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​¿Y ahora qué?

"Dijeron que antiguamente se fue la verdad al cielo; tal la pusieron los hombres, que desde entonces no ha vuelto". Soledades, Lope de Vega
Luis Méndez Viñolas
jueves, 27 de julio de 2023, 11:14 h (CET)

Pasadas las elecciones, podemos preguntarnos ¿y ahora qué?


Al respecto caben dos ideas iniciales:


1) La derecha y extrema derecha y la izquierda y extrema izquierda han quedado prácticamente igualadas. Si no, vayamos a los electores (no a la desvirtuadora Ley D´Hont): PP, 8.091.840 votos; Vox, 3.033.744; PSOE, 7.760.970; Sumar, 3.014.006. No incluimos los partidos nacionalistas dado que tienen sus propias  expectativas. La cuestión es, en definitiva, que la negociación para un nuevo gobierno no será sencilla, dificultada además, por las posibles exigencias (amnistía y referéndum) de las minorías: ¿Nuevas elecciones? ¿Gobierno del PP apoyado por el PSOE, (es decir, ¿una nueva versión del bipartidismo?).


2) ¿Guardan las derechas y las izquierdas aquellos planteamientos que  hace cuarenta años las diferenciaban? Si nos fijamos en lo fundamental, en España se hace una política de centro a la baja (es decir, inmovilidad con tendencia al retroceso); nada que afecte a la estructura del estado, nada que toque la configuración de las clases, si es que existen. Sólo la clase alta cree en ellas (quizás por ello merezca dirigir).


Donde sí hay diferencias sustanciales es en lo que en EE.UU. (a los cuales imitamos) llaman derechos civiles. En lo relativo a los derechos sociales no hay una diferencia cualitativa, sino cuantitativa. Si hablamos de salarios, comparemos los nuestros (salario mínimo y medio) con los de los países de nuestro nivel y entorno y veremos que el nuestro es un mal endémico que ni las supuestas derechas, ni las supuestas izquierdas han cambiado sustancialmente. Habrá que preguntarse qué hacen ellos, países moderados, que nosotros no podemos. Respecto a la sanidad y a la educación públicas ambas están en regresión (más lo que se avecina con la forzada subida del gasto militar) con proyectos de privatización nada tranquilizadores. Lo mismo ocurre con las pensiones: si hablamos históricamente de subidas importantes, sólo ha habido una, la este año. Para que nos tranquilicemos nos dicen que desde 2027, la cuantía mínima de la pensión de jubilación contributiva para un titular mayor de 65 años con cónyuge a cargo, no podrá ser inferior al umbral de la pobreza calculado para un hogar de dos adultos. Impresionante la referencia. No hay duda de que el futuro es tranquilizador. Para las pensiones no contributivas se incrementarán hasta converger en 2027 con el 75% del umbral de la pobreza calculado para un hogar unipersonal. Por lo tanto, pasarían desde los actuales 484,61 euros mensuales (antes se hablaba de bloque de clases; ahora habrá que hablar de bloque de miserias) hasta 592 euros mensuales en 2027. La diferencia es de unos 3 euros diarios (datos BBVA). Si relacionamos inflación y salarios, la cosa avanza en sentido negativo.


No obstante, cada dos por tres recordamos que somos el cuarto PIB de la UE (habría que ver también la dimensión de esos países para mayor agravio nuestro). Por otra parte, ¿ese tamaño informa sobre su justeza? Prensa fiable (dentro de lo que cabe) afirma que “el 10% más rico de la población española posee el 57% de la riqueza total, mientras que el 50% inferior posee el 7%”. Es decir, un país altamente desigual. A la precariedad laboral hay que añadir, además, el problema muy grave de la vivienda. ¿Se ha planteado aumentar el número de viviendas sociales? Sólo Sumar ha prometido algo sustancial (200 mil viviendas en cuatro años). ¿Ignoran los electores que se está vendiendo vivienda social a fondos buitre?


En resumen, una situación con graves problemas que se afronta con la mayor de las alegrías. ¿Se entiende?


Como decíamos, la derecha ha sacado 11.125.584 votos y la izquierda 10.774.976. Es decir, una diferencia de 350.608 electores. Pero si vamos a la visión céntrica o concéntrica, el centro ha sacado en realidad 15.852.810 y los extremos 6.047750. Llevamos así cerca de cincuenta años. Quizás ese sea el problema: cincuenta años con las hipotecas del pasado.


Se dirá que es opinable. Por supusto: según los recortes de prensa que se tomen; pero, preguntémonos: ¿En ese centro hay diferencias sustanciales sobre la política internacional –cuando lo de Marruecos-Sahara ¿alguien alzó la voz tal como se eleva para tonterías?--. ¿Sobre la política atlantista, tan acertada es que no admite matices? ¿Estamos satisfechos con la distribución que hay  entre empresas públicas y privadas? Somos de esos que consideran que la soberanía nacional comienza con un estado fuerte; el nuestro ¿lo es? En Finlandia --que no es nada extremista-- las empresas públicas representan el 41,14% del PIB y en España el 4,43. ¿Por qué no puede haber un banco público. ¿Por qué José Blanco dijo en su momento que el problema era ponerle el cascabel al gato? ¿Manda algo o en algo nuestro estado? Los EE.UU., tan imitados en otras cosas, insistimos, saldaron parte de la crisis de 2008 haciendo pública una proporción importante de bancos estatales (no federales). ¿Son acaso extremistas en política interior? ¿Hay discusión sobre si las riquezas estratégicas del país están en manos públicas? ¿Hay preocupación por que nuestra deuda esté en manos extranjeras? ¿Se analiza qué mecanismos de protección se han establecido frente a la inversión extranjera, sobre la base de que no invierten para mejorar al país, sino para extraer beneficios de él. Estamos hablando del régimen laboral de trabajadores españoles en esas empresas, del medio ambiente,  de la vivienda. Cuidado con la mentalidad tecnocrática, a la que sólo le importan las montañas rusas de beneficios (y que en muchos casos van a paraísos fiscales) y no la vida real de los nacionales.


Se habla del fraude fiscal, y para resolverlo se reduce el número de funcionarios que lo han de vigilar. Como si de una gran revolución se tratara, el impuesto a los ricos parece que será del 1,7% para los patrimonios entre 3 y 5 millones de euros; del 2,1% para los patrimonios entre 5 millones y 10 millones; y del 3,5% para aquellos patrimonios superiores a 10 millones de euros. Así se salva a la nación. Pregunta anexa: ¿por qué a partir de tres millones? ¿Se puede explicar de forma inteligible? Por otra parte, ¿por qué pagan más impuestos las pequeñas empresas que las grandes? De Business insider dice: “El 36% de los beneficios de las multinacionales se trasladan a paraísos fiscales en todo el mundo, según una investigación firmada por expertos de destacadas instituciones financieras. Si los beneficios desplazados se reasignaran a sus países de origen, los beneficios nacionales aumentarían un 20% en los países de la Unión Europea”. Nosotros creemos que bastante más. Pero creamos a las destacadas instituciones financieras.


Según el economista liberal Marc Vidal (Cinco superpotencias que gobernarán el mundo en 2050) en 30 años las economías más grandes del mundo serán China, India, EEUU, Indonesia, Brasil, Rusia, México, Japón, Alemania, Reino Unido, Turquía, Francia, Arabia Saudita y Nigeria. España pasaría al lugar vigesimosexto. En 2004 estaba en el octavo lugar (18 puestos de retroceso). ¿Se discutió sobre algo similar en la campaña electoral?


Alguna prensa se sorprendía justificadamente de que en los debates no se plantearan las nuevas disposiciones de la UE que regirán a partir de 2024 y que podrían perjudicarnos gravemente. Las conocen, y cuando llegue el momento, la excusa será fácil: la UE lo quiere (todopoderosa pero sin soberanía real; paradojas del lenguaje, no de la realidad). Que hayamos perdido el gas argelino por Marruecos es injustificable ¿Presiones? Italia está comprando ese petróleo argelino.

Sobre extremismos, efectivamente los hay. ¿Cómo ignorar la xenofobia (selectiva); el racismo nacional (sin considerar el racismo aliado de fuera); la inmigración, (que no está tan protegida como se pretende); la violencia machista o contra las personas sexualmente distintas. Pero no es el único extremismo que hay. Por ejemplo, no preocupan las propuestas del señor Manso sobre que todo se privatice menos la policía, el ejército y los tribunales. ¿No es esto la antítesis del estado de bienestar, no es anticonstitucional? ¿Por qué no se airean estas cosas esenciales?


Respecto a la llamada extrema izquierda estamos de acuerdo en que los problemas sobre identidad sexual, violencia entre los sexos (¿por qué de género?) son, no muy importantes, sino vitales; pero ello sin que actúen como sustitutivos de los demás problemas; sin que se conviertan en una única columna vertebral ideológica. Más bien parecen excusas para no enfrentar el gran problema del reparto injusto de los privilegios; para no enfrentar --¿quién le pone el cascabel al gato--la defensa de la soberanía fortaleciendo al estado y la nación. Débiles ¿cómo frenaremos imposiciones externas? El número dos de Sumar afirmaba hace semanas que Marruecos “es un régimen parecido al de la Restauración borbónica en España”. Cuidado, otros políticos de otras fuerzas han dicho cosas similares y siguen ahí, mientras se juzga por nimiedades.


Prosigamos: por el contrario no no vemos estadísticas diarias de trabajadores accidentados y muertos diariamente. No vemos estadísticas sobre enfermedades laborales. Nada sobre las kely. Nada sobre el trabajo en negro, con condiciones laborales infrahumanas (pobres animales que también las soportan) y grandes ganancias para depredadores sin escrúpulos. ¿Cómo desahuciar a familias con niños cuando hay miles y miles de viviendas vacías? ¿Cómo no se legisla de forma que nadie pierda? ¿También hay gatos sin cascabel? De esto no vemos nada en las televisiones sensibleras; no se ponen lazos negros; no se saca pecho solidario y con corazón.


Hasta en lo de la memoria histórica no hay claridad. Espabilemos: no habrá memoria histórica verdadera mientras afecte a las acciones no de los españoles, sino de las potencias extranjeras. A los españoles ya se les ha calificado. ¿Se ha hecho lo mismo con quienes jugaban, como siempre, con dos barajas?


Otra cuestión nada clara es la de las relaciones entre el Parlamento Europeo (que no sabemos por qué no pinta gran cosa) y las naciones que lo integran. Hablamos de realidades, no de reglamentos alambicados que en definitiva nada dicen. El partido nacional integrado en un grupo parlamentario ¿a quién obedece, a su partido nacional, a su gobierno, a su partido europeo, si es que este tiene vida orgánica autónoma? ¿Cuál de estos componentes establece las directrices? O el parlamento y su tecnocracia neutralizan a los partidos de un mismo signo, y estos al partido del país? Así se entenderían muchas cosas. En ese parlamento ¿qué queda de los programas nacionales de cada partido y nación? ¿O cada parlamentario vota lo que le da la gana? Hemos conocido a parlamentarios europeos del partido A que defendían sin incomodidad alguna los postulados del partido B. Estamos en el país más libre del mundo, salvo para aquello que perjudique a los grandes poderes. ¿Vamos a creer que el Parlamento Europeo llega así al micromundo de las personas? En definitiva ¿cómo se conforma la opinión –no los asépticos tecnoproyectos elaborados por incoloros funcionarios verticalistas—de cada partido que integra ese parlamento? Porque a veces parecen de un partido unidireccional. ¿De dónde recibe sus impulsos? Si esos diputados europeos representan al país ahí fuera ¿cómo lo hacen si aquí no lo logran comunicarse en lo que atañe a la nación? No son preguntas retóricas, sino la expresión de las dudas sobre a dónde vamos tanto en política exterior como interior. ¿Se plantean estas cosas los dirigentes de las distintas formaciones nacionales?


El resto del ¿y ahora qué? debería versar sobre los que fueron hace poco electores. Pero esa historia necesita capítulo aparte.

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