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Desconozco si es la ignorancia la que nos hace sectarios o si el propio sectarismo nos hace ignorantes por inanición intelectual. Tampoco podemos descartar a la maldad como causa, al menos en origen. Pero, asimismo, mora entre nosotros, omnipresente, la estupidez, cuyos miembros se cuentan, al parecer, por millones, superando con amplitud en número a los malos.
La política es el arte de alcanzar acuerdos, sin embargo, a veces se percibe como un juego de trucos y tratos. Los políticos negocian constantemente, pero la línea entre pragmatismo y cinismo puede ser difusa, las sesiones parlamentarias a menudo se convierten en espectáculos mediáticos, insultos, invenciones y crispaciones que ya forman parte del juego político, pero también erosionan la confianza pública.
Hoy comienzan las elecciones en la India. Están habilitados para votar más de 960 millones de habitantes en comicios de formato singular que van a durar 44 días. El país encarna la mayor democracia del mundo y, a diferencia de lo que suele acontecer en occidente, se espera un incremento del número de ciudadanos que acudan a las urnas.
Amanece el año 2024 con algunas perspectivas e inmensas ganas de que un tal Pedro Sánchez amanezca también, que se despeje y entienda un poquito de la realidad real que existe a su vera y en toda España. Yo me temo que ni el monigote apaleado le va a despertar.
La democracia es un pilar fundamental en la sociedad moderna, y su esencia radica en la participación activa de los ciudadanos en la toma de decisiones. En España, como en muchos otros países, el sistema político ha evolucionado a lo largo del tiempo, y actualmente, se enfrenta a desafíos que requieren una profunda reflexión y posiblemente una reforma constitucional.
No siempre. Solo a veces. Por ejemplo, en casa no suele sucederme; aunque confieso que procuro no mirar los espejos cuando paso frente a ellos, por evitar disgustos. Pero me ocurrió hace escasos días, en uno de esos centros comerciales a los que, por mor de las circunstancias, a veces uno debe acudir.
Para el gran público, lo de las elecciones de cuando en cuando tiene cierto sentido de actualidad como espectáculo para ver si cambian las caras de los que mandan, porque su presencia acaba por hacerse demasiado rutinaria en los medios visuales y llega a aburrir a una parte de los videntes, que reclaman novedades por aquello de los avances tecnológicos.
Según el CIS, un 30% de los electores decidirán esta última semana. Estamos en la semana de la reflexión. Dice Enric Juliana que “si el 30% espera a la última semana, ahora empieza la campaña electoral de verdad. Quedan siete días para fijar posiciones”. Entonces hagamos lo debido, reflexionemos y fijemos posiciones, para animar a los demás a que hagan lo mismo.
Todos sabemos que leer, leemos la mayoría, pero tener la capacidad de leer con rapidez y conciencia de lo que se lee es más difícil. ¿De verdad nos quieren hacer creer que los políticos, los que conocemos, tienen la capacidad de leer, entender y resumir todos los anteproyectos, proyectos y leyes que se proponen en el ámbito legislativo?
Las elecciones no pasan de ser un invento para alargar el periodo de disfrute de un partido o tener que cederlo a otro que seguramente hará lo mismo y con el mismo soporte técnico, humano y propagandístico, al servicio de las redes clientelares. No hay más que ver las mentiras y falsedades que se inventan para alargar sus mandatos y observar lo que dicen las cadenas de televisión, con sospechosa unanimidad.
La característica más llamativa de nuestra política, sin lugar a dudas, es la SEPARACIÓN de los POLÍTICOS con los VOTANTES, afiliados o simpatizantes.
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