La soledad ejerce importantes influencias sobre los individuos. Una de las peores es de carácter trágico, se aproxima a la gente en sus momentos críticos y culmina con el final intransferible, la muerte. Hoy en día se practica con denuedo la soledad con talante cómico, porque en ella se alardea de no tomar nada en serio. Nos conviene destacar la soledad sencilla de un cierto reposo mental, sin teorías enrevesadas ni comunicados tendenciosos; para apelar al anhelo interno en busca de configurar el existir grato. En una palabra, el GUSTO por las cosas, por las actuaciones en convivencia. Frente al patetismo deslustrado, hemos de actuar en consecuencia, no son suficientes las declaraciones.
Al conversar con las personas o prestar atención al asalto mediático, los detalles de la vida cotidiana, los problemas comunes, las noticias, las inquietudes; refuerzan el rotundo CLAMOR resonante en cada mente y espacio. Como no aparecen las soluciones mágicas, estos rumbos acuciantes nos abruman de una manera sofocante. Como decía, ya no se trata de conceptos elevadísimos, de economías superlativas o estructuras de gobierno; queda en entredicho el gusto por hacer las cosas de una determinada manera, a ser posible con buenos trazos. Pero nadie enciende la luz, teniendo gran parte de los interruptores a mano, como en una severa impotencia claudicante.
Lo peor es la tendencia progresiva al desatino; de tal modo, aquello considerado como escandaloso se incorpora a las valoraciones habituales por su asombrosa reiteración sin visos de actitudes correctoras. Empezando por las algaradas destructivas, terroristas blanqueados, agresiones y palizas sin conflicto previo, disparos, abusos, violaciones, acuchillamientos, barrios enteros atemorizados; pasan a saturar las emisiones informativas. Esa presencia flagrante de desatinos implica un DESBORDAMIENTO mental superador de criterios y normas. Mientras, los adinerados y empoderados se desentienden de las posibles soluciones. Eso les convierte en auténticos padrinos de dichos comportamientos.
En las cámaras de los gobiernos democráticos, en sus diversas ubicaciones geográficas, la grandilocuencia el incluso el bullicio festoneado de agresiones, en general verbales; se generan ocupaciones de incierto destino. Si uno para mientes en los contenidos de dichos quehaceres, no discutiremos la actividad allí imperante, eso no. En cuanto la mirada se dirija a los ciudadanos pagaderos de aquellas andanzas, estos aquejan unas cuitas concretas, con frecuencia preocupantes. Visto el DIVORCIO entre ambas ocupaciones, ciudadanos y gobernantes, aquellas disputas enfervorizadas de las cámaras demuestran un mal gusto patético. Entre todos lo elaboraron, unos pocos lo perfilaron a su gusto y grandes mayorías lo usufructúan.
Las mejores argumentaciones aportadas con intenciones benéficas, pueden quedar descalabradas por pequeños detalles en la manera de enfocarlas. Por eso, la prevista complacencia después de haber elegido una opción, puede ver derrumbadas sus expectativas por ligeras desviaciones. Una vez detectadas las percepciones accesibles, asimiladas por la mente y respondiendo con la imaginación creativa; solemos dirigir las proyecciones a la obtención de logros importantes, objetivos, palpables. Ahí radica una parte del patetismo de la elección, ceñirnos a esa concreción. Por que estamos hechos para la ELABORACIÓN continuada, revitalizada a cada paso. El logro preciso, delimitado, nos detiene en un acabamiento progresivo.
Ya de por sí es enormemente inestable el ámbito en el cual nos desenvolvemos. El filo está muy afilado entre el dolor y el placer, entre las bondades y las maldades, o binomios de ese estilo. Según para quién, el momento, los condicionantes, la ubicación; el predominio de la incertidumbre se convierte en la norma regidora. Por si estas dificultades fueran pocas, la enorme cantidad de circunstancias influyentes mediatiza cualquier apetencia. El gran inconveniente se apuntala en las COLABORACIONES apegadas al mal gusto, repercuten en la manera de presentarse los eventos a los ciudadanos. Hacer mención de estas pegas revierte en un estímulo para mantener la nitidez de las ideas en la brega con intervenciones gratificantes. Así:
PENOSAS COLABORACIONES Las penosas violencias se acumulan. Sin saber o sabiendo, brotan fieras, Cargadas de fogosas arrogancias. Potentes ventoleras nos destemplan, Por las mínimas rendijas se cuelan. Si bien se muestran como solitarias, Las complicidades son numerosas; Aunque sus influencias bien disimulan, Provocan las discusiones crispantes, Confunden los perezosos silencios, Y pesan las ausencias de atenuantes. Nadie asume mimbres participantes. Persisten los nefastos desvaríos Con el desliz de olvidar los orígenes.
Llama la atención en esta época de avances tan notorios a su disposición, el gusto de determinados grupos a los enclaustramientos acérrimos que desvirtúan su misma entidad. Se delatan al exponer sus miserias enajenadas. Son muy reveladores sus SILENCIOS patéticos. El campo de la Historia es muy expresivo, veamos lo que no dicen y así los comprenderemos mejor. En el gremio de artistas, algunos desaparecen del foco habitual sin justificaciones. En torno al euskera destacan las ausencias de citas referentes a su estrecha relación con el Íbero extendido por la península prerromana. No es difícil vislumbrar las intenciones, son expresivas de gustos manipuladores sin dar la cara.
Una de las esencias del buen gusto, además de la adhesión a cualidades entrañables, asienta en el talante de compartir las sensaciones espléndidas, lo que significa tanto como facilitarle al prójimo las posibilidades de unas experiencias atrayentes. La CERRAZÓN tiende a un aislamiento degradante. Pese a tratarse de valores subjetivos, la franqueza de su ofrecimiento colabora con el proceso identitario general.
Los signos GROTESCOS introducidos en las relaciones sociales son perturbadores sea cual sea el número de sus promotores, o la intensidad de sus proclamaciones. Una observación atenta descubre pronto su calaña. Cada quién podrá interrogarse sobre esa presencia y actuar en consonancia con su propia sensibilidad.
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