Los miembros del segmento de plata, a los que envío estas reflexiones especialmente, somos muy proclives a manifestar nuestro rechazo a muchas de las cosas que suceden a nuestro alrededor. Sin darnos cuenta, caemos en el síndrome del “abuelo Cebolleta” proclamando aquello de “en mis tiempos…”. La realidad de los hechos nos confirma que estos tiempos son mejores aunque distintos. Lo que verdaderamente hacemos patente con nuestras palabras, es que hemos menguado, mientras que el mundo ha dado pasos hacia delante de una forma desmesurada. No nos gusta la Málaga en la que vivimos porque añoramos aquella Málaga coqueta de muchas tabernas y una librería. Hoy tenemos muchos bares, muchos restaurantes, algunas librerías y muchos museos. Queríamos que vinieran turistas a raudales y nos han llegado de tal forma que ahora los visitantes somos los propios malagueños. Nos quejamos del tráfico excesivo y la carga que es para nosotros movernos en cualquier tipo de vehículo por la ciudad. Olvidábamos cuando lampábamos por tener una bicicleta, un Vespino o un 600. Nos quejamos de lo caro que está todo –pero tenemos de todo- y olvidamos cuando todo era más barato, pero no lo podíamos comprar. Creo que tenemos que adaptarnos a los signos de los tiempos. Vivir nuestra senectud con dignidad y aceptar un mundo que nos parece loco, pero al que se adaptan con facilidad los que tienen la edad y el vigor para afrontarlo. Lo que no tiene enmienda es el egoísmo imperante desde siempre y la capacidad que tenemos de pedir que el mundo gire a nuestro alrededor y todo se haga a nuestro gusto. Pensamos que todos andan con el paso cambiado menos nosotros. Hoy he reflexionado de esta manera a consecuencia de mi paso por las aulas universitarias junto a jóvenes que pueden ser mis nietos. Me cuesta cierto trabajo entenderlos, pero descubro que tienen los mismos valores o más que teníamos los de mi generación. Están en un mundo más globalizado y menos cercano, pero están muy bien preparados y sabrán afrontar un futuro que se presenta difícil, pero que serán capaces de manejar. Veo a dignos profesores que dan clase en camiseta y con pendientes. Recuerdo a los tiempos de chaqueta y corbata. Pero estos de ahora son excelentes, dan las clases extraordinariamente y son muy cercanos. Las generaciones son como los marcos que describen los cursis: incomparables. Así que… vivamos el presente.
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