¡Uy! Como si eso fuera así de fácil. ¡Ah, bueno! Usted se conforma con los datos del documento nacional de identidad; si eso es así, perfecto. Al principio creí que iba en serio y eso ya requería otros planteamientos. Siendo importantes los signos utilitarios de la ubicación social, queda por ver su verdadero lugar en el edificio identitario personal; desde la azotea a los albañales, los detalles íntimos proliferan. En cuanto a la VERIFICACIÓN de la entidad propia, tratamos de un asunto delicado de complicada delimitación incluso para el sujeto interrogado, no digamos si hablamos de la accesibilidad para los demás. A la menor, estaremos refiriéndonos únicamente a meras aproximaciones de significados enigmáticos.
Nos reímos, sin ser cuestión de reír; porque llorar tampoco soluciona nada. El problema candente radica en ese dilema terco, se agranda cuando lo investigamos ansiosos, sólo desaparece cuando estamos dormidos. Qué enorme capricho tienen los enigmas con nosotros, nunca nos dejan abrir del todo la tapadera, si acaso nos permiten mirar a la negrura del fondo. De esta guisa, es preferible reír. Nos identificamos, pero no sabemos con precisión quienes somos. Si ahora sabemos, también sabemos qué de las mentiras. Mientras antes de la pregunta, conocíamos la verdad. En efecto, estamos ante un pérfido GALIMATÍAS existencial duradero e inquietante. No nos queda otra, transformarlos en ilusionantes perspectivas accesibles. En estas andanzas no hallamos reposo, por otra parte cuidadosos de donde lo vayamos a encontrar; y a ser posible, siempre al menos con un ojo abierto. Si no queríamos aventurarnos, nos vemos implicados en la aventura incesante. Eso sí, con ese final que no conseguimos desentrañar del todo, o va a ser cuestión de que no nos gusta la palabra fin a secas. Circulamos distraídos por las opciones coloreadas con afanes de ilusionistas, para enhebrar la hebra de extremos indefinidos y antes de disponer de ninguna aguja determinada. Con estas trazas y nos venían con aquel imperativo de identificarnos. Ya sin la tribulación inicial, se distienden las congojas de cara a las caminatas previsibles. Digámoslo así: La identidad Motivadora de orgullos fijaciones enajenación agresiones Circulante por Trayectos Incógnitas Procesos Complejidades Culminadora en Errores Tropiezos Conflictos Abusos Y sobre todo De un final agotador Sin recursos del portador A la vista del espectador
Con ínfulas de expositor Desaparecieron las evidencias Atenuantes de aquel fragor Foco de penosas intemperancias. Como culminación En un final conocido Sin estar despavorido Con afán esperanzado
Para identificarnos considero importantes los sectores de las tres P. En el primero atendemos a cuantos indicios seamos capaces de detectar. En este sector de la PERCEPCIÓN inciden aspectos cruciales. No todo nos resulta accesible, desde fuera existen impedimentos naturales y trabas artificiales; qué información nos ofrecen, cómo la presentan y las tramas engañosas. Las cualidades personales son limitadas y peculiares, difieren al captar los estímulos. Y sobre todo, intervienen voluntades, odios, amores, intuiciones y actitudes pasionales, para dirigir la atención en exclusiva hacia ciertos asuntos, desdeñando otras posibles captaciones. La percepción deja ya de ser una anécdota.
Pronto intervienen con mayor o menor intensidad los PENSAMIENTOS del sujeto involucrado, para saber en la medida de lo posible a que atenerse. Esa toma de conciencia es decisiva para la modulación de las reacciones posteriores, pero diversifica hasta lo indecible las posibles orientaciones. Sólo influye, porque en realidad no se trata del único condicionante de las decisiones. Aquí ya se introducen preferencias hacia la ligereza interpretativa con la consiguiente frivolidad; o bien, enlazan las ideas con aspiraciones dedicadas a mayores ambiciones. En estos lances, el propio sujeto navega entre un potente oleaje de incertidumbre; es fácil deducir la dificultad para concretar su perfil identitario.
Enseguida se nos muestran con una serie innumerable de factores subyacentes, alardeamos de ser conscientes, aunque estamos sometidos a los impulsos inconscientes. Al fin sobreviene el importante componente de la identidad referido a las PROYECCIONES configuradas sobre la base de las influencias precedentes. Pueden aparecer cargadas de indiferencia, sea por incapacidad o por voluntad indolente. Como adaptarse a toda una amplitud de miras, con la intensidad indagadora correspondiente. Su carácter selectivo resalta la manida libertad individual, sin menospreciar las dependencias, conocidas o no, confesadas o no. En dicha programación se fraguan los reflejos posteriores de cara a los observadores.
Entre bromas y veras, deambulamos en ese horizonte complejo, donde la individualidad está involucrada con los aspectos comunitarios, tanto a la hora de precisar las definiciones, como para la elaboración de los proyectos y determinar las responsabilidades. El ESTILO personal huye de y forja a la vez la figura de esa identidad, desde los rasgos indeterminados hacia las espléndidas aspiraciones de felicidad. De cualquier manera, el desliz hacia la abstracción es evidente, dada la progresiva inestabilidad de los puntos de apoyo.
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