Hace unos días lancé al aire la preocupación que muchas personas, con las que trato habitualmente, tienen por la situación de mantener las iglesias cerradas (MI IGLESIA, UN FORTÍN AGERRIDO EN MIL BATALLAS – 27.03.23).
Remití mi artículo, inclusive, al obispado de Getafe y algún que otro religioso y sacerdote amigo. Sólo recibí el comentario de uno de ellos, muy breve y sorprendente, el cierre de las iglesias se debe: “es que no hay personas o feligreses que se ofrecen para el mantenimiento y limpieza del templo”. Quiero entender la buena intención de esa respuesta, pero ¿y antes de la famosa Pandemia?... ¿por qué estaban abiertos los templos?...
La soledad de los templos va convirtiendo en tristeza pública la fe cristiana.
Los fieles y los arrepentidos descarriados buscan el lugar sagrado en el que frente al Señor, hablar, gritar, enfadarse, arrepentirse y pedir auxilio... pero NO, NO, ahora debe hacerse “telemáticamente”. Sorprende el hecho de haber preparado pequeñas y muy recogidas capillas (dentro de las Iglesias) para estar ante el Señor en busca de la fe que tanto cuesta mantener. ¿Para qué se hicieron si ahora se han convertido en pequeños museos sin posible acceso?
El maravilloso ceremonial litúrgico de “nuestra iglesia, la de todos”, cada vez se encuentra más alejado de las muchas realidades humanas que diariamente sufren las famosas tentaciones que sufrió Jesús. Dios está en todas las partes, SÍ, pero la tradición cristiana nos lo ofreció en el Sagrario, ahora escondido en los llamados recintos sagrados de los cristianos. Muchas catedrales mantienen la hermosa costumbre de la sala o lugar “de oración”..., SÍ, SÍ, pero las catedrales están abiertas.
El pueblo no está tan alejado como puede parecer. Al pueblo se le pueden plantear los problemas: limpieza, mantenimiento, seguridad, vigilancia... y presupuesto. El pueblo responderá, nos asombrará, pero hay que hablar con el pueblo. El PUEBLO, que es Iglesia, debería tener diversos cauces de contacto con las parroquias, con el obispado, con los sacerdotes, etc., el pueblo, seguro, escribirá, llamará, conversará... pero hay que ABRIRCAUCES SENCILLOS y MANTENERLOS ACTIVOS.
Dios no está lejos. Somos nosotros los que parecemos intentarno verle de cerca.
Gracias a este sacerdote que respondió a mi comentario, porque, aunque no estoy muy de acuerdo, ese es el camino para solucionar los problemas: HABLAR.
En un mundo globalista, sumergido en la vorágine de la soberbia intelectual humana, el misterio de la creación lo “ECUACIONAMOS”, lo queremos resolver con todo tipo de “CALCULADORAS MEDIÁTICAS”... El Homo Sapiens, sin embargo, siempre tuvo Fe en la presencia de un universo humanizado por un ESPÍRITU SUPERIOR.
Humanos llenos de DIOS, porque todo lo que somos, incluido el universo, salpica una sola verdad... EL MISTERIO DE LA FE. El agnosticismo es la soberbia del que no quiere aceptar como mínimo la duda.
DIOS volverá al templo universal donde el Homo Sapiens, en su soberbia, quiso ser REY de todos y de todo. DIOS nos enseñará que el origen, como parábola, fue bonito, como un cuento, pero como realidad nos hará ver que el GRAN MISTERIO DE LA CREACIÓN Y SU DESARROLLO envolverá con FE y HUMILDAD la mente humana.
“Los cauces cerrados de la Iglesia” son, sencillamente tres: No escuchar lo que dice, la llamada “ignorancia del pobre” Olvidar que “agrupar individuos” no es lo mismo que “vivir en grupo” No ser consciente que la Jerarquía nunca puede ser “el escalafón de una empresa”
La Semana del Gólgota es la competición desinteresada del AMOR, del VALOR CON MIEDO, de LA MANO TENDIDA AL CAÍDO... y QUE NUNCA TIENE FIN.
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