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En 1943 fue creada la palabra “desnazificación” por los estadounidenses, quienes ya por entonces pensaron en modificar la legislación alemana para llevarla a cabo luego de concluida la guerra. La impopularidad del programa y el desinterés creciente de los aliados fueron diluyendo los programas a partir de 1946, hasta su definitiva abolición en 1951. La oposición del mismo gobierno alemán de Konrad Adenauer certificó su fin.
Que todo pacto o mandato político finaliza con una derrota, y que puede ser derogado por los vencedores, lo entendió el presidente del gobierno español Pedro Sanchez, quien liquidó el gobierno y llamó a elecciones para este mismo verano. En Paraguay, el principal responsable de la derrota opositora en las últimas elecciones nacionales (Efraìn Alegre) aún no se decidió a asumir costos, ni siquiera a pagar deudas.
Se cumple en estas fechas un aniversario más de la firma del Pacto de Acero (alemán: Stahlpakt; en italiano: Patto d'Acciaio), un acuerdo político-militar firmado el 22 de mayo de 1939 en Berlín, entre los Ministros de Relaciones Exteriores Galeazzo Ciano por el Reino de Italia y Joachim von Ribbentrop por Alemania, establecimiento de una alianza belicista que derivará en consecuencias funestas.
Las elecciones paraguayas a fines de abril debieron ser una fiesta, pero la celebración fue pronto empañada por grupos que se alimentan del descrédito de las instituciones e intervención de embajadas extranjeras. Se trata de organizaciones que buscan debilitar a cualquier gobierno que se muestre desafiante a sus designios.
Se hizo célebre en las elecciones de 1946 en Argentina, la frase “Braden o Perón”, cuando el representante diplomático norteamericano en Buenos Aires, Spruille Braden, intervino intentando evitar el triunfo de Juan Domingo Perón. La intromisión del diplomático fue tan torpe y descarada, que irritó a los electores argentinos que inundaron las urnas votando a Juan Domingo Perón, entonces secretario de Trabajo.
Para estar libre de un error, escribe Borges en el Aleph, conviene haberlo profesado. Tal vez por eso el mismo autor en "Everness" niegue la existencia del olvido. Me recordó a la denuncia de Euclides Acevedo, tiempo atrás embajador paraguayo en España y hoy candidato a presidente, cuando recordó que un medio de comunicación paraguayo, que se jacta de haber luchado por la democracia, le cerró las puertas cuando era preso de conciencia algunas décadas atrás.
Se atribuye al político estadounidense Hiram Johnson haber acuñado en 1917 la frase de que la primera víctima de una guerra es la verdad. Juan Bautista Alberdi lo descubrió medio siglo antes, cuando su país, Argentina, se vio envuelto en una guerra contra el Paraguay junto al Brasil, entonces una monarquía europea reinante en América.
Cuenta una leyenda azteca que alguna vez un Dios recibió desde el inframundo como regalo de los demonios un espejo, donde pudo ver que su apariencia era humana. Atemorizado por el descubrimiento, y por la revelación de que su identidad era también humana, perdió la razón. Su rostro humano auguraba un destino igualmente humano, algo que lo sacó de quicio y le hizo huir anunciando que volvería.
Lo que el río Nilo fue para Egipto, un don al decir de Herodoto, para países mediterráneos de Sudamérica devino en maldición. Una fuerte disputa por la libre navegación de los ríos Paraná y Paraguay, en la primera mitad del siglo XIX derivaron en una disputa entre las principales potencias europeas de la época, Inglaterra y Francia, con el gobierno de Buenos Aires.
Entre 1932 y 1935, Paraguay y Bolivia se enfrentaron en una guerra por el subsuelo de una región rica en petróleo, y en la cual la sed se cobró tantas vidas como las armas. El 8 de diciembre, los paraguayos se apoderaron de los hontanares de Yrendague, obligando a huir a tropas bolivianas que perecieron por falta de agua en caminos que fueron conocidos como "de la desesperación".
Cual nuevo heredero del Margraviato de Brandeburgo, el Ducado de Cléveris, el Condado de Marck y el Ducado de Prusia, la elección del hijo de un ex presidente causa revuelo en Paraguay. El título político de príncipe elector o príncipe electoral era un miembro del colegio electoral que tenía la función de elegir a los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico después de Carlos V, último en ser coronado para dar paso a emperadores “electos”.
Una conspiración para usurpar la representatividad popular causó revuelo en el mundillo político y ciudadano de Paraguay, cuando un grupo se tomó la atribución de decidir excluir de un debate político a la mayoría de los líderes que presentaron su candidatura a la presidencia de esta república.
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