Somos un país de contradicciones. Pedimos que nos traigan inmigrantes de Afganistán, en tanto no sabemos dónde meter a los que nos llegan por Canarias o por Ceuta. Nos empeñamos en aparecer como los buenos samaritanos de Europa, acogiendo a cualquiera que se nos cuele de fuera, mientras en España no conseguimos que el desempleo baje de cifras que, por supuesto, son superiores a las del resto de naciones europeas. Cataluña abre los brazos a los menores (menas) que introdujeron en Ceuta los soldados marroquíes y no es capaz de darles trabajo a los que tiene en sus casas de acogida y que, cuando llegan a la mayoría de edad, son expulsados para que se ganen la vida como puedan. Hipocresía, más hipocresía y vergonzoso engaño al pueblo español por parte de nuestros gobernantes y de quienes, mientras exigen subvenciones, más dinero, infraestructuras millonarias y más traspasos de competencias, entre ellos el de la Justicia, cuando siguen reclamando, en la mesa mixta Estado-separatistas, con exigencias que el gobierno español vaya cediendo, paso a paso, hacia la independencia de esta parte del territorio español, con la complicidad y desvergüenza propias de un Gobierno que no le importa trabajar a hurtadillas para favorecer a los catalanistas mientras con ello, con su torpeza y desprecio por la Constitución española, van convirtiendo España en una más de las sucursales del comunismo bolivariano que preside Cuba y el señor Maduro de Venezuela.
Mientras la vicepresidenta, señora Calviño, sigue empeñada en adoctrinarnos con una sonrisa beatífica, como la de aquellas maestras entrañables de nuestra niñez, que, con paciencia y buenos modales, nos aleccionaban para que fuéramos buenos niños y aceptáramos sin rechistar sus consejos, por muy absurdos e inconvenientes que nos parecieran. Si, esta misma señora, hace unos pocos meses ya vaticinó que estábamos en el buen camino cuando la epidemia del virus se encargó de tirar abajo sus pronósticos y ahora, cuando el recibo de la luz irrumpe, como una nueva amenaza que añadir a la del Covid 19, entrando a saco en nuestras economías domésticas y poniendo en un brete la competitividad de nuestras industrias; ella, sonriente, cariñosa y condescendiente nos dice que todo va bien y que vamos por el buen camino para recuperar el terreno perdido.
Un país en el que la lucha en contra de la pandemia se ha convertido en un caos, un seguido de incongruencias, un melting de competencias no definidas y un “aparta de mi este cáliz” para cualquier autoridad a la que se le pida que tome a su cargo la lucha y las medidas para enfrentarse a la pandemia. Una nación en la que se les encomienda a los jueces que decidan sobre lo que conviene hacer en el caso de luchar con eficacia sobre el contagio masivo del virus y se pone al frente de la información al pueblo a un señor que no duda en engañarnos respecto al uso de mascarillas, en cuando a la peligrosidad para el pueblo español de la epidemia que, según él, era escasa ( las cien mil muertes que llevamos registradas nos pueden servir de referente para juzgar sus predicciones) y al que no le importa hoy decir una cosa y desdecirse al día siguiente. Y a este tipo se le felicita y se le mantiene en su puesto de portavoz.
Un país en el que primero se habla de la competencia de cada comunidad para la lucha en contra del coronavirus, después, por conveniencias políticas del señor Sánchez, se decide que se decretará un estado de Alarma ( que el TC ha declarado inconstitucional) para unificar la acción y ponerla en manos del Gobierno pero, acto seguido, este mismo gobierno que buscaba una unidad de acción, decide delegar en cada comunidad para que hicieran lo que, evidentemente, el estado de alarma quería evitar y es que “cada maestrillo aplicara su librillo”, con el desconcierto y el caos consiguiente a una decisión tan absurda. Pero, entre tanto se dilucida sobre si la medida del gobierno fue acertada o no, el señor Sánchez y su equipo han seguido promulgando leyes que nada tenían que ver con el estado de alarma decretado y que han afectado a una serie de temas de índole política de marcado carácter izquierdista, que han sido tramitadas por el procedimiento de urgencia, mediante decretos-ley, cuando lo corriente, lo normal y lo que se debiera de haber hecho hubiera sido que se tramitaran como proyectos de ley mediante su debate en el Parlamento de la nación, donde la oposición hubiera podido hacer valer sus argumentos y, el pueblo español, hubiera tenido la oportunidad de juzgar por si mismo si aquellas leyes eran procedentes o no.
Un país en el que el endeudamiento, una de las medidas que determinan el grado de saneamiento de la política económica de una nación, está traspasando los límites de lo que se pudiera considerar como prudente, incluso en el caso extraordinario de que, como ha permitido la UE, se diera permiso para poder endeudarse más a causa del impacto económico causado por elCovid 19,cómo se puede entender que, aparte de anunciarnos que, a partir del próximo invierno, se van a aumentar los impuestos para poder atender al aumento del gasto público al que se comprometió nuestro ejecutivo, cuando anunció un salario base para todos los españoles, un aumento del salario mínimo que ahora, la ministra de Trabajo, señora Díaz, ya está reclamando que se vuelva a aumentar amén de una serie de subvenciones a todos aquellos colectivos que el PSOE quiere promocionar entre los cuales, como es evidente, está el de los independentistas catalanes que, a través de su mesa de diálogo, ya están reclamando para que lo que reciban sea superior a lo que se les asigne al resto de comunidades de la nación española en virtud de no se sabe muy bien que tipo de presuntas deudas de España con ellos.
Pero, como no se puede ocultar, estos despilfarros, cuando no van acompañados de una situación económica desahogada de la nación, cuando la producción industrial no corresponde al esfuerzo fiscal que se les pide a las empresas o cuando las plantilla no se pueden adecuar a las necesidades de personal de cada momento, según sean susprecisiones de empleo; entonces, señores, lo que sucede es que los impuestos no bastan y las aportaciones de las emisiones de deuda pública se hacen cada vez más perentorias, una situación que, aunque en la actualidad los intereses son muy reducidos, debidos a loa intervención del FMI, puede suceder que, como ya se ha anunciado, la política de esta organización financiera varíe y se reduzca la compra de la deuda pública de las naciones, con lo cual se puede poner en serios aprietos a aquellos gobiernos que vienen confiando en que nunca se les acabará la posibilidad de endeudarse y que, en consecuencia, fíen en que las posibilidades de endeudamiento, por muy alto que sea el déficit nacional, seguirán alimentando el dragón de las siete bocas representado, en esta caso, por el erario público.
Es posible que el engreimiento, la egolatría, la tiranía que el señor Sánchez viene ejerciendo sobre sus ministros y colaboradores, le impida, le retrase, le distorsione el enterarse de la realidad económica, social, financiera, laboral, industrial, energética y temperamental, permítaseme la palabra, delos españoles, estresados, soliviantados, disgustados y desconcertados por los vaivenes de un ejecutivo que no para de contradecirse y que, ha prometido, en tan poco tiempo, tantas cosas que ya hay muchos ciudadanos que están reclamando que cumpla sus promesas ya que, en caso contrario, puede llegar la decepción, el pedir cuentas y el reclamar que las políticas que anunció, cuando se promocionaba para ser elegido presidente del gobierno, se hagan efectivas sin que le valga como excusa que han sucedido cosas que le han impedido cumplir con sus promesas, como la de tener completamente a salvo y vacunados, a un 70% de los españoles en fechas que ya han pasado y, los últimos datos nos dicen que, a pesar de la diligencia con la que se viene vacunando, apenas hemos llegado al 60%.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, el que se nos diga que la Deuda Pública ha alcanzado ya el 122,1% del PIB, llegando al máximo histórico de 1,42 billones de euros, con la particularidad que desde el mes de junio del 2020 se ha incrementado en la impresionante cifra de 134.607 millones de euros, un repunte del 10,4%; no nos liga con el optimismo con el que, el gobierno, intenta calmar los ánimos del pueblo español y las cifras de quiebras, cierres y desempleo, aunque hayan mejorado algo por el tema de la estacionalidad, habrá que esperar al final del verano para poder ver lo que va a ocurrir cuando el turismo, menor en cuanto al número de extranjeros que nos han visitado si bien, el de españoles, haya aumentado respecto al turismo interno. Sin embargo, desde los medios turísticos ya se ha anunciado que en el mejor de los casos la cifra no pasará del 50% de lo esperado. Y una frase memorable de Baltasar de Gracián: “Es tan difícil decir la verdad como ocultarla”.
|