Cuando, un presidente de gobierno, cae en el infantilismo narcisista de intentar vender su imagen pública a través de una cursilería, tal como es la de hacerse protagonista de un documental en el que quiere dar la sensación de ser un personaje importante, un político de categoría o un ejemplo de lo que debería ser un mandatario de una nación como la española; lo único que se puede pensar de él es que está perdiendo el sentido común, se deja dominar por su egocentrismo insuperable y, por añadidura, piensa en los españoles como si fuéramos personas sin criterio propio, ciudadanos incapaces de discernir entre lo fundamental, lo propagandístico y lo meramente frívolo, fruto de una mente que ya empieza a tener fallos importantes. Lo de las “Cuatro estaciones”, aparte de suscitar el correspondiente pitorreo, no va a acarrearle al señor presidente, Sánchez, más que problemas, empezando por encontrar una cadena que se lo emita, algo que, al parecer, sigue en las nubes. No vamos a poder saber el coste de este autobombo de don Pedro, pero nos podemos imaginar que, como ocurre con sus continuos viajes en el “Falcón”, no se limitará a un puñado de euros y, por añadidura, como medio propagandístico en una campaña electoral, es muy dudoso que tenga un efecto positivo cuando la nación, y seguimos en ello, no hace más que dar muestras de estar harta del gobierno actual compinchado con los comunistas, en franca decadencia, y los separatistas, cada día más enfrentados entre sí y, por añadidura, menos convencidos de las posibilidades de que, la separación de España, fuera algo positivo para los catalanes y su economía..
Acabamos de presenciar cómo, esta vez sin ningún tipo de disimulo, cuando a las izquierdas se le da donde más duele, son incapaces de contenerse, de encajar y de disimular sus verdaderas intenciones y sus afanes totalitarios. En el momento en el que el señor Moreno Bonilla, haciendo uso de sus derechos constitucionales de aplicar los recortes oportunos a aquellos impuestos sobre los que puede actuar, ha decidido suprimir, en Andalucía, el Impuesto sobre el Patrimonio, inmediatamente, sin parase a considerar los pros y contras de esta medida que ya existía en la comunidad madrileña; los nacionalistas de todo tipo, comunistas resabiados, el Gobierno en bloque, la Generalitat de Cataluña, el Fomento de los empresarios catalanes y toda la parafernalia que rodea a esta chusma que se ha apoderado de la nación española, se han alzado, al unísono, para protestar de la medida, acusando al líder del PP en Andalucía de todos los males posibles, imaginarios, inventados y utilizados como verdaderos arietes en contra de una medida que, si se analiza bien y por los buenos resultados que se vienen dando en la comunidad madrileña, no deja de ser una forma de que en el bolsillo de los ciudadanos haya más dinero para que lo destinen a los fines que ellos quieran sin que, como acusan las izquierdas, ello signifique que van a sufrir por ellos los servicios públicos o las causas de beneficencia, debido a que en todas las ocasiones en las que se rebajan los impuestos se produce un aumento sensible de la recaudación por el resto de impuestos indirectos.
Pero analicemos un poco el caso catalán. Los que ya somos muy mayores recordamos aquellos años en los que Cataluña era la región más rica de España. la más industrializada, la perla de la cultura y el arte y los catalanes, tenían el pedigrí de ser los más laboriosos de todos los españoles. Esto fue entonces. Y, en aquellos tiempos en Cataluña se pedían obreros de las regiones más pobres como Andalucía, Murcia, Extremadura y aquellas otras zonas peninsulares en la que el trabajo escaseaba, nadie invertía en ellas y las familias se veían obligada a emigrar al norte donde los empresarios catalanes, poco generosos, les ofrecían sueldos ridículos. Entonces nadie protestaba por ello, era la necesidad de sobrevivir. Pero ahora las cosas han cambiado y muchas empresas, miles de ellas con motivo del separatismo catalán, de su deriva hacia una izquierda comunistoides, de su odio incontenible hacia Madrid y el resto de España, a los que atribuyen el haberse beneficiado del esfuerzo de los catalanes ( y de los millones de trabajadores venidos del resto de España y de la inmigración) que durante décadas se han ido enriqueciendo pese a ese victimismo que utilizan cuando más les conviene.
Ahora se quejan de que Moreno Bonilla les pida, a aquellos de sus ciudadanos que emigraron a Cataluña, que regresen para ayudar a su región de origen a recuperarse de los años en los que ha estado bajo el dominio sectario del PSOE y de todos los chanchullos e irregularidades que se han producido de parte de sindicatos y gobiernos autonómicos, que se han valido de su poder omnímodo para hacer y deshacer en Andalucía todo aquello que les ha venido en gana. Hasta que vino la derecha y vino con todos los predicamentos a favor para quedarse y hacerse fuerte, solvente, creíble y, sin duda alguna, con la intención de conseguir que Andalucía saliera del piélago socialista de tantos años para conseguir representar el papel que le correspondía dentro de una España más justa.No hay intento de robo alguno, ni chantaje, ni mucho menos mala voluntad hacia Cataluña; lo que ha sucedido es que Cataluña se ha convertido en la autonomía donde la carga fiscal se ha hecho más insoportable; donde la actividad industrial ha ido decreciendo; donde las empresas se ven con más dificultades para desarrollarse y donde muchas de las multinacionales que, en su día estaban radicadas en ella, han decidido cambiar sus sedes a otros lugar más seguros y menos expuestos a inseguridad jurídica.
Resulta poco menos que una boutade el que el Gobierno en pleno y la mayoría de los partidos que lo apoyan, incurran en el absurdo de criticar una medida que se ha demostrado, a través de los distintos gobiernos occidentales que la pusieron en práctica, que ha venido dando buenos resultados en cuanto a la economía y desarrollo de la industria y el comercio en aquellos lugares en los que ha sido aplicada. Lo que sucede, señores, es que nos encontramos ante una situación en la que el Gobierno cada vez se ve más atrapado por el billón cuatrocientos mil millones de Deuda Pública que ha ido acumulando. Cuando la carga de semejante deuda no suponía el pago de intereses, al menos, de intereses elevados, todo ello se fue aceptando, incluso en el resto de la CE como algo soportable, pero se acabaron las vacas gordas y, ahora, pintan bastos desde el momento en el que la señora Lagarde ha tenido que empezar a subir los intereses para combatir una inflación galopante que no lleva apariencias de remitir y que amenaza con convertir, tanto la Deuda pública de las naciones europeas como los intereses de las hipotecas, en una carga excesiva e insoportable para los Gobiernos, el español a la cabeza y para las economías de los ciudadanos españoles que no están pasando, precisamente, por sus momentos más dulces en cuanto a su situación económica.
Es posible que Europa decida que la devolución de la inmensa deuda de los países comunitarios no deba reintegrarse de inmediato y que se establezcan planes de amortización a largo plazo, lo que no significa que los intereses que cada año deba pagar cada Estado por ella no deban de hacerse efectivos religiosamente lo que, en el caso de España que estamos superendeudados, puede resultar, si siguen aumentado los intereses a causa de la inflación, que no estemos en condiciones de hacerlo si seguimos pretendiendo, como es evidente que piensa el Gobierno, gastar más de lo que permiten nuestras posibilidades económicas. Puede que, y esto puede resultar verdaderamente una gran desgracia para el pueblo español, que los socialistas y comunistas que nos gobiernan hayan decidido gastar sin contemplaciones para que el nuevo gobierno que los sustituya, seguramente de derechas, se encuentre anta la necesidad de aplicar recortes de importancia en las prestaciones públicas que se haya comprometido a satisfacer. Cuanto más tarden en abandonar el poder más grande va a ser la bola del gasto que habrá que controlar.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, seguimos viendo que, por parte de Pedro Sánchez y su gobierno, aparte de la propaganda con la que intentan desacreditar al PP, se sigue en los mismos vicios de enfoque, en contra de todo lo que están programando el resto de naciones europeas, que están intentando descargar a sus ciudadanos de parte del peso fiscal que están soportando hasta ahora. No es gastando más, poniendo más impuestos, limitando cada vez más la libertad de los ciudadanos, imponiendo sucesivas sanciones a aquellos que intentan sobrevivir sin seguir el control gubernamental y aparentando una normalidad que, en la realidad, cada vez se está haciendo menos llevadera, a medida que se van materializando los signos de una crisis que se acerca a pasos agigantados.
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