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Dos comunidades autónomas muy significativas tienen elecciones antes de las europeas. En ambas la sanidad pública sigue sufriendo un proceso agudo de recortes y de privatización. Tal situación se está agravando. Son problemas estructurales en la sanidad de toda España. Pero en Cataluña y Euskadi están especialmente agudizados, siendo autonomías ricas en términos de Producto Interior Bruto (PIB).
Por toda España un enorme movimiento contra los recortes y en defensa de la sanidad pública, pero de calidad, sigue en la lucha. En 2023 fue capaz de impulsar 2.334 protestas, casi siete diarias. Acaba de comenzar 2024 y de nuevo lanza movilizaciones por todo el país. Como Lorca desveló “el esqueleto de aire irrompible que une las regiones de la Península”, una chirigota une la lucha en Andalucía con la de Cataluña, une las listas de espera y las enfermeras, pasando por las telefonistas de Madrid.
En el 2008 aún quedaban en España más de 13.000 empresas de confección de vestir, sin calcular todas las demás que se dedicaban a la artesanía, bordados, alfarería, cerámica, todo tipo de hilaturas etc., productos españoles de renombrada calidad y valor que tanto apreciaban en los países extranjeros. En el 2019 desaparecen otro 40% de todas las empresas en general, y así sucesivamente hasta nuestros días.
Cerca de uno de cada 10 españoles está en lista de espera para consultar al especialista, es decir, 3.800.000 millones. Para una cirugía, en junio de 2023 -últimos datos del Ministerio de Sanidad- 819.964 pacientes estaban en lista de espera. En 2018 ya eran 584.018. La demora media en España para una operación es de 113 días.
Es vergonzoso que en ambulatorios de Gijón los pacientes tengan que esperar los fines de semana más de 3 horas y en bastantes casos 4 horas a ser atendidos por los médicos de guardia por falta de médicos, porque solo está un doctor, ya que el segundo médico está visitando domicilios de pacientes.
“No hay médicos, ni los están buscando. Son los recortes”, una afirmación que sintetiza una carencia clave y común a todas las comunidades autónomas de nuestro país. Son los recortes acumulados desde 2010. Para muestra, dos botones de dos colores, Andalucía y Asturias.
El propósito inicial del asunto deriva de un hecho tan sufrido por todos como inesperado. Pero, a estas alturas ya se desprenden claros indicios de que el diseño seguirá martilleando a los que ya no tienen ni capacidad ni fuerza moral para continuar perdiendo. Los mismos, que ahora tendrán que elegir entre subrogar su persona a otro o renunciar progresivamente a su pleno derecho asistencial.
Los que somos mayores hemos asistido con agrado a la evolución que ha experimentado la sanidad pública a lo largo de los años. De aquellos vetustos hospitales de habitaciones corridas y casas de socorro con escasos medios, hemos pasado a auténticas ciudades hospitalarias y espaciosos centros de salud.
La sanidad pública ha llegado a tal punto, que ya no da más de sí, porque después de cuarenta años, es necesario un reajuste total y sobre todo buena gestión, reorganización en todos los sentidos. Llevamos muchos años en una total decadencia, más acentuada desde el 2008, cuando se intentaba que los españoles contrataran seguros médicos, intentando privatizar la sanidad pública.
Una orden del gobierno autonómico andaluz -que concierta la atención primaria y que fija en 65 euros el precio por la consulta en una policlínica privada- ha sido la chispa que ha desencadenado las movilizaciones de la ya dolorida población, que lleva años sufriendo el progresivo deterioro de la sanidad pública.
En Asturias la situación de la sanidad pública es muy alarmante, porque faltan médicos de atención primaria. También es algo que es verificable, ya que existen pocos médicos especialistas para la cantidad de pacientes que tienen que ser atendidos, de forma eficiente y rápida. En la sanidad privada la atención médica es mucho más rápida y ofrece la realización de más pruebas diagnósticas de alto nivel, con lo que la calidad de la misma es superior.
Una cuarta parte de los españoles ya paga un seguro privado. Ante la dificultad y los retrasos en la atención primaria pública, muchos -de los casi 11 millones de españoles con seguro privado- gastan 20 euros mensuales en una póliza básica, meramente para ser recibidos por un médico de familia. El empeoramiento de la sanidad pública está generando el aumento de la sanidad privada.
Las movilizaciones en defensa de la sanidad pública se han extendido por toda España. No es un sarpullido leve y pasajero. Es la expresión de una grave dolencia que sufre la sanidad pública de nuestro país. En unas comunidades aflora con concentraciones, manifestaciones y huelgas, en otras está larvado.
Ha llegado a mis manos el escrito de un médico interino de Atención Primaria en Asturias. Jaime no tiene la posibilidad de darle la difusión que en mi caso modestamente puedo hacer. Acorde con mi posición y mis análisis habituales, siento la obligación de darle la máxima luz posible porque Jaime expresa desde una experiencia y reflexión personal las carencias y los peligros colectivos que enfrenta nuestra sanidad pública.
La sanidad pública, se encuentra en estado de coma. No hay suficiente personal para dar atención a los enfermos, tampoco hay espacio para poder acogerlos de forma correcta y conveniente, y los casos atendidos por puerta de urgencias no tienen derecho a tener una cama siendo retenidos en las unidades de observación o son acomodados en los pasillos, ofreciendo la peor de las imágenes, ya que no parece que estemos en un país considerado del primer mundo.
La sanidad pública española es no sólo una cuestión de vida saludable, es también una cuestión de Estado, una cuestión de España como país. Sin embargo, en 2023 enfrentamos los mismos problemas que en 2022. Por eso no cesan las movilizaciones ciudadanas y profesionales.
Cuando hay algún problema de importancia, lo que no es justo es que los ciudadanos españoles, que pagan para tener una sanidad pública todos los años de su vida, tengan que abonar de su bolsillo a médicos especialistas de la sanidad privada. Y esto ocurre, porque los tiempos de espera son larguísimos, de más de medio año o de más de un año.
La sanidad pública en España ha pasado de ser una de las mejores del mundo a estar en la UCI, no solo llevamos muchos años en decadencia, sino que cada vez está más estrangulada, en todos los sentidos. Cuando nos ha llegado la pandemia, se ha visto la falta total de todo en general, hasta el punto de tener que elegir, quien debería vivir o no.
En urgencias en el Hospital de Cabueñes de Gijón no hay ningún neumólogo, porque no hacen guardias de urgencias. Tiene que dar un médico de cabecera o de atención primaria el volante para que den una consulta y puede no haber médico oficial de atención primaria. Puede haber un médico distinto cada varios días. Y si dan el volante puede haber una espera de meses para un neumólogo.
En la trampa del cinismo político. En poner el foco allá donde quieren que alumbremos y no donde debemos iluminar. La desesperación por una cita médica que parecía no llegar nunca vía sanidad pública, me empujó hacia la acera de enfrente. Vallada, exclusiva y aparentemente mejorada, te invitaba a eliminar cualquier tipo de traba burocrática a golpe de talonario. Bienvenida sanidad privada. Fácil, legítimo, pero, en el fondo, también peligroso.
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