“Una sola cosa nos explica bien la historia y es en qué consisten los malos gobiernos”, Thomas Jefferson
Todos conocemos los trucos de algunas compañías de seguros, bancos, gestoras y demás empresas, dedicadas a la venta de productos, concesión de préstamos o gestión de siniestros, para convencer a sus clientes de que una operación sencilla, sin problemas, diáfana y fácilmente entendible por la futura víctima, utilizando el viejo truco de incluir, en la “letra pequeña” de los contratos, aquellas particularidades, salvedades, contrapartidas o causas por las que el contrato, en el caso de que debieran ser cumplidas sus prestaciones, de producirse las causas por las que se formalizóaparecen, de improviso, una serie de impedimentos, dificultades y trabas legales, de modo que se conviertan en ilusorias, impracticables, sin efecto alguno y en perjuiciodel presunto beneficiario,aquellas compensaciones y reparaciones que esperaba que le serían satisfechas en reposición de su valor y demás pérdidas derivadas de la inutilización o deterioro de aquellos bienes de los que fue privado por la causa prevista.
No obstante, los políticos, que en cuanto se trata de darles la vuelta a las leyes, aquellas mismas que ellos implantaron y que vendieron a los ciudadanos con grandes despliegues de demagogia, ofreciéndolas como importantes avances sociales, utilizando hiperbólicas expresiones con las que vender su gestión; cuando llega el momento de la verdad, de comprobar la eficacia y bondad de aquellas normas, si resulta que no han podido cumplirlas, no han sabido manejarlas o no han sido capaces de obtener la financiación prevista, recurren, sin ambages, a esta letra pequeña, casi siempre ilegible y farragosa que, como era de esperar en quienes son especialmente duchos en engañar al pueblo y capaces de salir airosos de situaciones problemáticas; suele permitirles dar gato por liebre a aquellos infelices que no tienen la preparación, los conocimientos y la malicia necesarios para prever la triquiñuela legal.
Es cierto que los tribunales de justicia ya se han manifestado respeto a esta clase de engaños y han determinado, en sus sentencias, que las personas en general, el vulgo, no tiene porqué cumplir unos artículos, cláusulas o aclaraciones que, por el oscurantismo en que se utilizan, desvirtúan la verdadera naturaleza del contrato o la Ley, en perjuicio de aquellas personas de buena fe que se han dejado seducir por una campaña publicitaria engañosa o una información no veraz sobre el tema en cuestión. Pero no vamos a entrar en el tema de los contratos entre entidades y particulares que, por supuesto no es el objetivo de este comentario, sino que nos vamos a referir a los políticos, y en especial a los que actualmente nos están gobernando y que utilizan con gran frecuencia procedimientos, informaciones, proyectos y hábiles martingalas para conseguir los votos de aquellos ciudadanos que, inocentemente, dan por cierta sus propagandas, sus palabras engañosas y los medios espurios que utilizan para captar la confianza de los electores.
Si en España no existiera una clara deriva hacia ignorar la Justicia; desacreditar la actuación de los jueces y magistrados; convertir a los agitadores en controladores de la acción judicial; ignorar las leyes y los preceptos constitucionales, a los que se oponen precisamente por no ser ellos los que los promulgaron y no están en condiciones de poder actuar directamente para cambiar el Estado de derecho; si bien, cada día la acción gubernamental y la de las izquierdas españolas, van avanzando cuáles van a ser los pasos siguientes para acabar con el actual régimen de gobierno e implantar lo que se ha convertido en objetivo básico para el señor Pedro Sánchez, que es el de usurpar el poder hasta que, alguien con suficiente valor e influencia, sea capaz de descabalgarlo de su sillón.
Si no fuera tan clara la “bolívarización” comunista del país, quizá cabría pensar en que los españoles se dieran cuenta del timo y reaccionaran para defender lo que todavía queda de la patria española, pero es evidente que la desidia, la molicie, la falta absoluta de patriotismo nacional ( curiosamente si existe el vasco y el catalán) el conformismo de una juventud que sólo sabe quejarse, reclamar ayudas, buscar trabajo de funcionario y, por encima de todo, que se le den los medios para vivir, a poder ser sin dar golpe. Un piso, un coche, vacaciones, viajar, hacer huelgas contra todo, libertad para todo y, además, que no le priven de convertir las calles en sus dominios para botellones, destrucción de mobiliario urbano y quema de coches y motos, uno de los divertimientos preferidos de todas estas bandas urbanas. ¡Todo un ejemplo de laboriosidad, esfuerzo, desarrollo intelectual, preparación y emprendimiento, para la nueva España del señor Sánchez!
Y, en estas condiciones, ¿quiénes piensan ustedes que pueden ser los que, con más facilidad, se van a convertir en víctimas de las maniobras gubernamentales? Hay un colectivo al que ya se llevan años dando por sentado que, con unas migajas, se le puede contentar, el colectivo de pensionistas (clases pasivas) que no disponen de los medios para unirse en gran número, aunque ya se dice que son nueve millones en toda España.
Durante años los gobiernos se han salido del apuro, demostrando su falta de vergüenza, aumentando cada año la irrisoria cantidad de un 0’25%, a las ridículas pensionesde muchos pensionistas. En los últimos ejercicios los aumentos no han sido mucho mayores, sin que las protestas de los beneficiarios reclamando por su pérdida de poder adquisitivo, hayan tenido el menor impacto en la Administración. Hace unos meses, se anunció que para el 2022, las pensiones de la Seguridad Social, percibirían un aumento como el que experimentara el IPC del año 2020. Como no se aclaró nada más, ni se dijo que no se haría como se ha venido haciendo desde que se utilizaba este baremo para actualizar convenios, rentas, pensiones etc.; se pensó que la indexación con el IPC se referiría a la cantidad de incremento desde el principio del año hasta el final, sin hablar, como ahora parece que quiere interpretar el señor Sánchez, de promedios de todos los meses, lo que demuestra, una vez más lo trileros que son, lo sinvergüenzas que llegan a ser aquellos que se valen de la inocencia de los ciudadanos para venderles mentiras que, luego, no van a cumplir.
¿Una paga de 200 euros? Y ¿qué más? La forma de crear una confusión, de engañar a los ancianos pensionistas, de timar a todas aquellas personas que confiaron en la palabra de estas izquierdas impresentables que sólo son capaces de enfrentarse entre sí para ver quien de ellos se hace con el poder. Estas izquierdas de millonarios, que intentan convertir a los empresarios en enemigos del pueblo, mientras ellos disfrutan de casoplones en los lugares más exclusivos de Madrid y del resto de capitales de la geografía española. Si se habló de subir lo que aumentara anualmente el IPC, de lo que estamos hablando, a la vista del último resultado registrado, sería de un aumento sobre la base de la pensión de 1º de enero del 2021 que, si estuviéramos hablando de una cifra aproximada, seguramente podría ser de un 4%. Una cantidad, por supuesto elevada que, para el Gobierno socialista y comunista, puede que no le entre en sus cálculos económicos previstos en los PGE que tenían pensados para este año. Miles de millones de los que no disponen y que, así como intentan solucionar lo de la reforma laboral de Rajoy a instancias de Bruselas, puede que ni los millones que nos corresponden recibir de la ayuda europea acaben llegando a España.
O así es como, desde la óptica de un ciudadano de a pie, cada vez que nos enteramos de alguna de estas decisiones de la izquierda, contemplamos la falta de categoría de unos ministros que sólo saben decir tonterías y sandeces que, como la señora Montero, maneja millones de euros en su ministerio de Igualdad, destinados para pagar empleos a sus amiguetes del PC y para decir estupideces semánticas, demostrando, un día sí y otro también, que esta hornada de comunistas bolivarianos, bajo el nombre absurdo de “Unidas podemos”, lo único que han demostrado hasta ahora, ha sido que ha aumentado de una manera extraordinaria su nivel de vida particular, mientras el resto de españoles, a los que mal gobiernan, no hacen otra cosa que contemplar como España se va convirtiendo en una más de las repúblicas bananeras que pululan por el sur de América.
Hoy vamos a dejarnos guiar por el profesor Sigmund Freud: “Hay una historia detrás de cada persona. Hay una razón de por qué son lo que son. Algo en el pasado los ha hecho así y, algunas veces, es imposible cambiarlos”. ¡Cuánta verdad hay en estas frases!
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