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Esgrimen con cierta frecuencia, en el mundo empresarial anglosajón, la denominada “falacia del experto”. Se produce “cuando confiamos en la opinión de un experto sobre cuestiones que van más allá de su experiencia”, pues los expertos “suelen confiar demasiado en sus propios conocimientos, especialmente en los canales de noticias de la televisión, (…) porque les pagan para que parezcan seguros”.
Debatir, debaten todos. Candidatos políticos, periodistas de espectáculos, periodistas culturales y políticos; científicos en tanto les es imprescindible verificar resultados y métodos mediante la comparación con otros colegas sobre análogas u otras investigaciones; abogados, legisladores y juristas acerca de la ley; profesores y alumnos, literatos sobre su obra y la de los otros; críticos, artistas, trabajadores.
Carlo María Cipolla, historiador económico italiano, fundó, ya en el pasado siglo, a través de un curioso opúsculo, lo que él mismo denominó las leyes de la estupidez humana. Considerando que el porcentaje de estúpidos es constante en cualquier grupo humano sin distinción (incluso si tomamos como referencia el de los premios Nobel), enunció las citadas leyes.
Generalmente se entiende por “sentido común” a la facultad natural que tienen los seres humanos para juzgar rectamente aquellas cosas que les son “comunes” a la gran mayoría de los miembros de una comunidad. Visto así, sería como una capacidad que tienen las personas para poder discernir (razonar) y tomar las decisiones correspondientes, las cuales se estiman lógicas y pragmáticas en situaciones cotidianas.
En este mundo plagado de plataformas digitales, a las que hemos de sumar la avalancha de medios diversos, resulta que estamos colapsados y más desinformados que nunca. Para empezar, coincidirán conmigo que hemos perdido la orientación, el propio sentido común y hasta nuestro conveniente espacio temporal para consultar con la almohada.
Francisco de la Torre, desde su libérrima libertad, ha tomado la decisión de optar una vez más a regir los destinos de la ciudad de Málaga. Ha dedicado más de dos décadas de su vida al gobierno de su querida ciudad, al frente de la Alcaldía. Y de nuevo asume, en el albor de sus ochenta cumpleaños, el meritorio compromiso de seguir sacrificando su familia, sus aficiones, sus amigos por el incansable, generoso y arduo trabajo de servir al ciudadano.
“Los problemas del desempleo, la inactividad y la precariedad profesional deben situarte en el centro de las políticas de recuperación económica, si en verdad queremos evitar que la crisis laboral se convierta también en un trance corriente”.
¡Qué poco ha cambiado la humanidad! Los hachas, con distintos nombres, formas y potencia, dominan las decisiones. La vida cuenta poco, cuando la avaricia, adornada de superpotencia, ocupa la mente. El sentido común siempre pregunta.
Parece ser que una gran parte de la prensa nacional se ha hecho eco de la entrevista que realizó ayer la protagonista de nuestro “segmento” de hoy Ana Peleteiro. Cualquier persona que tenga un mínimo de sensibilidad tiene que reconocer que se trata de una mujer que enamora desde el momento en que se la conoce un poco más profundamente y se escucha con atención su discurso cargado de sensatez.
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