| ||||||||||||||||||||||
Manuel Rebollar Barro
Manuel Rebollar Barro es, entre otras muchas cosas, ecijano (Sevilla, España), acuario, varón, caucásico, monocéfalo, bípedo,… y de ninguna de las cosas se siente orgulloso porque no ha tenido nada que ver en ello. Por otro lado, sí es responsable de buscar su voz, una voz que nos pertenece a todos y que solo pretende analizar la realidad desde las cuatro paredes de un instituto de secundaria y extrapolarla, porque, de un modo u otro, todos seguimos en clase. |
|
La vida, al menos la de siempre, se rige por temporadas y los humanos, al menos los de siempre, se ajustan a ellas y aprovechan lo que la lógica universal del planeta proporciona para avanzar, con esfuerzo, al ritmo cósmico que debería marcar la evolución. ¿Época de setas?: setas. ¿Época de fresas?: fresas. ¿Época de exámenes?: exámenes.
Siempre que vemos a alguien agobiado, pretendemos dar con la palabra precisa que le haga sentir bien, una especie de “abracadabra” que espante todos sus males, errando por completo la estrategia porque, si bien el lenguaje es el arma más poderosa que tenemos, en ocasiones es su ausencia y nuestra presencia la que proporciona la calma.
Este fin de semana, mi hija adolescente ha escrito emocionada una tarjeta navideña a una amiga. Y yo estoy encantado. Sé que puede parecer una tontería, pero es que, desde que recibió el móvil hace dos años, ha abandonado todo lo que tiene que ver con la escritura de puño y letra y se ha dejado llevar, desgraciadamente, por la corriente que impera en la actualidad.
Ayer debería ser hoy. Hoy debería ser mañana. Y pasado. Y el 28 de febrero, por decir una fecha al azar. Si solo ayer es ayer, la reivindicación se queda simplemente en una llamada de atención, en un grito aislado que se agita en pos de que cese la violencia de género, pero que no avanza. Ayer debería ser siempre y que la voz fuera un alarido que recorriera todas las estancias establecidas para derribarlas y comenzar de nuevo desde la equidad cada día.
El profe me tiene manía. Cuando dices eso, el mundo empieza a torcerse. Ahí está el germen de todo lo que viene después. Y si tus padres lo toleran y aceptan esa visión de los hechos, ya te habrán convertido en un narrador excepcional de tu propia vida y tendrás lectores que te seguirán y que, más allá de la verosimilitud que esgrimas, aceptarán las causas de tus contratiempos sin ningún problema.
La cultura siempre aporta respuestas. Ante los resultados de las elecciones norteamericanas viene muy bien “Parábola china”. Este cuento de Herman Hesse narra la historia de Chung Lang, un anciano sabio al que se le escapa su mejor caballo.
Cuando en plena pandemia Donald Trump sugirió tratar el coronavirus inyectándose desinfectante y luz solar, me acordé de toda la fauna que conocí en el bar que mis padres tuvieron y donde me crie. Allí, como el expresidente de los EE.UU., los clientes sabían de todo, algo que, a mí, muchacho observador donde los hubiera, me fascinaba.
Como un hecho inexorable, los humanos reproducimos una y otra vez las mismas conversaciones en distintas épocas del año, como si fuéramos diferentes actores interpretando la misma obra, que no es otra que la de la vida. Que si las luces de Navidad, que si ya refresca, que si cuanto calor, que si las rebajas, que qué caro está todo y, como estas conversaciones son siempre de temporada, ahora toca hablar de Halloween y de qué absurdo es esto del “trato o truco”.
Resulta imposible no hallar alguna realidad del mundo actual sin refrendo en un capítulo de “Los Simpson”. Aunque ya sean más de 30 años en antena, siguen mostrando de manera certera y constante un espejo crítico donde ver el sinsentido de nuestra civilización. Si algún desastre acabase con nosotros, cualquier otra especie que llegase al planeta podría saber cómo éramos mirando con atención todos los capítulos emitidos y creados por Matt Groening.
“Desde mi [j]aula”: De pequeño me encantaba resolver el pasatiempo de encontrar las siete diferencias. Dos imágenes, a priori iguales, mostraban que, si te fijabas un poco, podías percibir detalles de la realidad que singularizaban cada una haciéndola distinta. Ese juego infantil se ha convertido en una especie de máxima que he intentado aplicar cada temporada escolar para lograr que la vida no se vuelva pegajosa y que la rutina no se transforme en monotonía.
Hay frases contundentes que quedan agarradas a alguna parte del cerebro y que nos llevan, como un olor, al pasado, rellenándonos de emociones al revivir aquellos momentos. Una de ellas era la que soltaba un macarra de mi barrio, el 'Fernan', cuando decía: "se está rifando una hostia y tú tienes todas las papeletas".
|