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En un mundo saturado de imágenes, pocas logran penetrar hasta lo más profundo de nuestra conciencia como la exposición fotográfica Verdades Silenciadas, de Claudia Otal, que está expuesta en el Matadero de Zaragoza y ha contado con el apoyo, entre otras asociaciones, de la «Asociación de Mujeres Progresistas: Las Aguadoras».
Hay veces que dejamos pasar el tren que luego no volverá. Cuando nuestra moneda es el “interés personal” y nuestros bancos son los grupos mediáticos y los poderes fácticos, entonces, la vergüenza se convertirá en máscara hipócrita de las realidades sociales.
Luchar por el reconocimiento y la dignidad de quien ha sufrido cualquier tipo de maltrato o abuso no es una tarea fácil. A menudo no es ni siquiera grata, y puede acarrear consecuencias desagradables. Leonor Paqué (Bilbao, 1963) conjuga su faceta como activista contra los abusos eclesiásticos a menores con la de escritora, que al fin y al cabo, es también una herramienta para dar voz y devolver la dignidad a mucha gente.
La noticia no me la podía creer: “Los obispos encargan una auditoría externa sobre los abusos sexuales en la Iglesia española, pero sin indemnizar a las víctimas”. La Conferencia Episcopal contrata al bufete Cremades y Calvo-Sotelo para evaluar las denuncias sobre abusos en la Iglesia, y asegura que se abrirán a casos pasados, aunque sin concretar si sólo aceptarán denuncias nuevas”.
El pasado día 6 de octubre se publicó en este medio un artículo mío, 'Los heridos no pueden esperar', en el que me hacía eco de una intervención del Papa en relación con el problema (problemón) de los abusos espirituales y de poder en el seno de la Iglesia, y justo ese mismo día aparecieron en los medios de comunicación dos noticias directísimamente relacionadas con esto y con una gran repercusión en todos los medios de comunicación.
No alcanzo a imaginar qué pueden enseñarle sobre sexualidad al abusador de un niño de apenas 8 años, que el pederasta no sepa ya más que de sobra. No soy psicólogo, pero sí capaz de elaborar un somero diagnóstico, de ahí que se me antoje como de flaco favor el que se le está prestando no ya al menor que padeció en carne propia tamañas iniquidades, sino a las potenciales victimas del desviado de marras a las que la justicia parece abandonar a su albur.
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