente contraído, pero contra el que se está luchando; pero, si no se ha retractado de ese mal hábito, no disminuye la culpabilidad, sino que la aumenta.También rechazamos las palabras irreverentes tan frecuentes en famosillos en entrevistas, películas y galas, además de las imágenes, que mezclan lo sagrado con lo mundano e incluso erótico.
Lo más importante que tenemos es nuestra herencia cultural, que nos transmite lo transcendente que es nuestro quehacer diario, sobre todo aquel que nos vincula a trabajar unidos y a ser promotores de dos elementos claves, lo auténtico a la hora de mostrarse y ese espíritu solidario que nos convierte en donantes perpetuos. Ahí radica ese gran deber que, entre todos, tenemos que llevar a buen término; el de poner en el centro a la persona y al planeta.
Según dicen los diccionarios, feminismo es la doctrina y movimiento social que pide para la mujer el reconocimiento de unas capacidades y unos derechos que tradicionalmente han estado reservados para los hombres. Por otra parte, machismo es la actitud de prepotencia de los hombres respecto de las mujeres.
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