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Y que saben bien quien soy. Menos mal que ellos me cuidan, aunque por mi falta de fe, "no acepto pensar en ellos, no rezo en ninguna parte, no llevo a Dios por delante, no visito las iglesias y no permito el confesarme ante un Señor de Dios".
La periodista Ima Sanchís le pregunta a la escritora Abigail Thomas: “¿Cuál es la pregunta más terrible que se ha hecho?”. La escritora que perdió a su marido en un accidente, responde: “Si pudiese volver atrás y hacer que el accidente de Rich no se hubiese producido, ¿lo haría?… Dudé y sentí que no merecía vivir”.
Los indultos generalizados no son “constitucionalmente” justos en ninguna democracia normalizada. La amnistía sigue el “camino de la ignominia”, porque hoy, con Pedro Sánchez y el silencio de todos su lacayos, no es general sino particular, detallista, concreta y personalista.
La fe nos abre a una confianza de que todo lo que pasa, también lo más terrible, tiene un sentido en una realidad más alta que la que vemos, un contexto más amplio que el que podemos abarcar con nuestra inteligencia, como un niño que no entiende que sus padres no le dejen acercarse a un peligro, o le regañan por algo que puede causarle algún mal.
Se habla mucho del dolor y del sufrimiento, pero por ignorancia se silencia la causa que lo origina. Una sociedad mayoritariamente evolucionista enseña que el ser humano es el resultado de un azaroso acontecimiento que dura millones de años a partir de una célula que no se sabe cómo apareció y que se enseña como verdad científicamente contrastada.
Señores miembros de la Jerarquía Eclesiástica, superada la “Pandemia”, hace ilusión ver cómo los deportes van recuperando la asistencia masiva de todo tipo de personas interesadas. Hace ilusión poder volver a la convivencia humana en todo tipo de actividades.
Cuando vemos a un recién nacido durmiendo en la cama o en el cochecito, espontáneamente exclamamos: ¡qué mono que es! Nos fijamos en el aspecto externo pero nos olvidamos de aquello en que puede convertirse con el paso del tiempo. Albert Siegel nos despierta del ensueño y nos transporta a la realidad.
Un escrito sobre bienestar emocional se titula: “La mitad de la población opina que su bienestar emocional tiene que mejorar”. Enrique Freire inicia su escrito diciendo: “Una de las consecuencias más reveladoras de la pandemia es que ha aflorado problemas de bienestar emocional, sicológico y social que ya existían en nuestra sociedad”.
Aquel joven, nacido en Burgos en 1911, llamado Rafael Arnaiz Barón, señalado por ese Dios al que estuvo abrazado durante toda su vida, fue guiado hacia el císter. Enfermo, tuvo que abandonar el monasterio varias veces. El Señor, sin embargo, le guiaba por la senda que Él había elegido.
El sacerdote Benhard Piendl predicó en la catedral alemana de Ratisbona. Al finalizar el sermón, reveló a los feligreses que parte de la homilía la había redactado la inteligencia artificial (IA). Con posteridad, en una entrevista a la televisión pública bávara, explicó: “La IA aclaró estas frases del Evangelio, que no son sencillas, con relativa claridad. La IA no puede sustituir el mensaje que contiene el Evangelio, la relación personal con Dios y la fe”.
La inteligencia artificial ha crecido tanto y en tan poco tiempo que ha conseguido que firmas prestigiosas le hayan dedicado un artículo. Se dan motivos de preocupación. Por más que se pida que se regule su actividad éticamente, ¿qué tipo de ética será la encargada de ponerle límite?
Desde los más remotos orígenes conocidos de este universo, que acoge a todo ser vivo o inerte, la mente humana se ha hecho las mismas preguntas: ¿Qué soy?, ¿quiénes son?, ¿dónde está el origen?, ¿dioses o casualidades?, ¿por qué un final?... La vida, para un ser racional, está invadida de interrogantes; éstas motivaran el progreso, la humildad y el respeto a todo ser con vida.
“Damos gracias a las grietas para que entre la luz”, lo ha dicho Leonard Cohen, cantante y poeta, refiriéndose a su estancia en el monasterio Mount Bodly Zen Center, en donde se sometió a una durísima disciplina que le ayudo a salir de la esclavitud de los excesos de alcohol y sexo.
No puedo hablar por experiencia pero sí mencionar la de la actriz Carme Elías: “Lo más terrible es que veo los pasos que va haciendo la enfermedad. El Alzheimer es como un ratón que cada día se come un trocito de tu cerebro. De momento solo para comer, pero pronto querrá comer, almorzar y desayunar hasta que haya acabado mi cerebro”.
Un consuelo es una esperanza, como la de Sísifo, como también de Penélope, entre otras (os) que, incesantemente lucharon y lucharon hasta lograr sus objetivos. De tal suerte, la esperanza, es lo último que se debe perder, porque sino, nuestra mente podría colapsar, desembocar en una obsesión.
Estas palabras de Jesús sirven para diagnosticar la salud o la enfermedad de la sociedad actual: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10: 27). Son el antídoto contra el virus del individualismo fomentado por el capitalismo.
Más o menos hace 25 años me acerqué con mi familia a Getafe. Acertamos, en principio, por la localización de la vivienda. Yo no he conseguido entrar en Getafe, mi familia, sin embargo, sí; ha aceptado sus costumbres, ha construido nuevas amistades, ha hecho suyos los problemas comunes del pueblo.
Con todo respeto al desarrollo de la IA, desde la ignorancia, sospecho que ciertos aspectos de la misma van probándose a través de los posibles mecanismos electorales y su influencia directa o indirecta en las voluntades de los gobernantes y en la de sus votantes.
Las atenciones en salud mental se han disparado desde la pandemia, también por conducta suicida. En el Hospital San Juan de Dios de Lleida, las desviaciones a Urgencias del Hospital Santa María por conductas suicidas en niños y adolescentes se han multiplicado por cuatro de promedio. Si antes de la covid se atendían entre uno y dos casos a la semana, ahora son entre uno y dos casos al día” (Redacción de Segre).
Sentí encontrarme en la antesala de ese lugar de fe, que llamamos cielo. Éramos cinco personas, la media de edad 77 años. El Hermano Rafael, San Rafael Arnaiz Barón, nos acompañó durante la misa con todos los Hermanos Trapenses... Una espiritualidad sencilla, silenciosa y llena de Dios, nos envolvió. La acogida fue lo más parecida a una familia.
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