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Hebras radicales

El asombro existencial se convierte en ventolera si olvida las raíces
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 28 de marzo de 2025, 09:44 h (CET)

Aturdidos por la serie de habladurías, nos suena a mera fantasía el recuerdo de cómo empezó el lenguaje. La necesidad de comunicarse acertó en el descubrimiento de las voces adecuadas, su interpretación entendible y su consiguiente aplicación en las actitudes del momento. Las experiencias fueron modelando ese intercambio de voces articuladas, siempre tratando de captar algunos sentidos concretos. Aparte del tono y el modo de emitir las voces, se fueron configurando las primeras PALABRAS, desde la mera creación se sus formatos a la simple imitación de los sonidos naturales. En las sucesivas edades posteriores no se detuvo ese proceso, celebrando nuevos hallazgos, con la pérdida también de algunos logros vocales.


Con los progresos de la civilización es notoria la abundancia de palabras y la enorme diversificación de carácter babélico. Ante ellas nos hemos situado de manera indiferente o rutinaria, enfrascados en los retos planteados, sin entrar en otras consideraciones. Quizá en casos poco frecuentes (Lorca, Neruda o similares), la actitud con ellas ha sido cuidadosa, con el mimo para detectarles bellos matices y con la fuerza expresiva de las emociones. Pueden surgir de forma inesperada o después de una búsqueda tenaz, convertidas en un instrumento imprescindible, con el potencial adecuado para comunicarse. Según las personas, les damos un TRATAMIENTO determinado y unos usos muy variopintos; se convierten en raíces para los futuros hablantes.


Los recientes progresos no han dejado muchas opciones para la reflexión, tampoco para calibrar los resultados obtenidos en cada proyecto. Los avances se desarrollan con fuerza propia, acumulan novedades prometedoras y desdichas. Eso lo hemos podido comprobar con las palabras, venturas y desventuras asombrosas; como un elemento pasivo sin voluntad propia, han sido zarandeadas por fuerzas insospechadas, han sido usadas de la manera más intempestiva al servicio de métodos incongruentes. Lo que funcionada en el sentido creativo y amplificador, salió de sus cauces habituales. Dicha modificación dejó a las palabras DESNATURALIZADAS, sin saber a que atenernos. Recuperar esas raíces chamuscadas, suena más a utopía que a posibilidad.


Desde su descubrimiento, los genes nos han maravillado, por el conocimiento de sus características y su influencia sobre las condiciones y funcionamiento de las personas. El perfil definitivo de los RNA y ADN permitió delimitar las nociones de especie y los rumbos diferenciales individuales; dando por sentado su papel decisivo para la conformación de cada ser humano. Han continuado las investigaciones con resultados fascinantes que conviertes a la GENÉTICA en una ciencia básica, casi mágica, del conocimiento. El genotipo como expresión de los rasgos elementales de la transmisión, sin olvidar al fenotipo con sus adaptaciones posteriores a los ambientes. Sin entrar en determinismos, la genética juega muchas cartas como punto de partida del destino.


Sin embargo, aunque lo pudiera parecer en una primera impresión, no es una entidad estática; su mecanismo forma parte de la actividad íntima en los seres vivos y de cada célula en particular. Tratándose de un dinamismo que nos constituye desde los principios. Aunque cabe cuestionarse las fijaciones en semejante actividad funcional; hemos reconocido la fijación central que nos diferencia como especie y determinados rasgos individuales. Esa persistencia se torna misteriosa cuando se descubren incesantes MUTACIONES en las partículas intervinientes. Abundan en las células y son incontables a lo largo de la vida corporal. Pueden originar graves problemas (Cáncer y enfermedades), algunas son beneficiosas y otras sin efectos conocidos.


En la actualidad se publican numerosas investigaciones de insospechado valor en torno a estos mínimos cambios en las proteínas y partículas genéticas; la mayoría referidas al ámbito sanitario, pero no faltan en relación con la botánica, técnicas alimentarias y medioambientales. También se consiguen identificar rasgos genéticos de origen remoto, incluso con orientaciones sobre su procedencia geográfica; de una persona se puede atisbar el porcentaje de sus genes relacionados con exóticos orígenes. Destacan tanto las constantes (ADN, RNA) que subsisten a pesar de todo, como el espectro de las innumerables variaciones. Configuran una trama HETEROGÉNEA nunca completa, ni en lo referente a los principios ni a los nuevos horizontes.


Es natural echar una mirada sobre los antecedentes, nos ilustran sobre gran parte de lo que nos constituye en la actualidad. Accederemos con mayor facilidad sobre aquellos situados en la proximidad temporal o espacial, los denominaremos PRECURSORES inmediatos, son esas raíces perceptibles en los elementos del entorno. Comienzan con el peso específico de los progenitores, ejercen como impulsos principales e iniciáticos, sin entrar ahora en distinciones o variantes; aquí entrarían también los convivientes familiares de mayor edad, abuelos y hermanos mayores. Resultan cruciales personas con enorme presencia influyente (Amigos, maestros). Los ambientes generados por el sello comunitario son otra pieza importante.


No podemos detenernos en esa inmediatez, las raíces se prolongan hasta lo desconocido. Encontramos perfiles de rasgos heredados, con sorpresas, errores, e inquietudes. A la ciencia se le escapan esas profundidades, con algún hallazgo ocasional. Se demuestran influencias de ambientes y personas de otras épocas sobre la actualidad, cuyos circuitos permanecen inaccesibles. Las posibilidades parecen no tener fin. Veamos la extensión de una pretendida saga desde la persona actual hacia los ANCESTROS. Sus dos padres vienen de 4 abuelos y 8 tatarabuelos. En esa línea, a finales de 1800, serían 32 y en torno al descubrimiento de América rondarían los 500.000. Podemos percibir la enjundia de la diversidad en torno a las raíces.


Uno de los manantiales más caudalosos, del cual captamos alimentos a diario, suele pasar desapercibido a pesar de su importancia. El conjunto de elaboraciones mentales de todos los tiempos conforma una especie de atmósfera envolvente desde las más insospechadas procedencias. Citada como NOOSFERA, representa el remanente común de los pensamientos a través del tiempo. Afortunadamente dinámico por su apertura permanente e inaprensible por parte de los poderes activos. El acercamiento a sus contenidos podrá ser despectivo o participativo, desde la banalidad o el interés por una superación cualitativa. Nunca completada, sí estamos en condiciones de elegir la manera de acercarnos a esas raíces, colaboradores o con actitudes maliciosas.


Vistos los panoramas comunitarios actuales, no se aprecia demasiado interés en tomar conciencia del sentido vital de las raíces. Esa desorientación desdeñosa nos decanta por una experiencia centrada en SUCEDÁNEOS pretendidamente liberadores, políticas, voluntariados, espectáculos, sectas, ideologías, fanatismos y ocupaciones diversas. Las razones no siempre se centran en las esencias y revolotean sobre el núcleo existencial.


Tomando conciencia de las raíces entramos de lleno en el ASOMBRO existencial, asomados a lo ilimitado, nos aboca a la creatividad permanente liberada de obstáculos innecesarios, para captar, asimilar y afrontar los retos de la vida. La libertad, la estética, la moralidad, la ética o la justicia, suelen alejarse de los mencionados sucedáneos. Tomar conciencia de todo ello es el mayor tesoro de las personas; aunque cuesta hacerse cargo de sus requisitos exigentes, para no ceder a las triquiñuelas ambientales.

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