Hace unos días se ha recordado aquel fatídico 24 de Enero de 1977 cuando terroristas de extrema derecha entraron, con nocturnidad y la cara tapada, en el despacho laboralista que CC.OO tenía en el número 55 de la calle Atocha de Madrid y asesinaron a cinco personas. Hacía poco más de un año que Franco había muerto, uno de los pocos dictadores fallecidos en la cama, todavía seguían vigentes las instituciones que durante casi cuarenta años habían aguantado el franquismo, los partidos políticos vivían en una alegalidad o ilegalidad consentida, las bandas fascistas iban, sin temer a la policía, a la cacería de los elementos izquierdistas y GRAPO y ETA seguían atentando contra las fuerzas del orden público. Meses más tarde, el Sábado Santo, Adolfo Suárez, Presidente del Gobierno, legalizaría al Partido Comunista y convocaría elecciones, libres por primera vez desde la República, para el mes de Junio. Por cierto, cabe recordar que en aquellas elecciones no se pudo presentar el partido Esquerra Republicana de Catalunya para llevar el adjetivo «republicana» en su nombre
Por aquella época, no teníamos los avances tecnológicos actuales, no nos llegaban las noticias con la rapidez actual. De aquel macabro atentado nos enteraremos al día siguiente al comprar la prensa. Aquel martes a primera hora tenía un juicio en la vieja Magistratura del Trabajo, que entonces estaba en un viejo piso, con el suelo de una madera gastada por los años, de la calle Mestre Clavé. Después de comprar la prensa en el quiosco Dávila de la todavía plaza del Caudillo y tomarme un café en la cafetería San Patricio tomé el rumbo de la Magistratura pensado que no se debia celebrar ningún juicio de los citados para ese día. Habían muerto unos compañeros de profesión, unos defensores de la clase trabajadora, unos luchadores por las libertades. Algunos de los presentes en Magistratura aún desconocían la triste noticia, pero en pocos momentos se esparció y se pidió, creo que al Decano, la suspensión inmediata de todos los juicios de aquel día. Entre los nombres de aquel día recuerdo los de Ricardo Peralta, Paco Ruiz, Mercedes Belinchón, María Ángeles Momparler y algunos más, todos ellos jóvenes abogados de CC.OO y compañeros de los asesinados en Madrid por los sicarios del fascismo, que iban buscando a Fernando Navarro, sindicalista del transporte, que se salvó por haber marchado poco antes del lugar, y que, años después, acabaría de funcionario en CC.OO del País Valencià.
El otro día viendo banderas anticonstitucionales, con aguilucho, en la manifestación de Madrid tuve un susto, especialmente al ver bastante gente joven entre los manifestantes. Después de casi cincuenta años de la muerte del dictador Franco y de 47 del asesinato de Atocha vi las mismas caras de odio al contrario, caras que miran a quien se opone a ellos no como un contrincante político sino como un enemigo. Los enemigos de la democracia, los que votaron no a la Constitución, la derecha extrema y la extrema derecha "todos juntos y en unión defendiendo la bandera de la santa tradición", como dice uno de sus himnos. Quien lo iba a decir, ellos constituidos en defensores del orden constitucional.
Faltan cuatro meses por las elecciones y los políticos, unos y otros, ya están en campaña, se ha abierto la veda y hasta llegar el mes de mayo nos hincharán la cabeza con promesas que, al final, quedarán en el cajón del olvido. Algunas encuestas dicen que en el País Valencià podría ser que la unión del PP y VOX descabalgara al Botánico, y aunque Feijóo con la boca pequeña dice que no quiere pactos con la extrema derecha ya hemos visto que los firma si es preciso. Ya pueden afinar las propuestas PSOE y Compromís para evitar que se les coma el PP y se les meriende VOX y acabemos todos bailando al son que ellos marquen, y perdiendo derechos fundamentales que nos ha costado conseguir años de lucha, sacrificio y muertos contra la dictadura franquista.
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