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Manuel Rebollar Barro
Manuel Rebollar Barro es, entre otras muchas cosas, ecijano (Sevilla, España), acuario, varón, caucásico, monocéfalo, bípedo,… y de ninguna de las cosas se siente orgulloso porque no ha tenido nada que ver en ello. Por otro lado, sí es responsable de buscar su voz, una voz que nos pertenece a todos y que solo pretende analizar la realidad desde las cuatro paredes de un instituto de secundaria y extrapolarla, porque, de un modo u otro, todos seguimos en clase. |
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En la Puerta del Sol, en Madrid, mi madre acudía con asiduidad a “Los guerrilleros”, una zapatería que, como casi todo de lo que tengo recuerdo, ya no existe. Bajo el eslogan “No compre aquí, vendemos muy caro” estaba siempre llena y vendía bastante calzado. Yo me quedaba perplejo al pensar que mis padres, a los que rara vez les sobraba el dinero, adquirían los zapatos allí, desoyendo el consejo que el propio establecimiento hacía.
A pesar de que parece que fue en la antigua China donde alrededor del siglo VII a.C. se creó el concepto de exámenes para lograr reconocimiento y estatus en los aspirantes que superaban la prueba, fue el siglo XIX, con el Positivismo, el que trajo a nuestro mundo la necesidad de validar el conocimiento a través de unas pruebas fijas diseminadas a lo largo del año escolar, con unos criterios que medían la valía de los estudiantes.
Yo nací un jueves lluvioso de febrero, un día 11, como hoy. Y no fue decisión propia, no, aunque a veces tenga mis dudas. Supe que había nacido un jueves no por mi memoria, que, de esta época, lo que recordamos viene de las historias que nos han contado los otros, los que nos rodean.
Estamos en un pabellón cualquiera de un sábado cualquiera. Un muchacho bota un balón, aunque, por la torpeza con la que lo hace, parece que fuera el balón el que lo llevara a él. A trompicones se queda debajo del aro, lanza a canasta y… ¡falla otra vez! Lo mismo sucede con los pasos, los dobles… un sinfín de errores mejorables que cualquiera de nosotros entiende porque la perfección no existe, están en formación y es deporte base.
En el 'El traidor Marquillos' se narra cómo Marquillos asesina a su señor, se pone sus ropas y se va hacia la casa de este donde se hace pasar por él para que la esposa abra. Una vez dentro, la intenta violar, pero ella logra convencerlo para que esperen y mantener relaciones a la mañana siguiente. Cuando se queda dormido, ella lo mata. Este sencillo texto medieval tuvo que ser analizado por mis alumnos de 1º de bachillerato y un buen porcentaje de ellos no fue capaz de entenderlo.
Seguramente ya no lo recordarás, el tiempo es lo que tiene, que filtra a su antojo lo que hicimos y lo viste de sensatez para poder permanecer tranquilo mientras criticas cómo los jóvenes hacen lo que hacen y afirmas que, en tu época, todo eso era impensable. Y sabes que mientes o, que al menos, no dices toda la verdad.
“No veáis a Broncano, es un rojo” fue el mensaje que recibió mi hija en su móvil durante la última noche del año dentro de un grupo de adolescentes en el que se encuentra inmersa. ¡Un rojo! Ostras, tú, qué facilidad para etiquetar, qué manera tan evidente de mostrar cómo las ideas calan mucho más rápido cuando se simplifica el mensaje aprovechando léxico connotativo del pasado para radicalizar el presente.
En Écija, mi pueblo, se ha adelantado este año la tradicional cabalgata de Reyes al día 4. Y no ha sido un hecho aislado. Otras localidades y ciudades españolas han hecho lo propio, justificando a los niños esta decisión, no por la lluvia y el viento extremo que la AEMET ha anunciado con precisión, sino por la necesidad de los magos de Oriente de tener algo más de tiempo dado que la población mundial en los últimos 80 años se ha multiplicado y no pueden llegar a todos los municipios en tiempo y hora.
No quise ver el documental sobre los últimos días de la vida de Pau Donés, 'Eso que tú me das', cuando lo emitieron en 2021 por temor a experimentar sentimientos encontrados. En su momento recibió muchas críticas positivas que hablaban del buen morir y de los magníficos consejos dados en un momento tan esencial como es el de encontrarte a las puertas de la muerte, con fecha de caducidad, y afrontarla con esa manera tan positiva de marcharse.
Don Francisco era el nombre de mi profesor de latín, y así lo llamábamos, con todo el empaque y la importancia que tenía por aquel entonces el tratamiento de don. Era el padre de un compañero mío y él, claro está, no lo llamaba así –papá–, al igual que su esposa –Paco–, sus compañeros de profesión –Francisco–, o sus familiares y amigos más directos –Francis, Fran o Curro–, dependiendo del momento y el lugar de sus vidas donde se hubieran conocido.
La vida, al menos la de siempre, se rige por temporadas y los humanos, al menos los de siempre, se ajustan a ellas y aprovechan lo que la lógica universal del planeta proporciona para avanzar, con esfuerzo, al ritmo cósmico que debería marcar la evolución. ¿Época de setas?: setas. ¿Época de fresas?: fresas. ¿Época de exámenes?: exámenes.
Siempre que vemos a alguien agobiado, pretendemos dar con la palabra precisa que le haga sentir bien, una especie de “abracadabra” que espante todos sus males, errando por completo la estrategia porque, si bien el lenguaje es el arma más poderosa que tenemos, en ocasiones es su ausencia y nuestra presencia la que proporciona la calma.
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