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Leonard Peltier es un activista indígena de las tribus Anishinaabe y Lakota, de 77 años, que ha estado encarcelado durante 46 años en Estados Unidos por un crimen que él afirma no haber cometido. La organización Amnistía Internacional lo considera un prisionero político. Peltier contrajo recientemente la COVID-19 dentro del Complejo Correccional Federal Coleman, el centro penitenciario de máxima seguridad del estado de Florida en el que se encuentra recluido.
Aunque tarde, los fascistas que hace ocho años entraron en el Centre Cultural Blanquerna, sede de la Delegación de la Generalitat catalana en Madrid se comerán el turrón navideño en la prisión que elijan. Su prepotencia y la ayuda de algunos jueces les hizo creer que eran impunes para seguir con sus aventuras de matones de barrio repartiendo palizas a quienes no piensan como ellos y boicoteando actos de organizaciones democráticas.
La bahía de Guantánamo, ubicada en el extremo sur de Cuba, alberga la tristemente célebre prisión militar estadounidense de Guantánamo, donde 779 hombres han permanecido detenidos, en su gran mayoría sin cargos, y han sido torturados a lo largo de los últimos veinte años. Uno de estos prisioneros, el yemení Mansoor Adayfi —o el “detenido 441”— estuvo encarcelado allí durante 14 años, hasta 2016. Adayfi está actualmente exiliado en Serbia.
La mencionada deriva involucionista del Tardofranquismo judicial del Estado español estará amparado por la “espiral del silencio” de los medios de comunicación de masas del establishment (PRISA, Vocento, Grupo Planeta, Grupo Godó, Grupo Zeta, Editorial Prensa Ibérica, Unidad Editorial, TVE y Mediaset España), teoría formulada por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann en su libro “La espiral del silencio.
La falta de iniciativas creativas y contundentes para recuperar la democracia en Venezuela incrementa la sospecha de que la entrada de Podemos en el Gobierno ha exigido aligerar la presión sobre Maduro.
Por fortuna, las prisiones japonesas no se encuentran entre las más severas del mundo civilizado, aunque tampoco deben representar ninguna bicoca para quienes están condenados a cumplir en ellas sus condenas. Aun así, el número de ancianos residentes en aquel país que cometen fechorías lo suficientemente graves como para acabar hospedados entre rejas una larga temporada.
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